
PlayStation 5
God of War: Ragnarok - ¿Qué podemos esperar de él?
God of War: Ragnarok ocupó un lugar especial en el evento de PlayStation, y aprovechamos la ocasión para hablaros de mitología, de los protagonistas y de cómo continuar una obra maestra en PS5.
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El pasado evento de PlayStation dejó un sinfín de titulares y de detalles: el lanzamiento de la inminente PlayStation 5, la confirmación de la existencia de un a-rpg de Harry Potter a cargo de Avalanche, cuyos primeros rumores y filtraciones databan de dos años atrás, Demon's Souls y Spider-Man: Miles Morales como títulos de lanzamiento, el incremento de precio de los exclusivos… Y, cómo no, a modo de broche de oro, el teaser del nuevo God of War, obra maestra de Santa Monica y continuación directa del célebre pseudoreinicio de la franquicia que tuvo lugar en 2018, con Cory Barlog como director y adaptando en buena parte una temática más adulta y los vaivenes psicoemocionales de la paternidad en un entorno hostil, inclemente y en constante riesgo de entropía como es la mitología germánica. No es mucho lo que sabemos a ciencia cierta de este nuevo God of War —incluso el subtítulo “Ragnarok” es provisional—, pero sí que te puedo adelantar que apunta a un lanzamiento a lo largo de 2021, y muy probablemente será uno de los títulos más potentes de los primeros compases de la nueva generación. Te dejo con nuestros deseos para God of War II de PlayStation 5 y con lo que podemos esperar de él, para que vayas preparándote para lo que se nos viene encima con el apocalipsis de la mitología germánica según Santa Monica.
EL RAGNAROK COMO NUEVO EJE DEL ARGUMENTO
La adaptación de motivos y de panteones mitológicos es una de las constantes de la serie; lo vimos ya en la franquicia original, cuando Kratos andaba entre mortales y dioses en la Grecia clásica, pasando por la espada a propios y extraños con igual resentimiento y estilo, pero también con el reinicio que tuvo lugar en 2018, que centraba la acción en escenarios que muy vagamente podríamos describir como “nórdicos”. En el primer God of War (2018) postreinicio, asistimos a una suerte de “calma” en los Nueve Reinos, con un statu quo relativamente bien definido, en el que Odín y compañía controlaban con puño de hierro el flujo de acontecimientos, desvanecida ya toda amenaza de revolución en los planos exteriores a Asgard. No obstante, ya hacia el epílogo, diversos personajes nos advertían de la llegada del Fimbulwinter, un invierno riguroso, longevo y cruel que habría de anticipar la llegada del Ragnarok, el fin del mundo según las mitologías germánicas, tal y como se describe en la Edda Prosaica, que hace las veces de continuación de la Edda Poética o Mayor, uno de los textos más trascendentes dentro de lo que podríamos considerar como épica escandinava; a este respecto, cabe destacar que también fue una enorme fuente de inspiración para la concepción de mundo de El Señor de los Anillos, obra cumbre de la fantasía moderna.

En cualquier caso, el Ragnarok, cuya traducción más convincente podría ser similar a “destino de los dioses”, es un evento de proporciones cataclísmicas en el que se describe claramente cómo tendrá lugar el fin del universo conocido, no solo de los dioses y criaturas sobrenaturales que participen activamente en el conflicto. Cómo no, al ser parte de una cultura que idealizaba las mismas nociones de la guerra y de la muerte en combate como sublimaciones de la existencia, el Ragnarok se desarrolla a través de un cruento enfrentamiento multitudinario que involucra a los dioses aesir —regentes de Asgard—, liderados por el ambivalente y altamente literario Odín, y a una coalición formada por los gigantes de fuego y los Jotun —la contraparte más caótica, más natural, de los Aesir en la dicotomía orden-entropía que describe la mitología, característica que comparte con las leyendas egipcias y que la aleja, en cierta medida, de la antítesis bien-mal procedente del maniqueísmo—, liderados por Loki. Y sí, aquí comienzan los destripes del primer God of War (2018), por lo que recomendamos precaución a la hora de continuar leyendo.
Tal y como se revela en los últimos compases de la aventura, el nombre “real” de Atreus es Loki, que en la mitología germánica ocupa un lugar distinguido como principal elucubrador de problemas y hacedor del caos. Esto se debe a que su madre, la segunda esposa de Kratos y heroína de los gigantes de hielo de Jötunheim, era, en efecto, la última guardiana de su especie en Midgard; Faye, o Laufey, pues ese es su verdadero nombre, también es la responsable del desenvolvimiento de todos los hechos que, a grandes rasgos, hilvanan el hilo argumental de su familia a lo largo de God of War. Es uno de esos casos en los que el título interpreta la mitología de manera un tanto subjetiva, sin duda para el fortalecimiento del ámbito narrativo; ahora bien, Laufey también es la madre de Loki en las Eddas, por lo que las implicaciones de la revelación pueden ser mayores de lo que parecen a simple vista.

