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Análisis de Victoria 3, el nuevo título de estrategia de los creadores de Stellaris y Crusader Kings
Paradox vuelve a su maravilloso terreno de la "estrategia dura" con Victoria 3, su simulador de economía e historia victoriana. ¿Es el mejor título de estrategia de 2022? Te lo contamos.
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Todo el tejido del espacio tiempo se desfigura, se desmorona; ves todas las eras, todos los mundos y todas las galaxias pasando por delante de tus ojos y de pronto la máquina del tiempo se detiene, con una aspiración que recuerda a un remolino… Y estás en Europa, a mediados del siglo XIX. Menudo lío de época. Son, en efecto, años de locura, donde coexisten avances industriales y tecnológicos casi sin parangón (superados únicamente por la pulsión investigativa del siglo XX) con algunas cosas que a día de hoy no dudaríamos en llamar fechorías, sin más. Te hablo de un trabajo infantil sistemático, de una segregación racial que ríete tú de los guettos de Estados Unidos, y también de un conservadurismo ideológico que asusta y que, hasta cierto punto, nos permite trazar comparativas muy esclarecedoras con lo que ha sucedido en las últimas décadas. Toda esta magia, esta dualidad, la tienes en Victoria 3, pero con una diferencia fundamental: ahora el mundo puede cambiar de acuerdo con tus designios, con tu forma de ver y entender la realidad.

Esto es, en esencia, lo que te propone Paradox, sin duda uno de los grandes nombres propios en lo que a estrategia interactiva se refiere, en la tercera entrega de Victoria, un complejo RTS que hace énfasis en la economía, la producción agraria y el control gubernamental en las sociedades victorianas. El modelo, en cualquier caso, no es nuevo; ya vimos algo parecido en los distintos Crusader Kings, que se centran en la diplomacia, las tramas palaciegas y los líos de las eras oscuras de la historia de la humanidad, o en Stellaris, donde nos ponemos al mando de una civilización galáctica… O incluso de Europa Universalis, que temáticamente está mucho más cerca de Victoria, si bien se siente como algo totalmente distinto. Así pues, en esas estamos: un título de estrategia dura, de la rama más bestia de aquellos vástagos del legendario Dune que lo comenzó todo en el género.
La estrategia de Victoria 3
¿Cómo se juega a esto, entonces? Bueno, el primer paso es seleccionar una nación. Ya te aviso de que hay un montón; no las he contado, pero a ojo me parece que está el mundo completo a tu disposición. No obstante, cada país tiene sus propias ventajas y sus inconvenientes; si tenemos en cuenta que nos situamos en 1836 (una partida comprende desde ese año hasta 1936), sobra decir que Inglaterra y Francia están en todo su esplendor, y potencias como Rusia, zarista por aquel entonces, o como EEUU, comienzan a pisarles los talones. Eso, como español, te fastidia; no es bastante ver que tu país está el octavo en la lista mundial de 1836, es decir, mucho más alto de lo que se encuentra hoy en día, sino que tus dos enemigos históricos están cerca, están enfadados y son muy, muy poderosos. Dejando agravios humorísticos al margen, lo cierto es que la elección de un país u otro va a cambiar enormemente tu experiencia jugable, lo cual siempre es de agradecer.
Si vas a una potencia establecida, como el Imperio Austrohúngaro, tu objetivo es, lógicamente, sobrepasar a tus competidores, probablemente gracias a un intrincado sistemas de exportaciones e importaciones que te tendrá unas cuantas horas abrumado hasta que le pilles el punto. ¿Qué pasa si juegas con una potencia reconocida, pero no top? Vaya, qué pasa si pillas Españita… Pues que tienes que meterte en una desesperada carrera por la industrialización, en una reforma que conlleva tanto elementos políticos como económicos. Cuando gobiernes, estés en el país en el que estés, tendrás a tu disposición tareas de diplomacia externa, pero también muchísimos elementos de política interior: grupos que te apoyan, partidos o sindicatos que te odian, e incluso, dependiendo del modelo sociopolítico que escojas, vas a tener que lidiar con la oposición. Cada ley nueva que quieras introducir en tu país va a llevar su tiempo y estará ligada a multitud de eventos emergentes que afectarán a su completitud, lo que genera una sensación de dinamismo que le sienta fenomenal a la estrategia de Victoria 3.

