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Impresiones jugables - Descenso a la locura
Hemos podido disfrutar de las primeras horas de Call of Cthulhu y te contamos todo lo que hay que saber sobre una de las grandes y más fidedignas adaptaciones de Lovecraft al videojuego.
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Ahora es muy fácil hablar de Lovecraft y de su dilatada y lóbrega influencia tanto en la literatura de terror y de suspense como en todos los ámbitos de la cultura contemporánea; sin embargo, hubo una época en la que este ampuloso y genial autor, más corrector y estilista en la forma que escritor, estaba relegado al ostracismo, condenado en un momento que parecía que no terminaba de ser el suyo. Ciertamente, el bueno de Howard y su círculo de confabuladores creativo-literarios eran unos adelantados a su tiempo, y comenzaron a perfilar la grandeza del terror cósmico allá por la década de los 20 del siglo pasado.
No es que el género en sí necesite presentación alguna, pues estamos viviendo un auténtico aluvión de adaptaciones e inspiraciones de la terrorífica obra de Lovecraft, pero convendría recordar que algunas de sus bazas son la inclusión de elementos de ciencia ficción en el trasfondo, haciendo de eje del terror en conjunto con una cosmogonía sobrecogedora, y la psicología humana ante todo tipo de situaciones indescriptibles. Está claro que el cóctel ha calado hondo para los chicos de Cyanide, porque su próximo juego, el que hoy nos ocupa, hace de todas estas dementes características su oscura y aciaga razón de ser. Imposible empezar mejor.
¿Está seguro de que quiere ser detective?
Uno de los detalles más sobresalientes es que el argumento es el auténtico plato fuerte de la aventura: en ella encarnaremos a Edward Pierce, un investigador privado que malvive como puede, haciendo frente al acoso acezante de las pesadillas y de sus múltiples y perniciosos vicios, herencia lacerante de un pasado en el que sirvió como soldado en la Primera Guerra Mundial. Un acontecimiento de tal gravedad y magnitud haría mella en cualquiera, y nuestro protagonista es el vivo reflejo de gran parte de las secuelas que puede llegar a vivir un veterano de un conflicto armado; no obstante, Call of Cthulhu consigue encauzar con mordacidad y acierto estas patologías psicológicas del bueno de Edward, y se sirve de ellas para presentar una historia en la que constantemente nos encontraremos con situaciones imposibles, en las que no sabremos a ciencia cierta si nos encontramos ante macabras alucionaciones o ante criaturas y conspiraciones dignas de una prolífica y disparatada mente como fue la del gran Lovecraft.
En este sentido, la trama arranca cuando un señor aparece en nuestra oficina de detective privado, pidiendo nuestra atención para la inspección de un tétrico e indescifrable cuadro que porta bajo el brazo. Tras captar la atención de Edward, este hombre se revela como el padre de Sarah Hawkins, una prolífica y críptica artista, autora de esa horrorífica pintura, que ha muerto en extrañas condiciones junto a su familia en su mansión en la isla de Darkwater, frente a las costas de Massachusetts; la intención del pariente es limpiar la reputación de su hija, que debido a sus últimas creaciones se había visto envuelta en una marea de cuchicheos sobre su inclinación por el ocultismo, las ciencias prohibidas o incluso sobre sus facultades mentales. Así pues, nuestro protagonista pone rumbo a la desolada y cadavérica isla, donde habrá de enfrentarse a sus peores y más secretos miedos, al tiempo que desentraña los misterios de un mundo en el que nada es lo que parece. Aquí entra en juego el hábil medidor de locura, que se activará en momentos en los que Edward será presa del pánico; estas escenas son capaces de añadir un plus de intensidad y credibilidad a nuestra labor detectivesca, si bien apenas hemos podido verlas en profundidad.