Para empezar, Loki es el padre de Jörmungandr, la inmensa serpiente del mundo cuyo cuerpo rodea todo el reino de Midgard. ¿Que cómo es esto posible? Resulta que Jörmungandr y Thor están destinados a darse muerte el uno al otro en uno de los puntos álgidos del Ragnarok, pero, en un lío anterior, un combate brutal entre ambos termina en empate, y el golpe que Thor le propina al bueno de Jörmie es tal que altera el ritmo temporal que fluye por Yggdrassil, el árbol que hace de axis mundi o "eje de mundo" en las mitologías escandinavas; por tanto, la serpiente es enviada a Midgard en un momento previo a su propio nacimiento. Sí, hay viajes en el tiempo en God of War. Y tiene pinta de que van a tener su buena importancia, quizás con tiempo circular incluido.
Eso explicaría por qué Jörmungandr dice que Atreus le resulta familiar; a fin de cuentas, son hijo y padre, respectivamente, lo que redundaría en que el propio Kratos fuera el abuelo de la colosal criatura. Pero el Ragnarok no solo sirve para complicar los árboles genealógicos de los dioses, sino que es el escenario en el que todas las tramas sobrenaturales convergen, dando lugar a una implosión que cambia la vida para siempre; otros de los sucesos que habremos de esperar son la liberación de Fenrir, el temible y mítico lobo que ha protagonizado trasvases a multitud de manifestaciones de la cultura popular y de la literatura mundial —que, dicho sea de paso, es el primogénito de Loki, ahí es nada—, el fin de la persecución de Hati y Sköll a la luna y el sol —hijos de Fenrir, a su vez...—, el comienzo de una batalla sin precedentes… En las Eddas, las consecuencias son numerosas: la muerte de Odín por la mordedura de Fenrir, Thor y Jörmungandr se dan muerte el uno al otro, Surt, el gigante de fuego, incendia el universo… Pero, por encima de todo, se habla del resurgimiento de una nueva vida, de un nuevo orden universal. El Ragnarok, aun con su tétrico y aciago encanto de profecía inevitable, es el final de un mundo y el comienzo de otro, en lugar del vacío eterno. Es difícil determinar si God of War II: Ragnarok (título provisional) adaptará todos estos acontecimientos de manera relativamente fiel a los mitos, pero está claro que, cuando menos, podemos anticipar, en mayor o menor medida, estas situaciones, si bien habremos de esperar al producto final para contemplar las resoluciones.

PROFUNDIZACIÓN EN LA RELACIÓN PATERNOFILIAL
En palabras de Cory Barlog, la paternidad lo cambió por completo, alteró sus prioridades y sus nociones inmediatas sobre la realidad que lo rodeaba. Evidentemente, tal suceso también tuvo un impacto en la reimaginación de God of War (2018), que más o menos seguía la estela del primer The Last of Us en el desarrollo de la relación paternofilial del protagonista y el deuteragonista. El título termina con Kratos y Atreus más cerca del amor familiar que de la indiferencia, el temor o la ignorancia, que es básicamente el punto de partida de la aventura; ahora, tomando como referencia el largo invierno de tres años del Fimbulwinter —prolegómenos del Ragnarok—, sus vínculos estarán más consolidados, si bien a saber en qué sentido. El pasado de la serie hace imposible predecir si veremos cierta discordia o disidencia entre ambos personajes, aunque a buen seguro tendrán que unir fuerzas para enfrentarse a Thor, tal y como se revela en el final secreto de God of War, o para resistir la venganza de una Freya que no parece muy dispuesta a pasar por el alto la muerte de su hijo Baldur, otro de los detonantes del Ragnarok según las Eddas.
Por otro lado, tenemos por ahí las tensiones entre Freya y Odín, matrimonio por conveniencia y por salvar a un reino, y, cómo no, todos los interrogantes acerca del pasado de Faye/Laufey, que ojalá se puedan revivir a través de distintas retrospectivas.

