
PlayStation 4
El planeta de los espectros
Místico, reflexivo, transgresor y con algunos claroscuros en lo jugable; así es Death Stranding, la última obra de Kojima y uno de los títulos de autor por excelencia en la industria del videojuego.
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Si algo quedó patente en la ceremonia de los pasados Game Awards es que los títulos de autor están en alza, en pleno proceso de renacimiento; véase Disco Elysium, un maravilloso c-rpg que nos llega desde el este de Europa con mucho amor, crítica política, lucha de clases y un fúnebre relato del distópico futuro de las sociedades modernas; Gris, pura poesía evocadora y alegórica, una bellísima composición audiovisual sobre las profundidades del ser, la regresión y la paz de espíritu; Sekiro: Shadows Die Twice, la sublimación de las mecánicas del hack and slash en la presente generación, y bien podríamos convenir que en la historia de los videojuegos, con esa extraña comunión desafío-recompensa que abanderan Hidetaka Miyazaki y From Software; o el propio Death Stranding, la obra más personal, filosófica y especial de Kojima, uno de estos excéntricos genios de la industria que jamás dejará indiferente a nadie. Quizás no ha ganado el premio al mejor juego del año, pero sí que puedo asegurarte que es uno de esos maravillosos títulos de culto cuyas valoraciones y alcance mejorarán con los años, tal y como ocurre con el buen vino y las mentes despiertas; si te interesa saber con mayor lujo de detalles qué tal ha salido el último experimento del creativo japonés y si es una obra digna de aparecer en tu radar, continúa leyendo, que aquí viene nuestro análisis de Death Stranding.
Una historia para unirlos a todos
El núcleo argumental de Death Stranding nos sitúa en una América post-apocalíptica y desolada; un páramo de muerte cíclica en la que el Declive, un extraño efecto meteorológico que acelera el crecimiento y defunción de todos los seres vivos, y el propio Death Stranding, un fenómeno esotérico que ha cambiado los mismos cimientos de la vida y la muerte tal y como la conocemos, han cincelado una realidad lóbrega, fría y sumida en una amarga decadencia. Las personas viven recluidas en módulos ignotos o en ciudades aisladas, totalmente ajenas al mundo exterior; los Estados Unidos, en efecto, ya son pasto de la historia y de los recuerdos. El peso del protagonismo recae sobre Sam “Porter” Bridges, un hombre que trabaja, escarnios y burlas populares de internet aparte, como repartidor para la compañía Bridges; esto es, como uno de esos individuos que transportan suministros y cumplen encargos para las distintas estaciones. Interpretado por Norman Reedus, Sam es un hombre en el que confluyen una abnegación ascética, la tenacidad más alentadora, y una apariencia de profundo e insondable nihilismo; sin embargo, no es el único personaje relevante de la aventura, ya que Death Stranding destaca por su prolijidad narrativa, que plantea un hábil teatro de personalidades -consulta nuestra guía sobre el reparto de Death Stranding si quieres saber más al respecto- y cinemáticas de altísima factura, así como motivos y temas que van desde la crítica política a la psicología, el esoterismo, la cultura, la ciencia, la filosofía, y, por supuesto, a la cooperación y la reunificación social, el auténtico epicentro argumental de la última obra de Kojima. Uno de los mensajes más llamativos de la generación.
Así pues, y aunque no quiero adelantar demasiados detalles de la trama, Sam se verá envuelto en una serie de intrigas y en la tentativa de reconstruir la trémula sociedad americana, periplo que le llevará a recorrer el país de este a oeste y a llevar a cabo toda clase de encargos para distintas entidades. Todo ello, por supuesto, en un mundo abierto que exhibe una amplia diversidad paisajística -si bien la riqueza de especies es, por razones anteriormente expuestas, escasa- y una constante amenaza de entidades sobrenaturales conocidas como EV -BT en inglés-, momentos en los que el título muda sus bondades hacia el survival horror y al sigilo. Y si a nivel narrativo todos los cabos están bien atados, a pesar de que es cierto que se vislumbran giros de guion marca de la casa, ya que la sensación final no es de engaño o ilusión, sino de haber sido parte fundamental de un argumento transgresor y comprometido en el cambiante mundo de los videojuegos, la parte jugable es igualmente honesta. Las premisas jugables consisten, a grandes rasgos, en el transporte de diversas cargas de un punto determinado a otro; eso sí, el hechizo, la magia, se da en el camino y el cómo acometemos estas tareas. Contra todo pronóstico, Death Stranding consigue que los meros ejercicios de recados y de mensajería, tan nocivos en otras fórmulas rpg ampliamente contrastadas, resulten tan divertidos como complejos; esto se debe a su funcionamiento holístico, dando lugar a un desarrollo concéntrico en el que los encargos principales dan paso a otros secundarios con los que guardan, gradual y generalmente, ciertas relaciones, lo que transmite una sensación de completitud y de conexión constantes.
