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E3 2018 - Vías a la perdición
La búsqueda de Artyom nos llevará a cruzar la superficie moribunda de la Rusia post-nuclear, en una aventura que apuesta por la libertad del jugador y la narrativa.
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Hablar de representaciones de mundos post-apocalípticos en los videojuegos conduce, inevitablemente, a Metro; una genial serie de títulos que nos sitúa en unos parajes absolutamente devastados por la radiación, la contaminación, y las consecuencias de diversos desastres nucleares, y que apuesta por una perspectiva en primera persona, demenciales tiroteos y una cuidada narrativa que recoge la organización de la sociedad soviética tras estas perniciosas catástrofes. Precisamente por eso, esta tercera entrega de la serie, denominada Metro Exodus, es uno de los grandes esperados de los últimos años, y en UveJuegos te contamos nuestras impresiones tras la participación en el E3 de 4A Games, estudio ucraniano al que debemos la génesis de estas fabulosas y sombrías epopeyas del fin de los tiempos.
A nivel argumental, la trama sigue los pasos de Artyom, el protagonista de los anteriores trabajos de la desarrolladora, en su travesía a bordo de la locomotora Aurora, destinada a seguir el curso del majestuoso río Volga hasta los níveos dominios de los Montes Urales, en pleno invierno nuclear. De igual modo, parece que la búsqueda de nuevas oportunidades y de asentarse en los inmaculados horizontes del este se verá frustrada por la aparición de un arcaico y vesánico culto religioso; esta secta, cuyo líder se erige como instigador de conflictos entre nuestro grupo de exploradores y sus acólitos, posiblemente desempeñará un importante papel de antagonista en las andanzas del héroe ruso, tal y como refleja el tráiler que presentó el estudio en la conferencia de Microsoft.
Con todo, lo que caracteriza, sin lugar a dudas, a esta nueva entrega, no es únicamente su apuesta por una mayor fidelidad con respecto a los libros -en este caso, Metro 2035, de Glujovski-, sino la libertad de la que gozará el jugador a la hora de enfrentarse a los peligrosos y marchitos yermos de esa Rusia de pesadilla. Por supuesto, el tamaño de los escenarios juega un importantísimo papel en este sentido, y es que podremos recorrer vastas extensiones de territorio, explorando durante varias horas cada uno de los traicioneros rincones en busca de exiguos recursos; cabe destacar, eso sí, que Metro Exodus no presenta una estructura de mundo abierto, sino que separa su acción en distintas zonas, siguiendo pues el esquema de misiones de las anteriores entregas, aunque llevado a su plenitud. Y como no podía ser menos, todas las fases estarán sujetas a ciclos diurnos y nocturnos y a violentos cambios meteorológicos, producidos sin duda por el lamentable estado en el que se encuentra el planeta; estas condiciones climatológicas afectarán en gran medida, además, a los enemigos y los peligros que nos encontraremos en nuestros esfuerzos por sobrevivir, hasta el punto de que el desarrollo de una fase puede cambiar dependiendo de si es de día o de noche.
Por otro lado, la gran escasez de recursos que comentábamos anteriormente otorgará una importancia fundamental a las mecánicas de sigilo; estas se apoyan en un cuidado sistema de mejoras para nuestras herramientas y armas, así como en la posibilidad de construir determinados artilugios. Estas mecánicas no son una revolución en la franquicia, pero en Metro Exodus adquieren un mayor protagonismo, pues podremos acceder a los distintos menús de modificación en cualquier momento gracias a la mejor amiga de Artyom: su mochila. Por consiguiente, cada arma podrá llevar una serie de complementos dirigidos a potenciar algunas de sus características, como el daño, la puntería, la cadencia de fuego o la mirilla. En un título en el que cada bala cuenta, este tipo de ideas que apuestan por las decisiones e ingenio del jugador son una auténtica bendición, y a buen seguro jugarán un papel más que distinguido en las dificultades más exigentes.
Conclusiones.
Las sensaciones que transmite Metro Exodus son, cuanto menos, notables, debido a que presenta una gran mejoría con respecto a sus precuelas, no solo en el apartado audiovisual -que quita la respiración-, sino también en determinados conceptos e ideas que ha aplicado el estudio para esta tercera entrega; grandes mapas por recorrer, criaturas post-apocalípticas evolucionadas y más sedientas de sangre que nunca, la búsqueda de recursos -oxígeno, munición, componentes…-, una misteriosa y agresiva secta, etc., son elementos que añaden un plus de profundidad y credibilidad a un mundo desastrado que posiblemente está dando sus últimas y agónicas vaharadas. Lo único que queda es ver si estos nuevos y ampliados aspectos se entrelazan de manera satisfactoria, o si el conjunto pierde fuerza por el desarrollo lineal al que nos han acostumbrado, tristemente, algunas extraviadas propuestas del género.