RENOVACIÓN JUGABLE: CÓMO MEJORAR LA NUEVA FÓRMULA GOD OF WAR
Con God of War (2018), la franquicia pasó de los dominios del hack and slash más frenético, cinematográfico y sangriento a una aventura mucho más madura, de ritmo pausado y con un combate íntimo, cercano, que recordaba en buena medida a los esquemas que había ofrecido anteriormente el ya clásico Dark Souls, sin duda uno de los videojuegos más influyentes de los últimos tiempos. Este viraje en la cadencia de la acción no solo suponía la inclusión de elementos más propios del RPG, como el equipamiento y un sistema de experiencia que iba más allá de lo que habíamos visto anteriormente en la serie, sino que se prestaba a adentrarse en los tremedales de una narrativa mucho más compleja. No tengo nada en contra del teatro de odios, venganza y testosterona que son los God of War con ambientación griega; de hecho, creo que suponen un punto de comparación de valor incalculable, un nexo que une al Kratos del pasado con el actual, pero es más que evidente que la franquicia necesitaba un lavado de cara importante. Y vino, vio y venció, como diría aquel, a pesar de que al principio no es que los chicos y chicas de Santa Monica contaran precisamente con el beneplácito más absoluto de los mandamases de Sony.

De cara a una segunda entrega, sin embargo, hay algunos puntos que habría que revisar. El primero, probablemente, pasa por la agilidad; God of War (2018) no es un título que destaque precisamente por su apuesta por una verticalidad libre y desenfadada. Se trata de una jugabilidad un tanto pesada, tosca en la exploración, de nuevo con una tónica similar a la del primer The Last of Us; por tanto, cabe preguntarse si lo nuevo de Cory Barlog seguirá un patrón de evolución similar al del sensacional The Last of Us: Part II, probablemente uno de los mejores títulos de la generación y de los últimos años, que apuesta por una renovada agilidad y por una mayor resolución de situaciones gracias a la profundización en el esquema del plataformeo y de la verticalidad. A buen seguro, un escenario apocalíptico como el Ragnarok demandará todas las fuerzas del bueno de Kratos, y ya lo hemos visto efectuar saltos de extensión considerable… No creo que sea algo fundamental, pero la posibilidad de explorar con algo más de libertad siempre sería bien recibida.
Por otro lado, el hecho de que Atreus se perfile como uno de los grandes artífices del Ragnarok abre la veda a otra pregunta: ¿habrá alternancia del protagonismo, esto es, controlaremos a ambos personajes en distintas fases del título, o solo llevaremos a Kratos? El paso del tiempo también invita a pensar en algo así, ya que Atreus ya será todo un zagal, como diría nuestro compañero de redacción, David Vigón. Además, los murales de Jotunheim sugieren la muerte de Kratos, aunque no solo habremos de extraer una exégesis fúnebre de las pinturas de los gigantes, en tanto en cuanto también cabe la posibilidad de una lectura más metafórica, o la fuerte idea de renacimiento que aparece en los compases finales del Ragnarok. En cualquier caso, no es descabellado pensar que controlaremos a Atreus en algún segmento del paso de God of War por PlayStation 5, y personalmente me gustaría ver cómo lo resuelven desde el punto de vista jugable.

