Los 7 pecados de Silent Hill

Pyramid Head lleva tantos años sufriendo vejaciones que solo le falta ponerse detrás de una cortinilla con una pamela para testificar. Sus escenas como chulo de maniquíes en Silent Hill 2 (el único juego en el que su presencia tenía sentido argumental) le valieron varios premios Rape of the Year, pero su mánager empezó a inyectarle esteroides y a aceptar papeles de baja estofa, como el de Bogeyman en Silent Hill: Homecoming. De este modo, cuando se quiso dar cuenta, el bueno de Pyramid Head ya estaba con el bolso y el cigarro en la calle más sucia de Hollywood. Hay quien dice que el momento más bajo de su carrera fue la primera película de Silent Hill, pero eso es solo porque no ha visto Revelation 3D, un truñaco de proporciones bíblicas basado en la tercera entrega que hace a parecer a la otra Ciudadano Kane. En serio, tenéis que ver esta bazofia, y no por Pyramid Head, sino porque comete osadías como no matar a Sean Bean y poner al puto Jon Snow como Vincent, que pasa de ser un sacerdote con perversas intenciones a un compañero de instituto de Heather. Que este engendro con Malcolm McDowell y Carrie-Ann Moss recuperase la inversión en taquilla es una de esas cosas que hacen perder la fe en la especie.

Ah, ¿que no es Soul Calibur?