Recuperando los recuerdos

Una saga tan importante y amplia como la creada por Square-Enix con Final Fantasy es normal que conste de gran cantidad de remakes, ports, spin-offs y demás títulos que engrosan (o no) la cantidad de seguidores de la serie. Uno de los filones que la compañía ha sabido aprovechar ha sido el de los chocobos. Se trata de unos pájaros de color amarillo que aparecieron por primera vez en Final Fantasy III y hasta ahora han ido haciendo de método de transporte en todas y cada una de las entregas posteriores.

En Japón son unos personajes muy queridos, tanto es así que tienen proyectos para ellos solitos en Wonderswan, móviles, PSOne, Nintendo DS y ahora en Wii. El primer título en la consola de Sony cosechó muy buenas ventas en el país del sol naciente, lo que derivó en una secuela y un spin-off (al estilo Mario Kart) a los pocos meses de su lanzamiento. Éste último fue distribuido incluso en nuestro país. Hemos estado una generación entera sin saber de juegos protagonizados por los chocobos y después de la buena aceptación de la entrega en la dual-screen llega una totalmente nueva a Wii.

Su planteamiento es muy similar al que nos dejaron Chocobo Dungeon 1 y 2 hace ya unos años. Como en cualquier RPG táctico tenemos que ir avanzando por distintas mazmorras enfrentándonos a enemigos, recogiendo cofres y bajando pisos hasta llegar a una sala final en la que tenemos que enfrentarnos a un jefe final o recoger nuestra recompensa.

La historia está bien narrada a lo largo del juego y está bastante trabajada, pero como era de esperar, las limitaciones que suponen un juego protagonizado por Chocobo se hacen patentes si entramos en comparaciones con el mismo aspecto en los títulos principales de Final Fantasy. Los cazadores de tesoros Cid y Choco, sin comerlo ni beberlo, llegan a un poblado bastante extraño llamado Lostime. Es bastante pequeñito, aunque poco a poco vamos conociendo a todos los habitantes, que no son pocos precisamente. Tenderos, luchadores, miembros religiosos o artesanos son algunos de sus oficios.

Toda la trama gira principalmente alrededor de un suceso principal: la "pérdida" de memoria de los habitantes. Es bastante curioso, ya que en el momento en que la campana de la torre del reloj suena no se acuerdan de nada de nada, ni siquiera de sus nombres. Pero Raffaello es un señor que ha llegado a la ciudad y es capaz de meterse en la mente de los ciudadanos, consiguiendo así extraer algunos recuerdos. A pesar de su amnesia, sí que es verdad que cada uno de ellos recuerda algunas cosillas que hacen que nos traslademos a las mazmorras. Cada vez que entramos en una cambia toda la distribución, aunque el resto se mantiene intacto, todo sea dicho.

Principalmente, con llegar al final de cada una de estas estancias queremos conseguir hacernos con un arma muy, muy poderosa que controla el tiempo y nos permite una vez que la tengamos eliminar todos los males que azotan al mundo. Este es el gran secreto que la ciudad esconde y poco a poco está saliendo a la luz.

La ciudad nos ofrece una serie de servicios que resultan muy importantes en la aventura. Aparte de las ya clásicas tiendas para comprar y vender los objetos que deseemos, hay un banco y un almacén que nos sirven para depositar nuestro dinero y objetos respectivamente. Así a pesar de sufrir un accidente en una mazmorra nunca los perdemos. Además de algunas estancias de menor importancia también podemos visitar la iglesia, donde hablando con el pastor Roche eliminamos cualquier maldición que haya caído sobre nuestro equipo, junto a la forja, donde mejoramos o unimos nuestros sellos.