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La segunda entrega de Pillars of Eternity se aproxima y nosotros te contamos nuestras impresiones.
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Treinta y seis días; eso es cuanto nos separa hasta la fecha de lanzamiento oficial de Pillars of Eternity II: Deadfire, la esperadísima secuela del Pillars of Eternity original. Ciertamente, ha pasado mucho tiempo desde que fue anunciado, pero los chicos de Obsidian, haciendo gala de su diligencia y maestría tradicionales, han andado un largo camino para acercar finalmente el Archipiélago de la Llama Extinguida a nuestros ordenadores -y en un futuro, consolas-, y estas son las valoraciones que hemos extraído de la versión de prueba.
Lo que primero captará la atención de nuestros sentidos no es otra cosa que su excepcional ambientación; si bien la entrega original apostaba por una atmósfera continental en la que apenas teníamos ocasión de vislumbrar los océanos, Deadfire nos sitúa en las inmediaciones del Archipiélago de la Llama Extinguida, una peligrosa y misteriosa agrupación de islas en las que habremos de indagar en la maravillosa trama con tintes escatológicos que ya es marca de la serie. Sin embargo, no solo de litorales y oleaje va la cosa, porque la cantidad de escenarios diferentes es tan abrumadora como la diversidad racial del Archipiélago, y nos llevará a visitar junglas, bosques, montañas, praderas, etc., a veces incluso en la misma isla. Esta variedad, unida a las mejoras del motor gráfico, consiguen que el apartado visual brille con luz propia en cada momento, y harán las delicias de todos aquellos que continúen sus aventuras en las caóticas mareas del Archipiélago de la Llama Extinguida.
No obstante, nuestras aventuras en alta mar no se nutren únicamente de este implacable diseño artístico, sino que elevan los viajes y la emoción por descubrir cosas nuevas hasta las mayores cotas. Dentro del ámbito de la exploración hallamos la presencia del barco, que no solo será una mera herramienta para movernos por el Archipiélago, sino que además hará las veces de base, por lo que estará sujeto a personalización, mejoras, e incluso a cambios por otros tipos de navío que se ajusten más a nuestras pretensiones o necesidades. La exploración terrestre, por el contrario, se mantiene con cierto aire conservador, pero aparece potenciada en determinados puntos clave que consiguen aportar un plus de emoción a nuestros viajes; esto es, la libertad de movimiento. Al igual que en la entrega original, nuestros personajes podrán moverse en entornos cerrados, sin embargo, ahora el movimiento para ir de una zona a otra no es fijo, sino que podemos cambiarlo a nuestra voluntad, y con ello surge una de las novedades más representativas: la inclusión de eventos que pueden surgir durante la exploración.
Desde emboscadas a diálogos, pasando por situaciones de supervivencia y escenas puramente narrativas, estas situaciones tan aleatorias como excepcionales nos pondrán en el delicado papel de elegir entre diversas opciones, desligando las capacidades y habilidades de los personajes del plano puramente bélico, y a la vez mejorando la sensación de colaboración entre los protagonistas y la inmersión del jugador en el mundo. De igual forma, el apartado de creación de personajes aparece con un importante -y necesario- lavado de cara, y nos permitirá ahondar en mayores y más precisas opciones de personalización, entre las que destaca la inclusión de las multiclases. Es decir, la posibilidad de combinar distintas clases para obtener un héroe híbrido, capaz de combinar algunas de las capacidades de las dos clases originales. Sobra decir que esto da muchísimo juego, aunque como punto negativo no podemos dejar de resaltar el claro empeoramiento que han sufrido las clases básicas -esto es, sin combinar-, que se muestran mucho más planas y han perdido gran parte de la versatilidad de la que hacían gala en la entrega anterior.
Finalmente, encontramos que es en el combate donde quedan ciertos detalles por pulir, aunque en esencia mantiene las peculiaridades que hicieron grande a Pillars of Eternity: combates estratégicos, multitud de habilidades y la posibilidad de detener el tiempo para elegir con precisión nuestros próximos movimientos. Sin embargo, no hay que caer en el equívoco; Pillars of Eternity no necesitaba ningún gran cambio o reconversión de su sistema de combate, pero es evidente que las novedades son realmente pocas. Las multiclases, las nuevas situaciones añadidas, y unos árboles de talentos y habilidades más claros palian parcialmente esas pequeñas carencias, y la verdad es que sigue siendo tan divertido y desafiante como siempre, pero quizás se echa en falta un poco más de atrevimiento.
Conclusión.