Del resto de áreas te puedes esperar más o menos lo mismo: la economía y la producción son igualmente profundas, por ejemplo. Tienes que tener en cuenta los precios de mercado, la industria de tus aliados y de tus países aledaños (a fin de comerciar y cooperar con ellos), y también la disponibilidad de tus propias materias primas y de tu consumo interno. A veces, lo lógico será fomentar las exportaciones, y otras veces la optimización pasará por favorecer el consumo interno, todo depende de la balanza de precios. Estas idas y venidas de la economía son muy naturales y, como digo, están en consonancia no solo con lo que acontece en tu nación, sino a nivel macroeconómico. La construcción, en cambio, es algo más libre pero está excesivamente limitada a huecos por tipo en ciudades (del estilo de 5 huecos para edificios agrarios, 3 para distritos, etc), lo que a veces encorseta un poco el molde estratégico del título.
¿Está Victoria 3 a la altura de los grandes éxitos de Paradox?
De hecho, el principal problema de Victoria 3 es que, a pesar de que su estrategia es brutal, a nivel de variedad la cosa no está muy allá; no es plan de exigirle una gran variedad mecánica a un título de, digamos, “táctica dura”, pero sí que es verdad que se echan en falta distintas áreas de incidencia. Todo el apartado bélico, por ejemplo, es bastante limitado, todavía más incluso que en Crusader Kings 3, que tampoco es que fuera el mejor simulador de combates medievales de la historia (ese es el máximo grado de enjuiciamiento que le puedo dedicar a la obra maestra de Paradox). En temas diplomáticos, si bien es cierto que tienes unas cuantas opciones, tampoco podemos negar que lo visto está muy lejos de lo que plantea un Civilization moderno al uso, o de lo que plantean otros títulos de la compañía sueca, pionera en casi todas estas cuestiones. Es más, al carecer de ese componente tan rolero, tan RPG, de Crusader Kings, al final te queda la impresión de que estás ante un “mero” simulador de economía victoriana.
No obstante, eso no tiene nada de malo. Como te decía antes, hay una magia especial en esto de perderse entre incontables menús (no te preocupes, es mucho más dinámico que Football Manager, mismamente), en busca de una ley, de un proyecto de edificación estatal o de un nuevo sistema impositivo que grave el consumo de distintos productos, a fin de poner la nación a punto y encumbrarla a su mejor momento histórico. Queda bien claro, eso sí, que, a diferencia de Stellaris, por ejemplo, es difícil que alguien se enganche del todo a Victoria 3 si no está especialmente interesado en cuestiones geopolíticas o historiográficas, por lo que mis recomendaciones van por ahí: si eres un apasionado de los siglos XIX y XX, o si eres el típico que tiene expansión o alguna web similar en la barra de tareas, es más que probable que Victoria 3 te encante hasta límites insospechados. En cambio, si apenas estás entrando en el género, te aconsejaría cierta precaución: pasar de Civilization o Age of Empires a Victoria 3 o Crusader Kings 3 es como pasar de nadar con manguitos en una piscina infantil a que te suelten en mar abierto con tres tiburones al lado.

De todas formas, ya te digo que el título te ofrece los suficientes alicientes, especialmente en temas de narrativa emergente, como para que sientas que cada partida es diferente; de hecho, hasta cierto punto, cada experiencia está completamente ligada al jugador. En lo personal, me quedo con algunas anécdotas divertidas; por ejemplo, un trágico intento de hundir la fabricación de armas del imperio ruso (a través de la inflación) terminó provocando, al más puro estilo efecto dominó, un conflicto diplomático con Francia, que tiene el extraño y maravilloso don de estar siempre en medio. Hay muchas más: niños trabajando en fábricas por una reforma laboral que salió medio mal, generales desprestigiados hasta casi el golpe de Estado… Hay un montón de pequeñas subtramas dinámicas esperándote en Victoria 3, y eso siempre es algo que merece ser celebrado.
CONCLUSIONES
Quizás Victoria 3 no llegue a las cotas de excelencia de los fenomenales Stellaris y Crusader Kings 3, sin duda dos de los mejores RTS de las últimas décadas, pero su fórmula estratégica, ampliamente centrada en la industria y en la economía (tanto a nivel nacional como mundial), su genial narrativa emergente, donde cada decisión puede afectar sobremanera a tu experiencia jugable y dar lugar a escenarios totalmente imprevistos, y su buen trabajo en temas de ambientación, con un apartado sonoro más que notable, son motivos más que de sobra para considerarlo la mejor entrega de la franquicia. Solo le ha faltado un poquito de variedad jugable, sobre todo en lo referido a la guerra y la diplomacia (se echa en falta un toque más rolero aquí también, con personajes y un mayor grado de interacción) para sentarse a comer en la mesa de los grandes de Paradox. Si te mola la estrategia dura, ni te lo pienses; sin embargo, si acabas de empezar en ella, ojito: Victoria 3 es implacable, no tiene un tutorial muy católico, ni es especialmente interactivo, por lo que se te puede hacer cuesta arriba en muchos momentos. En esencia, sigue siendo un juego de nicho… ¡Pero menudo nicho tan bueno!


