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La viajera que conocía el infinito
Annapurna Interactive y Heart Machine, artífices de Hyper Light Drifter, se sacan de la manga Solar Ash, una preciosa aventura de plataformas que bebe de Shadow of the Colossus y Gravity Rush.
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El sello de Annapurna Interactive se ha convertido, por méritos propios, en un sinónimo de calidad o, cuando menos, de creatividad distintiva en el medio del videojuego. En su haber cuenta con publicaciones del estilo de Outer Wilds, una odisea sideral de grandes dotes evocadoras, y de What Remains of Edith Finch, la sensacional propuesta narrativa de Giant Sparrow que, entre otras cosas, supone uno de los grandes acercamientos del mundo literario y del realismo mágico al contexto del ocio digital. También tenemos que tener en cuenta a Stray, un título de aventuras que nos pondrá en la piel de un gato callejero que habrá de reencontrarse con su familia, con esos escenarios futuristas y fríos tan interesantes, y que llegará para PlayStation 4, PlayStation 5 y PC el próximo año. Dentro de las apuestas de Annapurna para 2021, que ya está apurando sus últimos compases en este frío mes de diciembre, podemos citar a 12 Minutes, Maquette, The Artful Escape y, por supuesto, a Solar Ash, el nuevo proyecto de Heart Machine, los creadores del más que notable Hyper Light Drifter. En las próximas líneas trataré de contarte lo mejor que pueda qué es lo que puedes esperar de lo nuevo de Annapurna y Heart Machine, que ya está disponible para PlayStation 4, PlayStation 5 y PC vía Epic Games Store.
En primer lugar, a nivel narrativo, Solar Ash se sirve de algunos de los elementos más atractivos de la ciencia ficción moderna para elaborar su hilo argumental; en líneas generales, encarnamos a Rei (cuyo nombre, como dije en nuestro avance, quiero pensar que hace las veces de guiño a Neon Genesis Evangelion), una voidrunner, o corredora del vacío, que habrá de surcar la lóbrega infinitud cósmica para salvar a su planeta natal, que está siendo absorbido por la singularidad de un agujero negro. Es bien sabido que los agujeros negros, junto con toda esa plétora de términos altamente poéticos que traen consigo, véanse horizonte de sucesos, la propia singularidad, o el no tan conocido disco de acreación, han protagonizado un sinfín de manifestaciones culturales contemporáneas; quizás la más sonada es Interstellar, acaso una de las mejores cintas de Christopher Nolan, si bien también es importante tener en cuenta que han tenido ciertas cuotas de aparición en otras franquicias, como Star Trek.

El tema está en que Solar Ash no se sirve de la temática del agujero negro como un mero recurso narrativo, sino que todo el argumento gira alrededor de él; a lo largo de la aventura, que dura entre 4 y 7 horas, dependiendo de la velocidad de nuestro avance, lo nuevo de Heart Machine acierta de pleno a la hora de mostrarnos las consecuencias físicas, sin duda, pero también emocionales, “humanas”, si se quiere, del suceso. Así, encontramos no solo una historia principal que se fundamenta en distintos personajes y que involucra elementos un tanto más espirituales u oníricos, sino que también hallamos personalidades secundarias que vagan, con la mirada perdida y el corazón en el puño, por la tempestuosa confluencia de mundos y planetas que tiene lugar en el vacío cósmico que propone Solar Ash. De hecho, algunos de los mejores momentos del título tienen que ver precisamente con estos personajes secundarios; no todos exhiben el mismo nivel de profundidad narrativa, claro está, pero hay algo muy especial en esto de ayudarlos en sus periplos personales. Eso sí, este contenido no es obligatorio y, de hecho, es fácil pasarlo por alto, hasta el punto de que el seguimiento de sus submisiones llega a complicarse en determinados puntos de la aventura.
Parte de la gracia de los personajes secundarios reside, en cualquier caso, en que te gustarán más unos u otros dependiendo de tus vivencias y experiencias, e incluso de tu estado de ánimo, por lo que el factor subjetivo es indiscutible. Eso sí, es igualmente claro que la narrativa de Solar Ash, en esencia, funciona muchísimo mejor cuando el título es capaz de controlar su caudal de información; es decir, cuando se vale de frases ambiguas, de diálogos emocionalmente complejos y de su excepcional diseño artístico (que se presta con gran facilidad a la narrativa ambiental) para insinuar un trasfondo, una trama secundaria, en lugar de para contártela explícitamente. Una de las cosas que no esperaba encontrarme en el último trabajo de Heart Machine era, honestamente, ese tratamiento tan expositivo del hilo argumental principal, en el que muchas veces los textos explicativos, los cuales además están plagados de terminología de ciencia ficción, se suceden uno tras otro y echan por tierra todas las elucubraciones y teorías que tú como jugador habías ido formando. Cuando funciona, recuerda al sistema de personajes de los SoulsBorne, por ejemplo, tratamiento que, en suma, viene directamente de la franquicia King’s Field; por otro lado, cuando no funciona puede tornarse un pelín reiterativo, de manera que el ritmo de la aventura se resiente sobremanera.

