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Impresiones jugables - Corazones de acero
Hemos podido probar Iron Harvest, el nuevo título de estrategia en tiempo real de los creadores de The Book of Unwritten Tales, y te contamos todo lo que hay que saber sobre él.
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A pesar de la dureza inefable de sus aciagos tiempos, uno de los contextos históricos más revisados y reinventados en el mundo de las artes visuales es de las grandes guerras mundiales; la excesiva prolificidad de las obras que se ambientan en la segunda creo que está más que contrastada, pero en épocas recientes estamos experimentando una suerte de revalorización de la Primera Guerra Mundial, véase el éxito de la sensacional, reciente y desgarradora 1917 de Sam Mendes, sin duda una de las grandes propuestas del pasado año en la industria cinematográfica internacional. Sin embargo, la cosa se complica en el ámbito de los videojuegos, en tanto en cuanto los ejemplos se vuelven tan desbordantes como variados: la frenética acción en primera persona de Battlefield I, la melancolía y el ritmo introspectivo de aventura gráfica de Valiant Hearts, pasando por otras apuestas más desconocidas, como Verdun o Tannenberg… Eso sí, el tema de la anacronía es quizás algo más marginal, todavía de nicho; es en este sentido en el que empuja Iron Harvest, un curioso título de estrategia en tiempo real que plantea una reimaginación de las primeras décadas de la centuria más convulsa de la historia de la humanidad, pero ahora con máquinas de vapor y artificios tecnológicos capaces de segar vidas en masa. Por suerte, en uVeJuegos hemos podido probar las primeras horas de Iron Harvest, y te contamos qué es lo que puedes esperar del trabajo de KING Art Games después de su éxito en Kickstarter.
Cosechas de metal
A nivel argumental, Iron Harvest sitúa su perspicua ambientación en los últimos compases de la Primera Guerra Mundial y el terrible y desesperanzador periodo de posguerra; presenta, en este complicado contexto, a tres facciones que pugnan por la supremacía continental, a saber, la República de Polania, Rusviet y el Imperio de Saxony, todas amparadas bajo una denominación que tampoco hace especialmente difícil relacionarlas con sus contrapartidas reales, esto es, con sus inspiraciones. Cada una de ellas tendrá su propia campaña, y, aunque el estudio promete una buena cantidad de misiones para completar la historia en su plenitud, ninguna de las fases que probamos parecía intentar algo que se saliera de los cánones del género, esto es, encargos de eliminación, o de recuperación o defensa de zonas estratégicas, por lo que quedamos un poco a la expectativa. No se necesitan grandes dosis de innovación al respecto, pero con un planteamiento tan potente nos tememos que la variedad o la capacidad de sorprender puedan caer en saco roto.
Eso sí, de momento es innegable que Iron Harvest tampoco duda a la hora de poner el foco en la crueldad de las guerras, aunque generalmente se decanta por un enfoque puramente bélico, algo comprensible si tenemos en cuenta el género al que pertenece. De hecho, está inspirado en el mismo universo que el popular juego de mesa Scythe, por lo que la atmósfera promete mucho; falta ver, en cualquier caso, si toda la propuesta narrativa termina desembocando en un éxtasis ucrónico, o en otro desenlace igualmente apetecible, o si acaba por diluirse como una víctima del enfoque jugable del título. La buena noticia es que las ambiciones de las distintas facciones ofrecen motivos para ser optimistas, aunque al final el tiempo dirá.