Esto es, en esencia, lo que te propone Paradox, sin duda uno de los grandes nombres propios en lo que a estrategia interactiva se refiere, en la tercera entrega de Victoria, un complejo RTS que hace énfasis en la economía, la producción agraria y el control gubernamental en las sociedades victorianas. El modelo, en cualquier caso, no es nuevo; ya vimos algo parecido en los distintos Crusader Kings, que se centran en la diplomacia, las tramas palaciegas y los líos de las eras oscuras de la historia de la humanidad, o en Stellaris, donde nos ponemos al mando de una civilización galáctica… O incluso de Europa Universalis, que temáticamente está mucho más cerca de Victoria, si bien se siente como algo totalmente distinto. Así pues, en esas estamos: un título de estrategia dura, de la rama más bestia de aquellos vástagos del legendario Dune que lo comenzó todo en el género.
La estrategia de Victoria 3
¿Cómo se juega a esto, entonces? Bueno, el primer paso es seleccionar una nación. Ya te aviso de que hay un montón; no las he contado, pero a ojo me parece que está el mundo completo a tu disposición. No obstante, cada país tiene sus propias ventajas y sus inconvenientes; si tenemos en cuenta que nos situamos en 1836 (una partida comprende desde ese año hasta 1936), sobra decir que Inglaterra y Francia están en todo su esplendor, y potencias como Rusia, zarista por aquel entonces, o como EEUU, comienzan a pisarles los talones. Eso, como español, te fastidia; no es bastante ver que tu país está el octavo en la lista mundial de 1836, es decir, mucho más alto de lo que se encuentra hoy en día, sino que tus dos enemigos históricos están cerca, están enfadados y son muy, muy poderosos. Dejando agravios humorísticos al margen, lo cierto es que la elección de un país u otro va a cambiar enormemente tu experiencia jugable, lo cual siempre es de agradecer.
Si vas a una potencia establecida, como el Imperio Austrohúngaro, tu objetivo es, lógicamente, sobrepasar a tus competidores, probablemente gracias a un intrincado sistemas de exportaciones e importaciones que te tendrá unas cuantas horas abrumado hasta que le pilles el punto. ¿Qué pasa si juegas con una potencia reconocida, pero no top? Vaya, qué pasa si pillas Españita… Pues que tienes que meterte en una desesperada carrera por la industrialización, en una reforma que conlleva tanto elementos políticos como económicos. Cuando gobiernes, estés en el país en el que estés, tendrás a tu disposición tareas de diplomacia externa, pero también muchísimos elementos de política interior: grupos que te apoyan, partidos o sindicatos que te odian, e incluso, dependiendo del modelo sociopolítico que escojas, vas a tener que lidiar con la oposición. Cada ley nueva que quieras introducir en tu país va a llevar su tiempo y estará ligada a multitud de eventos emergentes que afectarán a su completitud, lo que genera una sensación de dinamismo que le sienta fenomenal a la estrategia de Victoria 3.


Del resto de áreas te puedes esperar más o menos lo mismo: la economía y la producción son igualmente profundas, por ejemplo. Tienes que tener en cuenta los precios de mercado, la industria de tus aliados y de tus países aledaños (a fin de comerciar y cooperar con ellos), y también la disponibilidad de tus propias materias primas y de tu consumo interno. A veces, lo lógico será fomentar las exportaciones, y otras veces la optimización pasará por favorecer el consumo interno, todo depende de la balanza de precios. Estas idas y venidas de la economía son muy naturales y, como digo, están en consonancia no solo con lo que acontece en tu nación, sino a nivel macroeconómico. La construcción, en cambio, es algo más libre pero está excesivamente limitada a huecos por tipo en ciudades (del estilo de 5 huecos para edificios agrarios, 3 para distritos, etc), lo que a veces encorseta un poco el molde estratégico del título.
¿Está Victoria 3 a la altura de los grandes éxitos de Paradox?
