El segundo asedio

Para todo el que no lo sepa, Dungeon Siege, el juego original, es un claro heredero de Diablo, con su misma mecánica de juego y temática. La única gran diferencia que hubo entre el juego de Gas Powered Games y el de Blizzard es el aspecto gráfico. Si Diablo era en 2D, Dungeon Siege desplegaba unos espectaculares gráficos en tres dimensiones que hacía las delicias de todo jugón. Desde los árboles (sin duda los mejores que se habían visto en esa época) hasta los modelos de los personajes. Un éxito para todo jugador ávido de acción sin complicaciones. Pero, aparte de su gran adicción, Dungeon Siege contaba con un punto muy a su favor: no había niveles, porque todo en sí era un nivel, un mundo extensísimo modelado en sólo un gigantesco nivel; así nos olvidábamos de pantallas de carga y nos encontrábamos con un título con más dinamismo que otros muchos.

El comienzo

Ha pasado ya una generación desde que derrotaste (en el primer juego) a las fuerzas del mal que poblaban la tierra de Ehb. Pero como siempre, ahora aparece una nueva amenaza. De nuevo eres llamado para salvar al mundo, empuñando tu espada y conjurando tus hechizos.

Hace muchos años, cientos, los cruzados de Azunai lucharon encarnizadamente con las legiones de Zaramoth en la batalla final por la centenaria rebelión que se llevaba a cabo. Y así, esta lucha de dioses provocó que la Tierra temblase y las fuerzas mágicas fueran desencadenadas, provocando la muerte instantánea de todos los contendientes. Sólo un inmenso erial recuerda el fatídico momento, llamado La Llanura de las Lágrimas, y que simboliza el fin de La Primera Edad del Hombre.

Pero como era de esperar, la magia, que aún recorre el mundo desde su liberación, ha empezado a engendrar maldad. Y ante tales influencias, de La Llanura de las Lágrimas ha surgido un nuevo ejército que llama a las puertas de la destrucción. Sin oposición aparente, parece ser que se acerca el fin de La Segunda Edad del Hombre.

¿Segundas partes nunca fueron buenas?

Gas Powered Games vuelve al ataque con una secuela que parece mejorar lo que ya pudimos probar.

En principio, parece presentar una mejor jugabilidad. Amén de la facilidad de manejo, ahora contaremos con más armas, mejores hechizos y nuevas habilidades, enmarcadas en un árbol sobre el cual iremos eligiendo las que queremos aprender, tras el consiguiente gasto de puntos de habilidad. Es decir, un sistema al uso, conocido ya por todos desde tiempos inmemoriales.

Esto nos da más posibilidades al crear nuestro personaje. Así, podremos crear un guerrero bárbaro o, por el contrario, modelar un luchador con otras dotes aparte de romper cráneos. Sin duda algo que se echaba mucho en falta en el original.