El alumno del Diablo

Hablar de Torchlight es hablar de un género arraigado en PC, de clones de Diablo y de la notable repercusión que este tipo de juegos ha tenido en las videoconsolas, sobre todo durante la pasada generación en títulos como Dark Alliance o Champions of Norrath y que parece que volverá dentro de muy poco con Dungeon Siege III o La Guerra del Norte. Hablamos de los juegos de rol de acción, de esos en los que los puntos de experiencia nos permiten progresar en un árbol de habilidades, escudriñar escenarios en busca de pociones que restauren nuestra salud y de mazmorras llenas de arañas que escupen veneno. Aventuras épicas en las que importa más el daño extra que realice una espada o si nuestro personaje puede ponerse ese otro tipo de armadura que la historia que nos cuenta.

Runic Games se fundó en 2008 con el firme propósito de ofrecer esta vertiente de juego y en 2009 llegó su primera obra que llega en mitad de este marzo de 2011 a la plataforma de descargas de Microsoft. Entre los miembros del equipo hay alguno que perteneció a Blizzard y que participó activamente en la gestación de la serie Diablo. Eso se nota nada más verlo. Con el desarrollo de la segunda parte detenido para ultimar esta versión, Torchlight llega en exclusiva a Xbox Live Arcade con pocas novedades y un control ajustado al mando de la consola.

Mineros y roleros

Esta historia transcurre en un pequeño mundo de fantasía medieval en el que el descubrimiento de una mina de Ember en las cercanías del apacible pueblecito de Torchlight cambia las vidas de todos sus habitantes para siempre. Este codiciado mineral desata las locuras de poder de los vecinos más ambiciosos por sus fantásticas propiedades, pero descubren tarde los efectos secundarios: corrompe a los que abusan de su uso. En éstas, tres valientes héroes llegan al pueblo, y como no hay nada mejor que ayudar a los pueblerinos en sus recados, deciden adentrarse en los sucesivos niveles de la mina atestados de criaturas y monstruos mientras cumplen sus encargos. El jugador podrá escoger entre los tres protagonistas que casualmente tienen cada uno sus ventajas e inconvenientes. El fornido destructor centra sus ataques en el cuerpo a cuerpo y es capaz de invocar la fuerza de sus ancestros para que le ayuden en su empresa. El alquimista canaliza la energía del Ember y puede invocar criaturas maléficas para que luchen a su lado. Por último, la conquistadora es una maestra con el arco y domina el arte de las trampas que disemina por el escenario para hacer caer a su presa. Cada uno tiene sus estadísticas, sus parámetros y su árbol de habilidades para que cada vez que aumentemos un nivel de experiencia o de fama podamos incrementar estos valores para que diseñemos su progreso según nuestro criterio.

El sistema de juego casi podemos catalogarlo de genérico. Empezaremos en el pueblo que da nombre al título y por el que aparecerán viandantes que nos ofrecen misiones o se ofrecen a comerciar con nosotros. Una vez pertrechados, podremos acceder a la lúgubre mina de Ember situada en las inmediaciones y comenzaremos el descenso por innumerables niveles en los que los enemigos y los objetos se acumulan en diseños aleatorios por si queremos repetir en un futuro. Cuando concluyamos las misiones encomendadas o por la simple necesidad de vender el material que portemos debido al límite de objetos por podemos acarrear, tocará volver al pueblo para abastecernos y volver de nuevo a la lucha y a la exploración. Y poco más que contar. Una y otra vez estaremos pueblo dentro pueblo fuera mientras que los niveles nos hacen más poderosos y los enemigos crecen en poderío para adaptarse a nuestro nivel. Todo esto hasta que concluimos la treintena de niveles y el juego termina, momento en el que podemos volver a jugarlo en otro nivel de dificultad.