Y es una pena, porque Solar Ash brilla con muchísima fuerza cuando induce ciertos pensamientos o sensaciones, y pierde impacto cuando cuenta con pelos y señales lo que está pasando. Es un debate que viene de siempre, esto es, de la importancia de la relación (en el sentido de ‘relatar’) del autor frente a la interpretación del receptor, y aunque no creo que tenga cabida en este espacio, sí que me parece que Solar Ash se decide, a veces en exceso, por lo primero. Quizás es por eso que a veces me deja una sensación agridulce, porque es indiscutible que simplemente eliminando esos fragmentos de excesiva explicitud argumental el título estaría cerca del sobresaliente, en parte gracias a un diseño artístico de enorme calibre; no en vano ha sido comparado, en más de una ocasión, con las virtuosas estampas de GRIS, probablemente uno de los mejores videojuegos patrios de la historia y diáfano paradigma de la expresión pictórica en la industria. No quiero entrar en cómo se resuelven algunos de los puntos fundamentales de la aventura en el desenlace, puesto que eso incurriría entrar en spoilers, pero baste decir que algunos personajes podrían haber dado un poco más de sí; la sensación final es de viaje extraño, de situación límite, y por tanto es positiva, de todos modos.
En términos jugables, lo nuevo de Heart Machine es algo más consistente. Solar Ash funciona como una especie de plataformas que pone especial énfasis en su particular movimiento por los escenarios: patinar, deslizarse por raíles, hacer importantes viguerías aéreas o agarrarse con un gancho de determinados puntos son acciones que, transcurridos unos instantes iniciales algo más dubitativos, se vuelven naturales y perfectamente coordinadas. El título propone una especie de coreografía en la que resaltan la velocidad, la verticalidad y el ritmo; es así siempre que avanzamos por cada una de las zonas que componen el precioso y decadente mundo, en vísperas de su absorción al vacío universal, de Solar Ash. Hay algunos parajes más trabajados que otros, es verdad, ya que en líneas generales el título va de menos a más. Exactamente lo mismo sucede con los enfrentamientos contra las “Escorias”, una suerte de entes primigenios de la singularidad que se encuentran en letargo en una zona determinada; para progresar en la historia habremos de derrotarlos, combate épico de escalada-movimiento por sus cuerpos, circunstancia que le ha valido al título para ser comparado con el legendario Shadow of the Colossus.

Eso sí, el combate contra los enemigos normales, las pequeñas distorsiones que aparecen por aquí y por allá, es bastante exiguo; según contaba el estudio, la idea era que el combate fuera una parte más de la exploración, de la navegación por el mundo y, aunque hasta cierto punto se cumple con esa máxima, la verdad es que el resultado a veces peca de ser un tanto confuso. Hay determinadas criaturas que tienen patrones de ataque extraños, otros que hacen áreas un tanto confusas (hasta el punto de que a veces se solapan con el suelo y no puedes ver del todo bien cómo es el ataque), y algunos, probablemente los más molestos, que tienen ataques casi teledirigidos. Al final acabas despachándolos rápido, ya que, por suerte, no tienen mucha vida, pero el sistema de combate, fuera de unos jefes finales que funcionan muy, muy bien, se siente un poco desaprovechado. Es un apartado más del juego, y a pesar de que no resta me parece que tampoco contribuye a sumar. Solar Ash se siente muchísimo más cómodo cuando emplea el ritmo y la cadencia para poner la tensión jugable; hablo de esos momentos en los que golpeamos un punto débil del escenario, a fin de abrir determinadas localizaciones o despertar a una criatura ancestral, o de cuando hacemos algo parecido pero para derrotar a un jefe final, siempre con esa cuenta atrás que te insta a elegir el camino más óptimo y a desplazarte de la manera correcta para no tener que reiniciar el progreso del combate.