El camino de la verdad
Queda, por tanto, la cuestión jugable: ¿cuáles son las cualidades de Call of Cthulhu? La respuesta es bastante sencilla, ya que se ampara en una clásica y fructífera perspectiva en primera persona, perfecta para vincularnos mental y visualmente a su ambientación terrorífica, en la que las habilidades de investigación y detección de Edward son fundamentales. Partamos desde la base: disponemos de un árbol de habilidades, compuesto por una serie destrezas que nos permitirán tanto interaccionar con el entorno como avanzar nuestras pesquisas o resolver los diálogos; la más evidente, denominada investigación, será clave para reconstruir las escenas de crímenes o de situaciones anómalas, las cuales tendremos que presenciar si queremos desenmascarar la verdad. Disponemos de otros talentos como ocultismo o medicina, que no podrán ser mejoradas por procedimientos normales -es decir, a través de la progresión del personaje-, y que solo serán susceptibles a aumentar cuando encontremos determinados artefactos relacionados con una de estas dos ciencias; el misterio queda, eso sí, en si podremos contemplar realmente distintos finales o desarrollos de la aventura en función de las habilidades que hayamos decidido priorizar, algo que tendría un valor inmenso.
Por otro lado, también nos encontraremos con determinados acertijos y escenas de tensión que demandan el empleo del sigilo, si bien este no termina de estar bien implementado debido a que los enemigos de la demostración parecían prácticamente incapaces de descubrirnos salvo en las acciones y situaciones más obvias y bruscas. Esto, en líneas generales, no debería de ser un gran problema, siempre y cuando el título no se apoye de forma sistemática en este tipo de mecánicas; en caso contrario, nos encontraríamos ante un serio inconveniente que podría comprometer el excepcional ejercicio de inmersión del que hace gala Call of Cthulhu, indispensable tanto por la tónica de la trama como por las influencias lovecraftianas que arrastra.
Conclusiones
Call of Cthulhu tiene motivos más que de sobra para aparecer como uno de los títulos más llamativos de este epílogo del 2018; la puesta en escena, rasgo distintivo y esencial para este tipo de propuestas, es capaz de encandilar incluso a los más escépticos y críticos, a pesar de que la gran mayoría de los escenarios son lineales y se encuentran plagados de obstáculos que nos impiden avanzar de forma libre. Las primeras horas de la demostración son notables, y logran transmitir casi a la perfección esas sensaciones de misterio, ocultismo y deidades extraterrestres de poderes inconcebibles; falta, eso sí, ver si el resto del juego mantiene el buen hacer, al tiempo que potencia el impacto audiovisual y escenográfico de algunos momentos que, por exceso de sutileza o por falta de descaro, mueren a las orillas del verdadero horror psicológico. En cualquier caso, apuntad bien el próximo treinta de octubre, porque está claro que como mínimo nos encontraremos ante una interesantísima y cuidada adaptación de Lovecraft al videojuego, algo que siempre es y será motivo de celebración.
No es que el género en sí necesite presentación alguna, pues estamos viviendo un auténtico aluvión de adaptaciones e inspiraciones de la terrorífica obra de Lovecraft, pero convendría recordar que algunas de sus bazas son la inclusión de elementos de ciencia ficción en el trasfondo, haciendo de eje del terror en conjunto con una cosmogonía sobrecogedora, y la psicología humana ante todo tipo de situaciones indescriptibles. Está claro que el cóctel ha calado hondo para los chicos de Cyanide, porque su próximo juego, el que hoy nos ocupa, hace de todas estas dementes características su oscura y aciaga razón de ser. Imposible empezar mejor.
¿Está seguro de que quiere ser detective?
Uno de los detalles más sobresalientes es que el argumento es el auténtico plato fuerte de la aventura: en ella encarnaremos a Edward Pierce, un investigador privado que malvive como puede, haciendo frente al acoso acezante de las pesadillas y de sus múltiples y perniciosos vicios, herencia lacerante de un pasado en el que sirvió como soldado en la Primera Guerra Mundial. Un acontecimiento de tal gravedad y magnitud haría mella en cualquiera, y nuestro protagonista es el vivo reflejo de gran parte de las secuelas que puede llegar a vivir un veterano de un conflicto armado; no obstante, Call of Cthulhu consigue encauzar con mordacidad y acierto estas patologías psicológicas del bueno de Edward, y se sirve de ellas para presentar una historia en la que constantemente nos encontraremos con situaciones imposibles, en las que no sabremos a ciencia cierta si nos encontramos ante macabras alucionaciones o ante criaturas y conspiraciones dignas de una prolífica y disparatada mente como fue la del gran Lovecraft.