En el apartado jugable, Iron Harvest es bastante más clásico; en esencia funciona como un título de estrategia en tiempo real, que hace de su gran puesta en escena y de su maquinaria de guerra sus principales armas para conquistar a los jugadores. Como de costumbre, las mecánicas jugables difieren de bando a bando, por lo que será indispensable adaptar nuestros recursos y nuestras colas de reclutamiento en función de la situación y del rival a batir; en este sentido, es verdad que se percibe un cierto desequilibrio en cuanto al poder de esas temibles máquinas de vapor, ya que tienen, quizás, un impacto demasiado definitorio en el desarrollo de la partida, especialmente en lo relativo a la facción de Rusviet. Sí, son impresionantes, y destacan aún más en el maremágnum de escombros y explosiones que presentan los escenarios destruibles, pero a ratos también resultan un tanto excesivas. Las clases normales y de héroe, que difieren de bando a bando, sí que parecen algo más comedidas y, aunque no es hasta bien entrada la campaña que podremos dar rienda suelta a nuestra estrategia creativa, recuperando recursos y construyendo mejoras al más puro estilo Warcraft -si bien se pueden establecer un montón de analogías también con Company of Heroes-, la pluralidad de estrategias que plantean los escuadrones en función de su composición es algo a tener muy en cuenta. Sirve como nota bastante negativa la inteligencia artificial aliada, que fracasa estrepitosamente, y con relativa frecuencia, a la hora de cubrirse en entornos sencillos o de obedecer algunas órdenes básicas, lo que da lugar a situaciones tan incómodas como absurdas, del nivel de verse tiroteado por las tropas enemigas -cuyos instintos de supervivencia parecen mucho más acuciados- y ver a tus soldados impávidos, inmutables ante la muerte y el peligro. Espero de todo corazón que sean imprecisiones propias del estado actual de desarrollo del título.
Finalmente, en términos audiovisuales, Iron Harvest cumple con creces; a un excelente diseño artístico, que aúna invenciones propias de la literatura steampunk con cierta rigurosidad histórica, se le unen unos escenarios de campaña inmensos, en donde los impulsos aventureros suelen tener recompensa de recursos, y de resolución de situaciones. Por si eso fuera poco, muchos elementos son destruibles, y hay un hechizo especial en esto de desatar un caos visual sin precedentes, sobre todo cuando las máquinas aparecen en escena y roban todo el protagonismo, gracias, en parte, a unos efectos sonoros que prometen muchísimo. Es cierto que las animaciones y las expresiones faciales son bastante más cuestionables, y de momento se erigen como uno de esos aspectos en los que el estudio habría de profundizar; la música, por otro lado, está en tierra de nadie, con momentos en los que es apreciable y otros en los que pasa totalmente inadvertida.
Conclusiones
Iron Harvest no parece que vaya a ser un auténtico referente del género, pero sí que se está destapando como una propuesta interesantísima de estrategia en tiempo real. Sus grandes bazas son su apartado artístico, y la combinación de ese particular y depresivo contexto histórico con elementos anacrónicos, generalmente de índole tecnológica, pero a nivel jugable tampoco está mal, simplemente es que, de momento, no resulta especialmente innovador. Nos falta bastante por probar y descubrir del título, disfrutarlo en su versión final, por lo que tampoco es momento de formarse opiniones tajantes y definitivas; lo que está claro es que le tenemos echado el ojo, y cada vez queda menos para ver el resultado el próximo uno de septiembre, fecha en la que desembarcará en PC, PlayStation 4 y Xbox One.
Cosechas de metal
A nivel argumental, Iron Harvest sitúa su perspicua ambientación en los últimos compases de la Primera Guerra Mundial y el terrible y desesperanzador periodo de posguerra; presenta, en este complicado contexto, a tres facciones que pugnan por la supremacía continental, a saber, la República de Polania, Rusviet y el Imperio de Saxony, todas amparadas bajo una denominación que tampoco hace especialmente difícil relacionarlas con sus contrapartidas reales, esto es, con sus inspiraciones. Cada una de ellas tendrá su propia campaña, y, aunque el estudio promete una buena cantidad de misiones para completar la historia en su plenitud, ninguna de las fases que probamos parecía intentar algo que se saliera de los cánones del género, esto es, encargos de eliminación, o de recuperación o defensa de zonas estratégicas, por lo que quedamos un poco a la expectativa. No se necesitan grandes dosis de innovación al respecto, pero con un planteamiento tan potente nos tememos que la variedad o la capacidad de sorprender puedan caer en saco roto.
Eso sí, de momento es innegable que Iron Harvest tampoco duda a la hora de poner el foco en la crueldad de las guerras, aunque generalmente se decanta por un enfoque puramente bélico, algo comprensible si tenemos en cuenta el género al que pertenece. De hecho, está inspirado en el mismo universo que el popular juego de mesa Scythe, por lo que la atmósfera promete mucho; falta ver, en cualquier caso, si toda la propuesta narrativa termina desembocando en un éxtasis ucrónico, o en otro desenlace igualmente apetecible, o si acaba por diluirse como una víctima del enfoque jugable del título. La buena noticia es que las ambiciones de las distintas facciones ofrecen motivos para ser optimistas, aunque al final el tiempo dirá.

