Mi abuelo regresó a casa después de la guerra como una persona diferente. Era más gruñón y agresivo, con facilidad para enfadarse. Extendió su odio también a los animales. Cada vez que veía a un perro ladrando corría a patearlo. ¿Cómo se razona con una persona así sin sucumbir a la ira? Quizás lo justificamos por ser la consecuencia de fuerzas externas, tal vez una guerra, que en efecto le libera de su culpa. Me gusta recordar esto con el aforismo: "No se puede patear a todos los perros que ladran".