To Be a Rock and Not to Roll

Analizado en PlayStation 4. Copia digital proporcionada por MadCatz.

Me gusta más Rock Band que el azúcar glas a Axl Rose. Para que os hagáis una idea del alcance de mi devoción, diré que me he comprado el pack completo dos veces, y que lo primero que metí en la maleta cuando me largué al extranjero fueron los instrumentos de plástico. En un principio lo hice para tener algo con lo que entretenerme los días de lluvia, pero a las pocas semanas ya estaba organizando sesiones rocanroleras con amigos y compañeros de trabajo. Ese es el poder del juego de Harmonix: hacernos conectar con quien tenemos al lado de una forma que solo la música puede lograr.

Naturalmente, cuando el estudio anunció el desarrollo de una nueva entrega, me puse a dar saltos de alegría. Modos de juego más elaborados, novedades en el control, una compatibilidad sin precedentes... Con tantas promesas, parecía que la serie estaba más que preparada para recuperar la gloria perdida allá por 2010, cuando Rock Band 3 cayó víctima de su propia ambición. Y la verdad es que, después de darle caña durante horas, no puedo evitar pensar que Rock Band 4 da dos pasos hacia atrás por cada uno que da hacia delante.

En un mundo en el que el tema de la retrocompatibilidad es prácticamente tabú, el mayor logro de Harmonix ha sido el acuerdo con Sony y Microsoft en lo referente a los periféricos. Si aún guardas la guitarra, la batería y el micro, es muy probable que te sirvan con Rock Band 4, siempre que sean de la misma familia de consolas (es decir, PS3 con PS4 y Xbox 360 con Xbox One). De todas formas, y para que nadie se quede con dudas, la tabla de compatibilidad se puede consultar en este enlace, en el que aparecen cacharros viejísimos de Guitar Hero pero no hay ni rastro del teclado ni la guitarra pro. Por un lado me fastidia no poder usar el keytar, pero por otro entiendo perfectamente su exclusión: solo el tío seriote de Muse puede tocarlo con cierta dignidad.