En este sentido, la trama arranca cuando un señor aparece en nuestra oficina de detective privado, pidiendo nuestra atención para la inspección de un tétrico e indescifrable cuadro que porta bajo el brazo. Tras captar la atención de Edward, este hombre se revela como el padre de Sarah Hawkins, una prolífica y críptica artista, autora de esa horrorífica pintura, que ha muerto en extrañas condiciones junto a su familia en su mansión en la isla de Darkwater, frente a las costas de Massachusetts; la intención del pariente es limpiar la reputación de su hija, que debido a sus últimas creaciones se había visto envuelta en una marea de cuchicheos sobre su inclinación por el ocultismo, las ciencias prohibidas o incluso sobre sus facultades mentales. Así pues, nuestro protagonista pone rumbo a la desolada y cadavérica isla, donde habrá de enfrentarse a sus peores y más secretos miedos, al tiempo que desentraña los misterios de un mundo en el que nada es lo que parece. Aquí entra en juego el hábil medidor de locura, que se activará en momentos en los que Edward será presa del pánico; estas escenas son capaces de añadir un plus de intensidad y credibilidad a nuestra labor detectivesca, si bien apenas hemos podido verlas en profundidad.
El camino de la verdad
Queda, por tanto, la cuestión jugable: ¿cuáles son las cualidades de Call of Cthulhu? La respuesta es bastante sencilla, ya que se ampara en una clásica y fructífera perspectiva en primera persona, perfecta para vincularnos mental y visualmente a su ambientación terrorífica, en la que las habilidades de investigación y detección de Edward son fundamentales. Partamos desde la base: disponemos de un árbol de habilidades, compuesto por una serie destrezas que nos permitirán tanto interaccionar con el entorno como avanzar nuestras pesquisas o resolver los diálogos; la más evidente, denominada investigación, será clave para reconstruir las escenas de crímenes o de situaciones anómalas, las cuales tendremos que presenciar si queremos desenmascarar la verdad. Disponemos de otros talentos como ocultismo o medicina, que no podrán ser mejoradas por procedimientos normales -es decir, a través de la progresión del personaje-, y que solo serán susceptibles a aumentar cuando encontremos determinados artefactos relacionados con una de estas dos ciencias; el misterio queda, eso sí, en si podremos contemplar realmente distintos finales o desarrollos de la aventura en función de las habilidades que hayamos decidido priorizar, algo que tendría un valor inmenso.
Por otro lado, también nos encontraremos con determinados acertijos y escenas de tensión que demandan el empleo del sigilo, si bien este no termina de estar bien implementado debido a que los enemigos de la demostración parecían prácticamente incapaces de descubrirnos salvo en las acciones y situaciones más obvias y bruscas. Esto, en líneas generales, no debería de ser un gran problema, siempre y cuando el título no se apoye de forma sistemática en este tipo de mecánicas; en caso contrario, nos encontraríamos ante un serio inconveniente que podría comprometer el excepcional ejercicio de inmersión del que hace gala Call of Cthulhu, indispensable tanto por la tónica de la trama como por las influencias lovecraftianas que arrastra.
Conclusiones
Call of Cthulhu tiene motivos más que de sobra para aparecer como uno de los títulos más llamativos de este epílogo del 2018; la puesta en escena, rasgo distintivo y esencial para este tipo de propuestas, es capaz de encandilar incluso a los más escépticos y críticos, a pesar de que la gran mayoría de los escenarios son lineales y se encuentran plagados de obstáculos que nos impiden avanzar de forma libre. Las primeras horas de la demostración son notables, y logran transmitir casi a la perfección esas sensaciones de misterio, ocultismo y deidades extraterrestres de poderes inconcebibles; falta, eso sí, ver si el resto del juego mantiene el buen hacer, al tiempo que potencia el impacto audiovisual y escenográfico de algunos momentos que, por exceso de sutileza o por falta de descaro, mueren a las orillas del verdadero horror psicológico. En cualquier caso, apuntad bien el próximo treinta de octubre, porque está claro que como mínimo nos encontraremos ante una interesantísima y cuidada adaptación de Lovecraft al videojuego, algo que siempre es y será motivo de celebración.
La atmósfera oscura e inquietante. Elementos de profundidad como los diálogos o las habilidades.
Algunas escenas adolecen de sutileza y otras de fortaleza. Jugabilidad un tanto simple.