Pillars of Eternity 2: Deadfire está prácticamente listo para desembarcar en nuestras vidas, y nosotros no podríamos estar más contentos con él; ya no se trata de una promesa, de una incógnita esperanzadora, sino que ha cristalizado en una realidad, en la certeza de que las cosas se han hecho paso a paso y de que, con un poco de suerte, nos encontraremos ante una digna secuela el próximo 3 de abril. Todavía queda tiempo pero, en conjunto, todo el contenido de la versión beta nos ha dejado unas más que notables impresiones.
Lo que primero captará la atención de nuestros sentidos no es otra cosa que su excepcional ambientación; si bien la entrega original apostaba por una atmósfera continental en la que apenas teníamos ocasión de vislumbrar los océanos, Deadfire nos sitúa en las inmediaciones del Archipiélago de la Llama Extinguida, una peligrosa y misteriosa agrupación de islas en las que habremos de indagar en la maravillosa trama con tintes escatológicos que ya es marca de la serie. Sin embargo, no solo de litorales y oleaje va la cosa, porque la cantidad de escenarios diferentes es tan abrumadora como la diversidad racial del Archipiélago, y nos llevará a visitar junglas, bosques, montañas, praderas, etc., a veces incluso en la misma isla. Esta variedad, unida a las mejoras del motor gráfico, consiguen que el apartado visual brille con luz propia en cada momento, y harán las delicias de todos aquellos que continúen sus aventuras en las caóticas mareas del Archipiélago de la Llama Extinguida.
No obstante, nuestras aventuras en alta mar no se nutren únicamente de este implacable diseño artístico, sino que elevan los viajes y la emoción por descubrir cosas nuevas hasta las mayores cotas. Dentro del ámbito de la exploración hallamos la presencia del barco, que no solo será una mera herramienta para movernos por el Archipiélago, sino que además hará las veces de base, por lo que estará sujeto a personalización, mejoras, e incluso a cambios por otros tipos de navío que se ajusten más a nuestras pretensiones o necesidades. La exploración terrestre, por el contrario, se mantiene con cierto aire conservador, pero aparece potenciada en determinados puntos clave que consiguen aportar un plus de emoción a nuestros viajes; esto es, la libertad de movimiento. Al igual que en la entrega original, nuestros personajes podrán moverse en entornos cerrados, sin embargo, ahora el movimiento para ir de una zona a otra no es fijo, sino que podemos cambiarlo a nuestra voluntad, y con ello surge una de las novedades más representativas: la inclusión de eventos que pueden surgir durante la exploración.
Desde emboscadas a diálogos, pasando por situaciones de supervivencia y escenas puramente narrativas, estas situaciones tan aleatorias como excepcionales nos pondrán en el delicado papel de elegir entre diversas opciones, desligando las capacidades y habilidades de los personajes del plano puramente bélico, y a la vez mejorando la sensación de colaboración entre los protagonistas y la inmersión del jugador en el mundo. De igual forma, el apartado de creación de personajes aparece con un importante -y necesario- lavado de cara, y nos permitirá ahondar en mayores y más precisas opciones de personalización, entre las que destaca la inclusión de las multiclases. Es decir, la posibilidad de combinar distintas clases para obtener un héroe híbrido, capaz de combinar algunas de las capacidades de las dos clases originales. Sobra decir que esto da muchísimo juego, aunque como punto negativo no podemos dejar de resaltar el claro empeoramiento que han sufrido las clases básicas -esto es, sin combinar-, que se muestran mucho más planas y han perdido gran parte de la versatilidad de la que hacían gala en la entrega anterior.
Finalmente, encontramos que es en el combate donde quedan ciertos detalles por pulir, aunque en esencia mantiene las peculiaridades que hicieron grande a Pillars of Eternity: combates estratégicos, multitud de habilidades y la posibilidad de detener el tiempo para elegir con precisión nuestros próximos movimientos. Sin embargo, no hay que caer en el equívoco; Pillars of Eternity no necesitaba ningún gran cambio o reconversión de su sistema de combate, pero es evidente que las novedades son realmente pocas. Las multiclases, las nuevas situaciones añadidas, y unos árboles de talentos y habilidades más claros palian parcialmente esas pequeñas carencias, y la verdad es que sigue siendo tan divertido y desafiante como siempre, pero quizás se echa en falta un poco más de atrevimiento.
Conclusión.
Pillars of Eternity 2: Deadfire está prácticamente listo para desembarcar en nuestras vidas, y nosotros no podríamos estar más contentos con él; ya no se trata de una promesa, de una incógnita esperanzadora, sino que ha cristalizado en una realidad, en la certeza de que las cosas se han hecho paso a paso y de que, con un poco de suerte, nos encontraremos ante una digna secuela el próximo 3 de abril. Todavía queda tiempo pero, en conjunto, todo el contenido de la versión beta nos ha dejado unas más que notables impresiones.
La exploración, la variedad de escenarios y los eventos aleatorios. Más y mejor.
Un tanto continuista.

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