Fusionando conceptos

La complejidad que se antoja intrínseca actualmente a los videojuegos parece querer hacernos olvidar el original objetivo de éstos, la sencillez y diversión sin más.
En tiempos en los que la libertad de acción es adorada como si del nuevo mesías de la interacción se tratase, uno se pregunta si realmente esa libertad lo es como tal, o si en muchas ocasiones está mal llevada a cabo y termina siendo una lacra dañando la experiencia del desarrollo del juego, corriendo riesgos innecesarios.

Las excesivas opciones nublan al jugador condicionando muchas veces el disfrute del mismo, poniendo trabas a la experiencia o dificultándola en demasía: "no puedes realizar la acción porque necesitas aquello y lo otro; debes ir hasta el punto A y recoger el objeto X para abrir el punto B desde el C pasando por el D" y un largo etcétera de situaciones que, siempre con excepciones, corren el peligro de no aportar nada más que monotonía o aún peor, indiferencia. La conocida "libertad de acción" al fin y al cabo es una constante linealidad bien camuflada, o al menos con muchas filigranas a su alrededor, por lo que de vez en cuando va bien descender y recordar de qué está hecho todo esto.

Cuando lo simple funciona

Nervous Brickdown deja claro desde un principio su objetivo: diversión directa y sin complicaciones. Basado en una sencilla fórmula, cierto es que puede considerarse heredero de los ya clásicos Breakout para Atari o del famoso Arkanoid, y de hecho el desarrollo jugable, los cimientos, son prácticamente los mismos. Pero Nervous Brickdown se las apaña para revisar ese esquema de juego, y consigue ser original en ciertos puntos sin llegar a ser un clon más. De hecho el objetivo es simple: en todos los niveles debemos mantener una bola en movimiento y evitar que caiga mediante la plataforma que controlamos con el stylus y que podemos mover de lado a lado del escenario, o alrededor de toda la pantalla táctil según el nivel. Sencillo y a la vez tremendamente adictivo, por lo que el primer paso está superado.

A través de nuestro nervio de acero, determinante para controlar el stylus, debemos superar las diez fases que componen el juego, cada una con diez niveles más incluido el jefe final de turno. Un simple objetivo que simplifica el desarrollo del juego, pero que consigue ser variado debido a sus diez niveles. Variado y diferente, ya que las características de Nintendo DS se aprovechan convenientemente: la velocidad la eliges tú dependiendo de lo rápido que deslices el stylus por la pantalla y según la puntuación que conseguimos el juego nos recompensa con mejoras como el aumento de nuestra vida o el poder soplar a través del micrófono para controlar la trayectoria de la bola, doblemente divertido en el nivel Ghost, o con el objetivo de abrir nuevos caminos en el nivel Curve.
Y aunque parezca que soplar por el micrófono mientras mantenemos la bola en movimiento y procuramos cumplir los objetivos de los diferentes niveles propone un estilo de juego un tanto esperpéntico, lo cierto es que funciona.

Y es que Nervous Brickdown tiene estilo propio, retazos de un surrealismo desenfadado que casa perfectamente con la música que se ha creado para cada nivel, la cual invita a tararear sus melodías, cautivando al instante. Mezcla el uso de los 2D con las 3D en un género que bien no necesitaría de ello, aportando frescura y dinamismo. Un ejemplo es el nivel Water, en el que debemos rescatar mediante nuestro submarino y la bola de turno a unos hombrecillos dejados a la deriva que corren el riesgo de ahogarse en las rosadas aguas del nivel.

Todo encaja a la perfección: el trabajo artístico, la música, la caracterización de los personajes y sus gritos nasales y resignados, lo que consigue crear una experiencia de juego que gana muchos enteros y sobretodo que conecta con el objetivo del juego. Debemos romper las rocas en las que están asentados a golpe de bola, o girar con el stylus las plataformas para que caigan y puedan ser recogidos por nuestro submarino.