CONCLUSIONES
God of War II: Ragnarok (Título provisional) solo necesitó un mero teaser con un logo para ser uno de los protagonistas de la noche en el pasado evento de PlayStation; si es lícito o no presentar un título de esta manera es algo que dejo a criterio de cada uno, si bien un lanzamiento en 2021 invita al optimismo y a un desarrollo ya avanzado. Es probable que tengamos más detalles de la nueva iteración de la franquicia estrella de Santa Monica muy pronto, por lo que te recomendamos que estés atento a nuestras publicaciones para no perderte ni un solo detalle; eso sí, es indiscutible que la propia ambientación y el escenario en el que se desarrollará el juego dan pie a multitud de resoluciones posibles, y en uVeJuegos ya lo tenemos en nuestro radar como uno de los grandes megatones de la primera mitad de la generación… Y quién sabe si de algo más. El tiempo, como siempre, pondrá todas las cosas en su lugar; a Jörmungandr en Midgard, más concretamente.
EL RAGNAROK COMO NUEVO EJE DEL ARGUMENTO
La adaptación de motivos y de panteones mitológicos es una de las constantes de la serie; lo vimos ya en la franquicia original, cuando Kratos andaba entre mortales y dioses en la Grecia clásica, pasando por la espada a propios y extraños con igual resentimiento y estilo, pero también con el reinicio que tuvo lugar en 2018, que centraba la acción en escenarios que muy vagamente podríamos describir como “nórdicos”. En el primer God of War (2018) postreinicio, asistimos a una suerte de “calma” en los Nueve Reinos, con un statu quo relativamente bien definido, en el que Odín y compañía controlaban con puño de hierro el flujo de acontecimientos, desvanecida ya toda amenaza de revolución en los planos exteriores a Asgard. No obstante, ya hacia el epílogo, diversos personajes nos advertían de la llegada del Fimbulwinter, un invierno riguroso, longevo y cruel que habría de anticipar la llegada del Ragnarok, el fin del mundo según las mitologías germánicas, tal y como se describe en la Edda Prosaica, que hace las veces de continuación de la Edda Poética o Mayor, uno de los textos más trascendentes dentro de lo que podríamos considerar como épica escandinava; a este respecto, cabe destacar que también fue una enorme fuente de inspiración para la concepción de mundo de El Señor de los Anillos, obra cumbre de la fantasía moderna.

En cualquier caso, el Ragnarok, cuya traducción más convincente podría ser similar a “destino de los dioses”, es un evento de proporciones cataclísmicas en el que se describe claramente cómo tendrá lugar el fin del universo conocido, no solo de los dioses y criaturas sobrenaturales que participen activamente en el conflicto. Cómo no, al ser parte de una cultura que idealizaba las mismas nociones de la guerra y de la muerte en combate como sublimaciones de la existencia, el Ragnarok se desarrolla a través de un cruento enfrentamiento multitudinario que involucra a los dioses aesir —regentes de Asgard—, liderados por el ambivalente y altamente literario Odín, y a una coalición formada por los gigantes de fuego y los Jotun —la contraparte más caótica, más natural, de los Aesir en la dicotomía orden-entropía que describe la mitología, característica que comparte con las leyendas egipcias y que la aleja, en cierta medida, de la antítesis bien-mal procedente del maniqueísmo—, liderados por Loki. Y sí, aquí comienzan los destripes del primer God of War (2018), por lo que recomendamos precaución a la hora de continuar leyendo.
[Spoilers de la trama principal de God of War]
Tal y como se revela en los últimos compases de la aventura, el nombre “real” de Atreus es Loki, que en la mitología germánica ocupa un lugar distinguido como principal elucubrador de problemas y hacedor del caos. Esto se debe a que su madre, la segunda esposa de Kratos y heroína de los gigantes de hielo de Jötunheim, era, en efecto, la última guardiana de su especie en Midgard; Faye, o Laufey, pues ese es su verdadero nombre, también es la responsable del desenvolvimiento de todos los hechos que, a grandes rasgos, hilvanan el hilo argumental de su familia a lo largo de God of War. Es uno de esos casos en los que el título interpreta la mitología de manera un tanto subjetiva, sin duda para el fortalecimiento del ámbito narrativo; ahora bien, Laufey también es la madre de Loki en las Eddas, por lo que las implicaciones de la revelación pueden ser mayores de lo que parecen a simple vista.