Su precioso diseño artístico siempre ha sido su mejor carta de presentación, especialmente con ilustraciones como esta.
En el apartado jugable, Iron Harvest es bastante más clásico; en esencia funciona como un título de estrategia en tiempo real, que hace de su gran puesta en escena y de su maquinaria de guerra sus principales armas para conquistar a los jugadores. Como de costumbre, las mecánicas jugables difieren de bando a bando, por lo que será indispensable adaptar nuestros recursos y nuestras colas de reclutamiento en función de la situación y del rival a batir; en este sentido, es verdad que se percibe un cierto desequilibrio en cuanto al poder de esas temibles máquinas de vapor, ya que tienen, quizás, un impacto demasiado definitorio en el desarrollo de la partida, especialmente en lo relativo a la facción de Rusviet. Sí, son impresionantes, y destacan aún más en el maremágnum de escombros y explosiones que presentan los escenarios destruibles, pero a ratos también resultan un tanto excesivas. Las clases normales y de héroe, que difieren de bando a bando, sí que parecen algo más comedidas y, aunque no es hasta bien entrada la campaña que podremos dar rienda suelta a nuestra estrategia creativa, recuperando recursos y construyendo mejoras al más puro estilo Warcraft -si bien se pueden establecer un montón de analogías también con Company of Heroes-, la pluralidad de estrategias que plantean los escuadrones en función de su composición es algo a tener muy en cuenta. Sirve como nota bastante negativa la inteligencia artificial aliada, que fracasa estrepitosamente, y con relativa frecuencia, a la hora de cubrirse en entornos sencillos o de obedecer algunas órdenes básicas, lo que da lugar a situaciones tan incómodas como absurdas, del nivel de verse tiroteado por las tropas enemigas -cuyos instintos de supervivencia parecen mucho más acuciados- y ver a tus soldados impávidos, inmutables ante la muerte y el peligro. Espero de todo corazón que sean imprecisiones propias del estado actual de desarrollo del título.


La estrategia brilla más con las tropas humanas, mientras que la espectacularidad aumenta cuando las máquinas hacen acto de aparición.
Finalmente, en términos audiovisuales, Iron Harvest cumple con creces; a un excelente diseño artístico, que aúna invenciones propias de la literatura steampunk con cierta rigurosidad histórica, se le unen unos escenarios de campaña inmensos, en donde los impulsos aventureros suelen tener recompensa de recursos, y de resolución de situaciones. Por si eso fuera poco, muchos elementos son destruibles, y hay un hechizo especial en esto de desatar un caos visual sin precedentes, sobre todo cuando las máquinas aparecen en escena y roban todo el protagonismo, gracias, en parte, a unos efectos sonoros que prometen muchísimo. Es cierto que las animaciones y las expresiones faciales son bastante más cuestionables, y de momento se erigen como uno de esos aspectos en los que el estudio habría de profundizar; la música, por otro lado, está en tierra de nadie, con momentos en los que es apreciable y otros en los que pasa totalmente inadvertida.


Hay algo de variedad de misiones, pero de momento ninguna de ellas destaca realmente por encima de las demás.
Conclusiones
Iron Harvest no parece que vaya a ser un auténtico referente del género, pero sí que se está destapando como una propuesta interesantísima de estrategia en tiempo real. Sus grandes bazas son su apartado artístico, y la combinación de ese particular y depresivo contexto histórico con elementos anacrónicos, generalmente de índole tecnológica, pero a nivel jugable tampoco está mal, simplemente es que, de momento, no resulta especialmente innovador. Nos falta bastante por probar y descubrir del título, disfrutarlo en su versión final, por lo que tampoco es momento de formarse opiniones tajantes y definitivas; lo que está claro es que le tenemos echado el ojo, y cada vez queda menos para ver el resultado el próximo uno de septiembre, fecha en la que desembarcará en PC, PlayStation 4 y Xbox One.
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El diseño artístico. Diversidad de campañas. Los escenarios.
Se percibe cierto desequilibrio entre unidades. La IA es muy errática.
