Consulta Psico: Tina y Bass
Cuando se despertó estaba tumbado sobre algo que fue en su día un sofá mullido heredado tras varias generaciones de lagartos argentinos pedantes. Tina le soplaba la cara y Bass le masajeaba la cabeza con sus dedazos (con precaución de no sacarle un ojo, literalmente).
- Ay..., bien..., ya estoy muerto..., así no tengo que dar explicaciones sobre la pérdida del patrimonio a mi familia...- susurró.
- No, doctor, estás muy vivo, podrás seguir hablando y ayudando a gente como nosotros durante muchos años más -respondió Tina.
- Mierda, prefería lo otro -masculló Gex.
- Doctor, no sé como lo ha hecho, pero a pesar de no tener huesos y de ser gay ha solucionado mi relación padre e hija -felicitó sorprendido Bass sin quitarle la mano encima y acercándose demasiado a su cuerpo en una postura inconscientemente agresiva.
- Sí que tengo huesos -respondió Gex indignado.
- Hemos limado nuestras asperezas gracias a la fiereza de nuestros puños y al poderío de nuestros ataques -comentó Tina ensoñadora como si fuera algo tierno.- También he comprendido al ver sus recuerdos destruidos la importancia de conservar las tradiciones familiares, y mi padre entendió que puedo ser luchadora y actriz, al igual que mis amigas del Torneo DOA: Helena, que es cantante de ópera, Hitomi estudiante o Lei Fang cuidadora de osos pandas.
- Sí, no hay nada mejor para unir a la familia que pelear, romper un local e involucrar a un tercero... Como cuando eras pequeña, Tina -dijo Bass casi llorando.
- Es verdad... ¡Te quiero, papá!- lloró Tina.
- Y yo más, Tinita- dijo Bass con los ojos rojos.
Padre e hija se abrazaron como antaño y el lagarto contusionado vomitó sangre emocionado.
Después de recibir los honorarios, Gex se preguntó si realmente él había ayudado a sus pacientes más allá de ejercer como saco de puñetazos, si había hablado, si había aconsejado bien, algo mínimamente relacionado con su profesión. No importaba, los había despachado, había cobrado y había perdido una apuesta.
Al rato entró ilusionada Slalem con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¡Doctor, doctor! ¡Ve como yo tenía raz...! ¡Doctor! -chilló asustada al ver el asqueroso aspecto de su superior.
- Tranquila, gatita, estoy bien..., al menos eso me miento.
- En ese caso no le importará que me regodee en mi victoria sobre usted.
- Mientras no me des una paliza después... no -bromeó Gex
- Yo tenía razón, ese hombre es calvo, siempre lo fue. Las mujeres nunca fallamos, tenemos instinto.
- Eso veo.
- Vamos, arréglese y vámonos al restaurante que apostamos -dijo ella impaciente.
- ¿Ahora? Si apenas puedo moverme..., lo más seguro es que me quede aquí a dormir.
- No es problema, hagamos la cena aquí, llamemos por teléfono.
- No, no es justo, no sería cumplrir la apuesta de forma correcta. Este estropicio no es un restaurante ni es nada.
- No importa, doctor, mientras usted cene conmigo y pague la cena me daré por satisfecha.
- En ese caso vale.
Slalem fue al teléfono de su escritorio fuera del despacho.
- Y llamaré desde el teléfono de la consulta con su correspondiente factura -puntualizó ella a gritos.
- Vaaaaale.
Gex suspiró y se acomodó lo mejor mejor posible sin moverse.
- Por lo menos no tendré que moverme mucho- pensó, pero conociéndose él mismo, no se quedaría a gusto si no fuese sincero consigo mismo, si no dijese, al menos en pensamientos, lo que en el fondo sentía.- Suerte que era calvo.
- Gracias a Dios que era calvo -pensó Slalem sonriendo al vacío y emocionada.
FIN
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