Para empezar, Loki es el padre de Jörmungandr, la inmensa serpiente del mundo cuyo cuerpo rodea todo el reino de Midgard. ¿Que cómo es esto posible? Resulta que Jörmungandr y Thor están destinados a darse muerte el uno al otro en uno de los puntos álgidos del Ragnarok, pero, en un lío anterior, un combate brutal entre ambos termina en empate, y el golpe que Thor le propina al bueno de Jörmie es tal que altera el ritmo temporal que fluye por Yggdrassil, el árbol que hace de axis mundi o "eje de mundo" en las mitologías escandinavas; por tanto, la serpiente es enviada a Midgard en un momento previo a su propio nacimiento. Sí, hay viajes en el tiempo en God of War. Y tiene pinta de que van a tener su buena importancia, quizás con tiempo circular incluido.
Eso explicaría por qué Jörmungandr dice que Atreus le resulta familiar; a fin de cuentas, son hijo y padre, respectivamente, lo que redundaría en que el propio Kratos fuera el abuelo de la colosal criatura. Pero el Ragnarok no solo sirve para complicar los árboles genealógicos de los dioses, sino que es el escenario en el que todas las tramas sobrenaturales convergen, dando lugar a una implosión que cambia la vida para siempre; otros de los sucesos que habremos de esperar son la liberación de Fenrir, el temible y mítico lobo que ha protagonizado trasvases a multitud de manifestaciones de la cultura popular y de la literatura mundial —que, dicho sea de paso, es el primogénito de Loki, ahí es nada—, el fin de la persecución de Hati y Sköll a la luna y el sol —hijos de Fenrir, a su vez...—, el comienzo de una batalla sin precedentes… En las Eddas, las consecuencias son numerosas: la muerte de Odín por la mordedura de Fenrir, Thor y Jörmungandr se dan muerte el uno al otro, Surt, el gigante de fuego, incendia el universo… Pero, por encima de todo, se habla del resurgimiento de una nueva vida, de un nuevo orden universal. El Ragnarok, aun con su tétrico y aciago encanto de profecía inevitable, es el final de un mundo y el comienzo de otro, en lugar del vacío eterno. Es difícil determinar si God of War II: Ragnarok (título provisional) adaptará todos estos acontecimientos de manera relativamente fiel a los mitos, pero está claro que, cuando menos, podemos anticipar, en mayor o menor medida, estas situaciones, si bien habremos de esperar al producto final para contemplar las resoluciones.

PROFUNDIZACIÓN EN LA RELACIÓN PATERNOFILIAL
En palabras de Cory Barlog, la paternidad lo cambió por completo, alteró sus prioridades y sus nociones inmediatas sobre la realidad que lo rodeaba. Evidentemente, tal suceso también tuvo un impacto en la reimaginación de God of War (2018), que más o menos seguía la estela del primer The Last of Us en el desarrollo de la relación paternofilial del protagonista y el deuteragonista. El título termina con Kratos y Atreus más cerca del amor familiar que de la indiferencia, el temor o la ignorancia, que es básicamente el punto de partida de la aventura; ahora, tomando como referencia el largo invierno de tres años del Fimbulwinter —prolegómenos del Ragnarok—, sus vínculos estarán más consolidados, si bien a saber en qué sentido. El pasado de la serie hace imposible predecir si veremos cierta discordia o disidencia entre ambos personajes, aunque a buen seguro tendrán que unir fuerzas para enfrentarse a Thor, tal y como se revela en el final secreto de God of War, o para resistir la venganza de una Freya que no parece muy dispuesta a pasar por el alto la muerte de su hijo Baldur, otro de los detonantes del Ragnarok según las Eddas.
Por otro lado, tenemos por ahí las tensiones entre Freya y Odín, matrimonio por conveniencia y por salvar a un reino, y, cómo no, todos los interrogantes acerca del pasado de Faye/Laufey, que ojalá se puedan revivir a través de distintas retrospectivas.