Eso sí, donde brilla el título es en el camino, no en los múltiples destinos; me refiero a cuando dejamos a un lado la profusión de menús, que a veces llegan a ser un poco molestos, u otras cuestiones accesorias, como la optimización de la carga o la navegación por los archivos recuperados, y nos enfrentamos al tétrico mundo que propone Death Stranding. Nuestro avance por los páramos de esta América de pesadilla están supeditados a la geografía y a la planificación, y no pocas veces nos encontraremos ante determinados accidentes que habremos de sortear, ya sea empleando alguna de las numerosas herramientas de las que disponemos para interactuar con el mundo -tales como escaleras, vehículos, torres de vigilancia, puentes o cuerdas de escalada- o simplemente variando nuestra ruta para evitar peligros sobrenaturales, humanos o el mero daño de la carga. Las mecánicas de edificación no son demasiado complejas, ni dan tanto juego como se podía prever en primera instancia, pero sí que aportan un elemento distintivo al título, al tiempo que amplían la capacidad del jugador para incidir en el mundo y, por supuesto, para ayudar a otros jugadores en sus propios periplos.
La fórmula, además, permite la renovación y da pie a volver a aventurarse por sitios ya visitados, ya que después de desbloquear las zonas podremos ver las estructuras y construcciones de otros jugadores; a ello se suma un mapeado de controles sobresaliente, en el que prima avanzar con cuidado y mantener el equilibrio, atendiendo a todas las variables geográficas, si bien el planteamiento palidece notablemente en las secuencias de acción. No son excesivamente comunes y su relevancia es casi testimonial, pero a veces se desarrollan de manera desafortunada o torpe, algo que se vuelve especialmente perceptible en unos enfrentamientos finales muy poco inspirados; en ese sentido, sorprende que no se haya hecho una mayor labor en lo que a planteamiento de enemigos especiales se refiere, más si tenemos en cuenta el célebre trabajo de Kojima al frente de Metal Gear Solid, cuyas distintas entregas han destacado precisamente en eso, en míticos elencos de antagonistas. Todo ello se agrava, además, por la escasa dificultad del título, que ni en las dificultades superiores consiguirá poner en grandes apuros a los jugadores medianamente precavidos.
En cuanto al apartado audiovisual, Death Stranding hace uso de la potencia gráfica del Decima Engine, motor que también dio vida al sobresaliente Horizon Zero Dawn, y de una banda sonora de altísima calidad para sacudir las emociones del jugador. Las secuencias destacan por su espectacular acabado, con algunas de las mejores expresiones y animaciones faciales de la generación, y por una escenografía cuidada y cambiante, con diversidad de planos y enfoques, hasta el punto de que a veces es fácil dejarse llevar y sentir que uno está, efectivamente, ante una producción cinematográfica con determinados elementos interactivos. El diseño del mundo también es sensacional, si bien a veces puede verse ligeramente ensombrecido por la resolución dinámica, especialmente en el modelo original de PlayStation 4. La actuación de voz es bastante buena, tanto en la versión original como en su doblaje al español, aunque es verdad que pierde cierta potencia en algunos momentos. Eso sí, en la banda sonora no hay queja alguna, ya que la selección de temas musicales y su aparición en los distintos eventos de la aventura son sencillamente impecables; en general, da gusto perderse por el mundo de Death Stranding, empapándose de su infausta soledad, de su decadencia, y de nuestros esfuerzos por revertir la situación. Toda una metáfora audiovisual.
Conclusiones
No es perfecto y no ha estado exento de polémica -más bien al contrario-, pero Death Stranding ha conseguido erigirse como lo que es: una sincera obra de autor, tan transgresora como original y profunda. Es cierto que se echan en falta ciertos matices jugables, especialmente en lo que a los enfrentamientos finales se refiere, pero el resultado es tan evocador y distinto que cuesta no caer presa de sus inagotables encantos, entre los que destacan una narrativa sublime y una jugabilidad sencilla, efectiva y repleta de posibilidades. En definitiva, es innegable que su carácter reflexivo y su ritmo pausado, más propio de una serie que de un videojuego, lo hacen inadecuado para todo el amplio espectro de jugadores, pero también consiguen que sea una propuesta perfecta para aquellos que busquen una experiencia original, introspectiva y salpicada de filosofía. Requiere paciencia y tarda un poco en arrancar, pero la recompensa vale totalmente la pena.