La exploración del título no está exenta también de claroscuros. Está claro que un título con un diseño artístico tan pronunciado, y con unos escenarios tan bien construidos (es una delicia ver cómo se interconectan ciertas zonas, o cómo puedes llegar a ese sitio que a priori parecía imposible a través de una cadena de acrobacias muy minimalistas desde el punto de vista visual), se presta a la búsqueda, al descubrimiento, pero ocurre lo mismo que con las misiones secundarias; debido a la ausencia de mapa y de puntos de interés claro, es decir, de al menos una guía visual cómoda, parte de sus secretos pasan desapercibidos, simplemente porque Solar Ash está más pendiente de contarte su historia que de situarte jugablemente en su mundo. Tampoco ayuda que un número significativo de los secretos tengan que ver con elementos puramente cosméticos, debido a que, como es lógico, se trata de cuestiones visuales que no contribuyen a la narrativa del título. En esencia, la exploración está a un nivel altísimo cuando se relaciona de manera directa con los encargos secundarios, ya que es ahí cuando la fórmula respira y el jugador se siente partícipe de los personajes y del mundo, pero no destaca tanto cuando es un contenido puramente cuantitativo.

A nivel audiovisual, Solar Ash impresiona por su acabado artístico, algo que se debe en buena medida al excelente tratamiento del color que presenta. La amalgama de planetas, realidades y mundos que sucumben al vacío se funden en una paleta de colores muy vivos, en la que el negro del ultravacío destaca sobremanera contra el azul tenue de esa especie de nubes que componen el suelo, el turquesa de las aguas y el verde intenso de los pozos de veneno, pluralidad cromática que, unida a los orbes rojos que podemos recoger, trae ciertas reminiscencias de Gravity Rush. En el plano técnico el título cumple también, en el sentido de que no hablamos de un apartado gráfico plano, excesivamente simple; eso sí, es verdad que en temas de rendimiento, al menos en la versión de PlayStation 5, podría haber estado un poco mejor. Hay determinadas caídas de frames que pueden volverse peligrosas en determinados momentos de la acción, especialmente cuando surcamos las inmensidades celestiales de los jefes finales. La música acompaña, simplemente, y el doblaje en inglés está a un nivel bastante bueno (en español nos llega traducido, pero no doblado).
CONCLUSIONES
A Solar Ash le faltó un poquito más de claridad en la dirección creativa y en el desarrollo para alcanzar a Hyper Light Drifter, el anterior proyecto del estudio; tiene, eso sí, un apartado artístico de muchos quilates, y su navegación por el mundo, unida a los enfrentamientos especiales, deja grandes momentos. No obstante, algunos planteamientos chocan con otros de manera clara, véase la excesiva exposición argumental y su simbología visual, o su linealidad narrativa frente a sus problemas de ritmo derivados de la exploración no guiada, por lo que el resultado final no está tan pulido como cabría esperar. Aún así, Solar Ash es uno de los videojuegos más interesantes de 2021, y si te llama la atención la fluidez de su propuesta o su estética ya te digo que no te vas a arrepentir. La única pega es que con un poquito más de interconexión de sus elementos podría haber sido una obra maestra.
En primer lugar, a nivel narrativo, Solar Ash se sirve de algunos de los elementos más atractivos de la ciencia ficción moderna para elaborar su hilo argumental; en líneas generales, encarnamos a Rei (cuyo nombre, como dije en nuestro avance, quiero pensar que hace las veces de guiño a Neon Genesis Evangelion), una voidrunner, o corredora del vacío, que habrá de surcar la lóbrega infinitud cósmica para salvar a su planeta natal, que está siendo absorbido por la singularidad de un agujero negro. Es bien sabido que los agujeros negros, junto con toda esa plétora de términos altamente poéticos que traen consigo, véanse horizonte de sucesos, la propia singularidad, o el no tan conocido disco de acreación, han protagonizado un sinfín de manifestaciones culturales contemporáneas; quizás la más sonada es Interstellar, acaso una de las mejores cintas de Christopher Nolan, si bien también es importante tener en cuenta que han tenido ciertas cuotas de aparición en otras franquicias, como Star Trek.

El tema está en que Solar Ash no se sirve de la temática del agujero negro como un mero recurso narrativo, sino que todo el argumento gira alrededor de él; a lo largo de la aventura, que dura entre 4 y 7 horas, dependiendo de la velocidad de nuestro avance, lo nuevo de Heart Machine acierta de pleno a la hora de mostrarnos las consecuencias físicas, sin duda, pero también emocionales, “humanas”, si se quiere, del suceso. Así, encontramos no solo una historia principal que se fundamenta en distintos personajes y que involucra elementos un tanto más espirituales u oníricos, sino que también hallamos personalidades secundarias que vagan, con la mirada perdida y el corazón en el puño, por la tempestuosa confluencia de mundos y planetas que tiene lugar en el vacío cósmico que propone Solar Ash. De hecho, algunos de los mejores momentos del título tienen que ver precisamente con estos personajes secundarios; no todos exhiben el mismo nivel de profundidad narrativa, claro está, pero hay algo muy especial en esto de ayudarlos en sus periplos personales. Eso sí, este contenido no es obligatorio y, de hecho, es fácil pasarlo por alto, hasta el punto de que el seguimiento de sus submisiones llega a complicarse en determinados puntos de la aventura.