A nivel argumental, la trama sigue los pasos de Artyom, el protagonista de los anteriores trabajos de la desarrolladora, en su travesía a bordo de la locomotora Aurora, destinada a seguir el curso del majestuoso río Volga hasta los níveos dominios de los Montes Urales, en pleno invierno nuclear. De igual modo, parece que la búsqueda de nuevas oportunidades y de asentarse en los inmaculados horizontes del este se verá frustrada por la aparición de un arcaico y vesánico culto religioso; esta secta, cuyo líder se erige como instigador de conflictos entre nuestro grupo de exploradores y sus acólitos, posiblemente desempeñará un importante papel de antagonista en las andanzas del héroe ruso, tal y como refleja el tráiler que presentó el estudio en la conferencia de Microsoft.
Con todo, lo que caracteriza, sin lugar a dudas, a esta nueva entrega, no es únicamente su apuesta por una mayor fidelidad con respecto a los libros -en este caso, Metro 2035, de Glujovski-, sino la libertad de la que gozará el jugador a la hora de enfrentarse a los peligrosos y marchitos yermos de esa Rusia de pesadilla. Por supuesto, el tamaño de los escenarios juega un importantísimo papel en este sentido, y es que podremos recorrer vastas extensiones de territorio, explorando durante varias horas cada uno de los traicioneros rincones en busca de exiguos recursos; cabe destacar, eso sí, que Metro Exodus no presenta una estructura de mundo abierto, sino que separa su acción en distintas zonas, siguiendo pues el esquema de misiones de las anteriores entregas, aunque llevado a su plenitud. Y como no podía ser menos, todas las fases estarán sujetas a ciclos diurnos y nocturnos y a violentos cambios meteorológicos, producidos sin duda por el lamentable estado en el que se encuentra el planeta; estas condiciones climatológicas afectarán en gran medida, además, a los enemigos y los peligros que nos encontraremos en nuestros esfuerzos por sobrevivir, hasta el punto de que el desarrollo de una fase puede cambiar dependiendo de si es de día o de noche.
Por otro lado, la gran escasez de recursos que comentábamos anteriormente otorgará una importancia fundamental a las mecánicas de sigilo; estas se apoyan en un cuidado sistema de mejoras para nuestras herramientas y armas, así como en la posibilidad de construir determinados artilugios. Estas mecánicas no son una revolución en la franquicia, pero en Metro Exodus adquieren un mayor protagonismo, pues podremos acceder a los distintos menús de modificación en cualquier momento gracias a la mejor amiga de Artyom: su mochila. Por consiguiente, cada arma podrá llevar una serie de complementos dirigidos a potenciar algunas de sus características, como el daño, la puntería, la cadencia de fuego o la mirilla. En un título en el que cada bala cuenta, este tipo de ideas que apuestan por las decisiones e ingenio del jugador son una auténtica bendición, y a buen seguro jugarán un papel más que distinguido en las dificultades más exigentes.
Conclusiones.
Las sensaciones que transmite Metro Exodus son, cuanto menos, notables, debido a que presenta una gran mejoría con respecto a sus precuelas, no solo en el apartado audiovisual -que quita la respiración-, sino también en determinados conceptos e ideas que ha aplicado el estudio para esta tercera entrega; grandes mapas por recorrer, criaturas post-apocalípticas evolucionadas y más sedientas de sangre que nunca, la búsqueda de recursos -oxígeno, munición, componentes…-, una misteriosa y agresiva secta, etc., son elementos que añaden un plus de profundidad y credibilidad a un mundo desastrado que posiblemente está dando sus últimas y agónicas vaharadas. Lo único que queda es ver si estos nuevos y ampliados aspectos se entrelazan de manera satisfactoria, o si el conjunto pierde fuerza por el desarrollo lineal al que nos han acostumbrado, tristemente, algunas extraviadas propuestas del género.
La sensación de inmersión y el apartado audiovisual. La libertad del jugador y la exploración.
Algunos de sus conceptos son difíciles de unir, por lo que permanecen como una incógnita.

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