Una historia para unirlos a todos
El núcleo argumental de Death Stranding nos sitúa en una América post-apocalíptica y desolada; un páramo de muerte cíclica en la que el Declive, un extraño efecto meteorológico que acelera el crecimiento y defunción de todos los seres vivos, y el propio Death Stranding, un fenómeno esotérico que ha cambiado los mismos cimientos de la vida y la muerte tal y como la conocemos, han cincelado una realidad lóbrega, fría y sumida en una amarga decadencia. Las personas viven recluidas en módulos ignotos o en ciudades aisladas, totalmente ajenas al mundo exterior; los Estados Unidos, en efecto, ya son pasto de la historia y de los recuerdos. El peso del protagonismo recae sobre Sam “Porter” Bridges, un hombre que trabaja, escarnios y burlas populares de internet aparte, como repartidor para la compañía Bridges; esto es, como uno de esos individuos que transportan suministros y cumplen encargos para las distintas estaciones. Interpretado por Norman Reedus, Sam es un hombre en el que confluyen una abnegación ascética, la tenacidad más alentadora, y una apariencia de profundo e insondable nihilismo; sin embargo, no es el único personaje relevante de la aventura, ya que Death Stranding destaca por su prolijidad narrativa, que plantea un hábil teatro de personalidades -consulta nuestra guía sobre el reparto de Death Stranding si quieres saber más al respecto- y cinemáticas de altísima factura, así como motivos y temas que van desde la crítica política a la psicología, el esoterismo, la cultura, la ciencia, la filosofía, y, por supuesto, a la cooperación y la reunificación social, el auténtico epicentro argumental de la última obra de Kojima. Uno de los mensajes más llamativos de la generación.

El viaje del protagonista es solo la cara más visible del argumento; el nexo que relaciona las distintas historias, los personajes y las vicisitudes de la aventura, pero el mensaje es mucho más íntimo y profundo.
Así pues, y aunque no quiero adelantar demasiados detalles de la trama, Sam se verá envuelto en una serie de intrigas y en la tentativa de reconstruir la trémula sociedad americana, periplo que le llevará a recorrer el país de este a oeste y a llevar a cabo toda clase de encargos para distintas entidades. Todo ello, por supuesto, en un mundo abierto que exhibe una amplia diversidad paisajística -si bien la riqueza de especies es, por razones anteriormente expuestas, escasa- y una constante amenaza de entidades sobrenaturales conocidas como EV -BT en inglés-, momentos en los que el título muda sus bondades hacia el survival horror y al sigilo. Y si a nivel narrativo todos los cabos están bien atados, a pesar de que es cierto que se vislumbran giros de guion marca de la casa, ya que la sensación final no es de engaño o ilusión, sino de haber sido parte fundamental de un argumento transgresor y comprometido en el cambiante mundo de los videojuegos, la parte jugable es igualmente honesta. Las premisas jugables consisten, a grandes rasgos, en el transporte de diversas cargas de un punto determinado a otro; eso sí, el hechizo, la magia, se da en el camino y el cómo acometemos estas tareas. Contra todo pronóstico, Death Stranding consigue que los meros ejercicios de recados y de mensajería, tan nocivos en otras fórmulas rpg ampliamente contrastadas, resulten tan divertidos como complejos; esto se debe a su funcionamiento holístico, dando lugar a un desarrollo concéntrico en el que los encargos principales dan paso a otros secundarios con los que guardan, gradual y generalmente, ciertas relaciones, lo que transmite una sensación de completitud y de conexión constantes.


La idea es sencilla: llevar la mercancía de un sitio a otro, pero la cosa se complica cuando tenemos que hacer frente a la orografía, a los EV o a las mulas, una especie de maníacos de las entregas que nos acechan con la intención de despojarnos de nuestras pertenencias.
Eso sí, donde brilla el título es en el camino, no en los múltiples destinos; me refiero a cuando dejamos a un lado la profusión de menús, que a veces llegan a ser un poco molestos, u otras cuestiones accesorias, como la optimización de la carga o la navegación por los archivos recuperados, y nos enfrentamos al tétrico mundo que propone Death Stranding. Nuestro avance por los páramos de esta América de pesadilla están supeditados a la geografía y a la planificación, y no pocas veces nos encontraremos ante determinados accidentes que habremos de sortear, ya sea empleando alguna de las numerosas herramientas de las que disponemos para interactuar con el mundo -tales como escaleras, vehículos, torres de vigilancia, puentes o cuerdas de escalada- o simplemente variando nuestra ruta para evitar peligros sobrenaturales, humanos o el mero daño de la carga. Las mecánicas de edificación no son demasiado complejas, ni dan tanto juego como se podía prever en primera instancia, pero sí que aportan un elemento distintivo al título, al tiempo que amplían la capacidad del jugador para incidir en el mundo y, por supuesto, para ayudar a otros jugadores en sus propios periplos.