Parte de la gracia de los personajes secundarios reside, en cualquier caso, en que te gustarán más unos u otros dependiendo de tus vivencias y experiencias, e incluso de tu estado de ánimo, por lo que el factor subjetivo es indiscutible. Eso sí, es igualmente claro que la narrativa de Solar Ash, en esencia, funciona muchísimo mejor cuando el título es capaz de controlar su caudal de información; es decir, cuando se vale de frases ambiguas, de diálogos emocionalmente complejos y de su excepcional diseño artístico (que se presta con gran facilidad a la narrativa ambiental) para insinuar un trasfondo, una trama secundaria, en lugar de para contártela explícitamente. Una de las cosas que no esperaba encontrarme en el último trabajo de Heart Machine era, honestamente, ese tratamiento tan expositivo del hilo argumental principal, en el que muchas veces los textos explicativos, los cuales además están plagados de terminología de ciencia ficción, se suceden uno tras otro y echan por tierra todas las elucubraciones y teorías que tú como jugador habías ido formando. Cuando funciona, recuerda al sistema de personajes de los SoulsBorne, por ejemplo, tratamiento que, en suma, viene directamente de la franquicia King’s Field; por otro lado, cuando no funciona puede tornarse un pelín reiterativo, de manera que el ritmo de la aventura se resiente sobremanera.

Y es una pena, porque Solar Ash brilla con muchísima fuerza cuando induce ciertos pensamientos o sensaciones, y pierde impacto cuando cuenta con pelos y señales lo que está pasando. Es un debate que viene de siempre, esto es, de la importancia de la relación (en el sentido de ‘relatar’) del autor frente a la interpretación del receptor, y aunque no creo que tenga cabida en este espacio, sí que me parece que Solar Ash se decide, a veces en exceso, por lo primero. Quizás es por eso que a veces me deja una sensación agridulce, porque es indiscutible que simplemente eliminando esos fragmentos de excesiva explicitud argumental el título estaría cerca del sobresaliente, en parte gracias a un diseño artístico de enorme calibre; no en vano ha sido comparado, en más de una ocasión, con las virtuosas estampas de GRIS, probablemente uno de los mejores videojuegos patrios de la historia y diáfano paradigma de la expresión pictórica en la industria. No quiero entrar en cómo se resuelven algunos de los puntos fundamentales de la aventura en el desenlace, puesto que eso incurriría entrar en spoilers, pero baste decir que algunos personajes podrían haber dado un poco más de sí; la sensación final es de viaje extraño, de situación límite, y por tanto es positiva, de todos modos.
En términos jugables, lo nuevo de Heart Machine es algo más consistente. Solar Ash funciona como una especie de plataformas que pone especial énfasis en su particular movimiento por los escenarios: patinar, deslizarse por raíles, hacer importantes viguerías aéreas o agarrarse con un gancho de determinados puntos son acciones que, transcurridos unos instantes iniciales algo más dubitativos, se vuelven naturales y perfectamente coordinadas. El título propone una especie de coreografía en la que resaltan la velocidad, la verticalidad y el ritmo; es así siempre que avanzamos por cada una de las zonas que componen el precioso y decadente mundo, en vísperas de su absorción al vacío universal, de Solar Ash. Hay algunos parajes más trabajados que otros, es verdad, ya que en líneas generales el título va de menos a más. Exactamente lo mismo sucede con los enfrentamientos contra las “Escorias”, una suerte de entes primigenios de la singularidad que se encuentran en letargo en una zona determinada; para progresar en la historia habremos de derrotarlos, combate épico de escalada-movimiento por sus cuerpos, circunstancia que le ha valido al título para ser comparado con el legendario Shadow of the Colossus.