RENOVACIÓN JUGABLE: CÓMO MEJORAR LA NUEVA FÓRMULA GOD OF WAR
Con God of War (2018), la franquicia pasó de los dominios del hack and slash más frenético, cinematográfico y sangriento a una aventura mucho más madura, de ritmo pausado y con un combate íntimo, cercano, que recordaba en buena medida a los esquemas que había ofrecido anteriormente el ya clásico Dark Souls, sin duda uno de los videojuegos más influyentes de los últimos tiempos. Este viraje en la cadencia de la acción no solo suponía la inclusión de elementos más propios del RPG, como el equipamiento y un sistema de experiencia que iba más allá de lo que habíamos visto anteriormente en la serie, sino que se prestaba a adentrarse en los tremedales de una narrativa mucho más compleja. No tengo nada en contra del teatro de odios, venganza y testosterona que son los God of War con ambientación griega; de hecho, creo que suponen un punto de comparación de valor incalculable, un nexo que une al Kratos del pasado con el actual, pero es más que evidente que la franquicia necesitaba un lavado de cara importante. Y vino, vio y venció, como diría aquel, a pesar de que al principio no es que los chicos y chicas de Santa Monica contaran precisamente con el beneplácito más absoluto de los mandamases de Sony.

De cara a una segunda entrega, sin embargo, hay algunos puntos que habría que revisar. El primero, probablemente, pasa por la agilidad; God of War (2018) no es un título que destaque precisamente por su apuesta por una verticalidad libre y desenfadada. Se trata de una jugabilidad un tanto pesada, tosca en la exploración, de nuevo con una tónica similar a la del primer The Last of Us; por tanto, cabe preguntarse si lo nuevo de Cory Barlog seguirá un patrón de evolución similar al del sensacional The Last of Us: Part II, probablemente uno de los mejores títulos de la generación y de los últimos años, que apuesta por una renovada agilidad y por una mayor resolución de situaciones gracias a la profundización en el esquema del plataformeo y de la verticalidad. A buen seguro, un escenario apocalíptico como el Ragnarok demandará todas las fuerzas del bueno de Kratos, y ya lo hemos visto efectuar saltos de extensión considerable… No creo que sea algo fundamental, pero la posibilidad de explorar con algo más de libertad siempre sería bien recibida.
Por otro lado, el hecho de que Atreus se perfile como uno de los grandes artífices del Ragnarok abre la veda a otra pregunta: ¿habrá alternancia del protagonismo, esto es, controlaremos a ambos personajes en distintas fases del título, o solo llevaremos a Kratos? El paso del tiempo también invita a pensar en algo así, ya que Atreus ya será todo un zagal, como diría nuestro compañero de redacción, David Vigón. Además, los murales de Jotunheim sugieren la muerte de Kratos, aunque no solo habremos de extraer una exégesis fúnebre de las pinturas de los gigantes, en tanto en cuanto también cabe la posibilidad de una lectura más metafórica, o la fuerte idea de renacimiento que aparece en los compases finales del Ragnarok. En cualquier caso, no es descabellado pensar que controlaremos a Atreus en algún segmento del paso de God of War por PlayStation 5, y personalmente me gustaría ver cómo lo resuelven desde el punto de vista jugable.

CONCLUSIONES
God of War II: Ragnarok (Título provisional) solo necesitó un mero teaser con un logo para ser uno de los protagonistas de la noche en el pasado evento de PlayStation; si es lícito o no presentar un título de esta manera es algo que dejo a criterio de cada uno, si bien un lanzamiento en 2021 invita al optimismo y a un desarrollo ya avanzado. Es probable que tengamos más detalles de la nueva iteración de la franquicia estrella de Santa Monica muy pronto, por lo que te recomendamos que estés atento a nuestras publicaciones para no perderte ni un solo detalle; eso sí, es indiscutible que la propia ambientación y el escenario en el que se desarrollará el juego dan pie a multitud de resoluciones posibles, y en uVeJuegos ya lo tenemos en nuestro radar como uno de los grandes megatones de la primera mitad de la generación… Y quién sabe si de algo más. El tiempo, como siempre, pondrá todas las cosas en su lugar; a Jörmungandr en Midgard, más concretamente.
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El Ragnarok da pie a cualquier cosa. Partirle la cara a Thor. El primero fue sensacional.
Todavía no lo hemos visto en movimiento. No es descabellado pensar que pueda irse a 2022.