La fórmula, además, permite la renovación y da pie a volver a aventurarse por sitios ya visitados, ya que después de desbloquear las zonas podremos ver las estructuras y construcciones de otros jugadores; a ello se suma un mapeado de controles sobresaliente, en el que prima avanzar con cuidado y mantener el equilibrio, atendiendo a todas las variables geográficas, si bien el planteamiento palidece notablemente en las secuencias de acción. No son excesivamente comunes y su relevancia es casi testimonial, pero a veces se desarrollan de manera desafortunada o torpe, algo que se vuelve especialmente perceptible en unos enfrentamientos finales muy poco inspirados; en ese sentido, sorprende que no se haya hecho una mayor labor en lo que a planteamiento de enemigos especiales se refiere, más si tenemos en cuenta el célebre trabajo de Kojima al frente de Metal Gear Solid, cuyas distintas entregas han destacado precisamente en eso, en míticos elencos de antagonistas. Todo ello se agrava, además, por la escasa dificultad del título, que ni en las dificultades superiores consiguirá poner en grandes apuros a los jugadores medianamente precavidos.


A la izquierda, una de esas frecuentes escenas en los refugios, donde habremos de recuperar fuerzas y donde es habitual que se rompa la cuarta pared; a la derecha, una zona oscura llena de EV, momento en el que el juego hace un breve trasvase hacia el terror.
En cuanto al apartado audiovisual, Death Stranding hace uso de la potencia gráfica del Decima Engine, motor que también dio vida al sobresaliente Horizon Zero Dawn, y de una banda sonora de altísima calidad para sacudir las emociones del jugador. Las secuencias destacan por su espectacular acabado, con algunas de las mejores expresiones y animaciones faciales de la generación, y por una escenografía cuidada y cambiante, con diversidad de planos y enfoques, hasta el punto de que a veces es fácil dejarse llevar y sentir que uno está, efectivamente, ante una producción cinematográfica con determinados elementos interactivos. El diseño del mundo también es sensacional, si bien a veces puede verse ligeramente ensombrecido por la resolución dinámica, especialmente en el modelo original de PlayStation 4. La actuación de voz es bastante buena, tanto en la versión original como en su doblaje al español, aunque es verdad que pierde cierta potencia en algunos momentos. Eso sí, en la banda sonora no hay queja alguna, ya que la selección de temas musicales y su aparición en los distintos eventos de la aventura son sencillamente impecables; en general, da gusto perderse por el mundo de Death Stranding, empapándose de su infausta soledad, de su decadencia, y de nuestros esfuerzos por revertir la situación. Toda una metáfora audiovisual.


La perspectiva en tercera persona de la jugabilidad da paso a numerosas secuencias de vídeo en la que el juego de cámaras es magistral; el carácter cinematográfico del título está muy trabajado, sin duda.
Conclusiones
No es perfecto y no ha estado exento de polémica -más bien al contrario-, pero Death Stranding ha conseguido erigirse como lo que es: una sincera obra de autor, tan transgresora como original y profunda. Es cierto que se echan en falta ciertos matices jugables, especialmente en lo que a los enfrentamientos finales se refiere, pero el resultado es tan evocador y distinto que cuesta no caer presa de sus inagotables encantos, entre los que destacan una narrativa sublime y una jugabilidad sencilla, efectiva y repleta de posibilidades. En definitiva, es innegable que su carácter reflexivo y su ritmo pausado, más propio de una serie que de un videojuego, lo hacen inadecuado para todo el amplio espectro de jugadores, pero también consiguen que sea una propuesta perfecta para aquellos que busquen una experiencia original, introspectiva y salpicada de filosofía. Requiere paciencia y tarda un poco en arrancar, pero la recompensa vale totalmente la pena.
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La narrativa. El apartado audiovisual. Muy cinematográfico. Funciona muy bien a nivel de aventura...
... pero es cierto que los combates están a menor nivel. Los enfrentamientos especiales.
Información del juego
Fecha de lanzamiento: 8 de noviembre de 2019
Desarrollado por:
Kojima Productions