De hecho, el principal problema de Victoria 3 es que, a pesar de que su estrategia es brutal, a nivel de variedad la cosa no está muy allá; no es plan de exigirle una gran variedad mecánica a un título de, digamos, “táctica dura”, pero sí que es verdad que se echan en falta distintas áreas de incidencia. Todo el apartado bélico, por ejemplo, es bastante limitado, todavía más incluso que en Crusader Kings 3, que tampoco es que fuera el mejor simulador de combates medievales de la historia (ese es el máximo grado de enjuiciamiento que le puedo dedicar a la obra maestra de Paradox). En temas diplomáticos, si bien es cierto que tienes unas cuantas opciones, tampoco podemos negar que lo visto está muy lejos de lo que plantea un Civilization moderno al uso, o de lo que plantean otros títulos de la compañía sueca, pionera en casi todas estas cuestiones. Es más, al carecer de ese componente tan rolero, tan RPG, de Crusader Kings, al final te queda la impresión de que estás ante un “mero” simulador de economía victoriana.
No obstante, eso no tiene nada de malo. Como te decía antes, hay una magia especial en esto de perderse entre incontables menús (no te preocupes, es mucho más dinámico que Football Manager, mismamente), en busca de una ley, de un proyecto de edificación estatal o de un nuevo sistema impositivo que grave el consumo de distintos productos, a fin de poner la nación a punto y encumbrarla a su mejor momento histórico. Queda bien claro, eso sí, que, a diferencia de Stellaris, por ejemplo, es difícil que alguien se enganche del todo a Victoria 3 si no está especialmente interesado en cuestiones geopolíticas o historiográficas, por lo que mis recomendaciones van por ahí: si eres un apasionado de los siglos XIX y XX, o si eres el típico que tiene expansión o alguna web similar en la barra de tareas, es más que probable que Victoria 3 te encante hasta límites insospechados. En cambio, si apenas estás entrando en el género, te aconsejaría cierta precaución: pasar de Civilization o Age of Empires a Victoria 3 o Crusader Kings 3 es como pasar de nadar con manguitos en una piscina infantil a que te suelten en mar abierto con tres tiburones al lado.


De todas formas, ya te digo que el título te ofrece los suficientes alicientes, especialmente en temas de narrativa emergente, como para que sientas que cada partida es diferente; de hecho, hasta cierto punto, cada experiencia está completamente ligada al jugador. En lo personal, me quedo con algunas anécdotas divertidas; por ejemplo, un trágico intento de hundir la fabricación de armas del imperio ruso (a través de la inflación) terminó provocando, al más puro estilo efecto dominó, un conflicto diplomático con Francia, que tiene el extraño y maravilloso don de estar siempre en medio. Hay muchas más: niños trabajando en fábricas por una reforma laboral que salió medio mal, generales desprestigiados hasta casi el golpe de Estado… Hay un montón de pequeñas subtramas dinámicas esperándote en Victoria 3, y eso siempre es algo que merece ser celebrado.
CONCLUSIONES
Quizás Victoria 3 no llegue a las cotas de excelencia de los fenomenales Stellaris y Crusader Kings 3, sin duda dos de los mejores RTS de las últimas décadas, pero su fórmula estratégica, ampliamente centrada en la industria y en la economía (tanto a nivel nacional como mundial), su genial narrativa emergente, donde cada decisión puede afectar sobremanera a tu experiencia jugable y dar lugar a escenarios totalmente imprevistos, y su buen trabajo en temas de ambientación, con un apartado sonoro más que notable, son motivos más que de sobra para considerarlo la mejor entrega de la franquicia. Solo le ha faltado un poquito de variedad jugable, sobre todo en lo referido a la guerra y la diplomacia (se echa en falta un toque más rolero aquí también, con personajes y un mayor grado de interacción) para sentarse a comer en la mesa de los grandes de Paradox. Si te mola la estrategia dura, ni te lo pienses; sin embargo, si acabas de empezar en ella, ojito: Victoria 3 es implacable, no tiene un tutorial muy católico, ni es especialmente interactivo, por lo que se te puede hacer cuesta arriba en muchos momentos. En esencia, sigue siendo un juego de nicho… ¡Pero menudo nicho tan bueno!
Copia digital proporcionada por PLAION
La economía. La producción. El sistema de mercado. Narrativa emergente: cada partida es única.
Poca variedad: la guerra es bastante simple y la diplomacia también. Casi sin elementos roleros.
A Victoria 3 le ha faltado un poquito de variedad para ser sobresaliente, pero es adictivo, profundo e interesante como pocos. Una joya estratégica.