Eso sí, el combate contra los enemigos normales, las pequeñas distorsiones que aparecen por aquí y por allá, es bastante exiguo; según contaba el estudio, la idea era que el combate fuera una parte más de la exploración, de la navegación por el mundo y, aunque hasta cierto punto se cumple con esa máxima, la verdad es que el resultado a veces peca de ser un tanto confuso. Hay determinadas criaturas que tienen patrones de ataque extraños, otros que hacen áreas un tanto confusas (hasta el punto de que a veces se solapan con el suelo y no puedes ver del todo bien cómo es el ataque), y algunos, probablemente los más molestos, que tienen ataques casi teledirigidos. Al final acabas despachándolos rápido, ya que, por suerte, no tienen mucha vida, pero el sistema de combate, fuera de unos jefes finales que funcionan muy, muy bien, se siente un poco desaprovechado. Es un apartado más del juego, y a pesar de que no resta me parece que tampoco contribuye a sumar. Solar Ash se siente muchísimo más cómodo cuando emplea el ritmo y la cadencia para poner la tensión jugable; hablo de esos momentos en los que golpeamos un punto débil del escenario, a fin de abrir determinadas localizaciones o despertar a una criatura ancestral, o de cuando hacemos algo parecido pero para derrotar a un jefe final, siempre con esa cuenta atrás que te insta a elegir el camino más óptimo y a desplazarte de la manera correcta para no tener que reiniciar el progreso del combate.
La exploración del título no está exenta también de claroscuros. Está claro que un título con un diseño artístico tan pronunciado, y con unos escenarios tan bien construidos (es una delicia ver cómo se interconectan ciertas zonas, o cómo puedes llegar a ese sitio que a priori parecía imposible a través de una cadena de acrobacias muy minimalistas desde el punto de vista visual), se presta a la búsqueda, al descubrimiento, pero ocurre lo mismo que con las misiones secundarias; debido a la ausencia de mapa y de puntos de interés claro, es decir, de al menos una guía visual cómoda, parte de sus secretos pasan desapercibidos, simplemente porque Solar Ash está más pendiente de contarte su historia que de situarte jugablemente en su mundo. Tampoco ayuda que un número significativo de los secretos tengan que ver con elementos puramente cosméticos, debido a que, como es lógico, se trata de cuestiones visuales que no contribuyen a la narrativa del título. En esencia, la exploración está a un nivel altísimo cuando se relaciona de manera directa con los encargos secundarios, ya que es ahí cuando la fórmula respira y el jugador se siente partícipe de los personajes y del mundo, pero no destaca tanto cuando es un contenido puramente cuantitativo.


A nivel audiovisual, Solar Ash impresiona por su acabado artístico, algo que se debe en buena medida al excelente tratamiento del color que presenta. La amalgama de planetas, realidades y mundos que sucumben al vacío se funden en una paleta de colores muy vivos, en la que el negro del ultravacío destaca sobremanera contra el azul tenue de esa especie de nubes que componen el suelo, el turquesa de las aguas y el verde intenso de los pozos de veneno, pluralidad cromática que, unida a los orbes rojos que podemos recoger, trae ciertas reminiscencias de Gravity Rush. En el plano técnico el título cumple también, en el sentido de que no hablamos de un apartado gráfico plano, excesivamente simple; eso sí, es verdad que en temas de rendimiento, al menos en la versión de PlayStation 5, podría haber estado un poco mejor. Hay determinadas caídas de frames que pueden volverse peligrosas en determinados momentos de la acción, especialmente cuando surcamos las inmensidades celestiales de los jefes finales. La música acompaña, simplemente, y el doblaje en inglés está a un nivel bastante bueno (en español nos llega traducido, pero no doblado).
CONCLUSIONES
A Solar Ash le faltó un poquito más de claridad en la dirección creativa y en el desarrollo para alcanzar a Hyper Light Drifter, el anterior proyecto del estudio; tiene, eso sí, un apartado artístico de muchos quilates, y su navegación por el mundo, unida a los enfrentamientos especiales, deja grandes momentos. No obstante, algunos planteamientos chocan con otros de manera clara, véase la excesiva exposición argumental y su simbología visual, o su linealidad narrativa frente a sus problemas de ritmo derivados de la exploración no guiada, por lo que el resultado final no está tan pulido como cabría esperar. Aún así, Solar Ash es uno de los videojuegos más interesantes de 2021, y si te llama la atención la fluidez de su propuesta o su estética ya te digo que no te vas a arrepentir. La única pega es que con un poquito más de interconexión de sus elementos podría haber sido una obra maestra.
Copia digital proporcionada por Fortyseven Communications.
El diseño artístico. Navegación por el mundo muy satisfactoria. Jefes finales. De menos a más.
Narrativa principal demasiado expositiva. Exploración un tanto confusa. Bajadas de rendimiento.
A Solar Ash le sobra un poco de exposición, pero es tal su imaginación, su simbología y su navegación por el mundo que es tan cautivador como precioso