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Análisis de Fatal Frame: Mask of the Lunar Eclipse, la remasterización de un clásico de terror que nunca salió de Japón
Mask of the Lunar Eclipse, la cuarta entrega numerada de Fatal Frame, llega a Occidente con una remasterización multiplataforma que conserva los defectos y las bondades del original.
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Puede que Fatal Frame (Project Zero en Europa) no sea la franquicia de survival horror más famosa de la historia, pero su longevidad y pervivencia está fuera de toda duda, ya que la serie comenzó sus andaduras allá por el lejanísimo 2001. Eran otros tiempos en el Japón del nuevo milenio, que se abría todavía más a Occidente, a sus modismos y a una reverberación de la asimilación cultural contra la que llevaban décadas luchando, y desde luego era una época bien distinta en todo lo relativo al desarrollo de videojuegos. El creador de Fatal Frame, Makoto Shibata, que por aquel entonces ya formaba parte de Tecmo, se había sumado a un equipo enfocado a currar en PlayStation 2 y, según cuenta la leyenda, había quedado prendado con la lóbrega y memorable ambientación del Silent Hill original. Hablando de pasados remotos… ¡Cómo son las cosas! La ópera prima de Team Silent no solo era la punta de lanza de una Konami atávica, un eco temporal ya difuso que se entregaba en cuerpo y alma a la lucha del horror digital con una apuesta muchísimo más arriesgada y psicológica que la competencia (Resident Evil, evidentemente), sino que era un videojuego distinto, de esos que crean escuela.
Es entendible, por tanto, que Shibata estuviera casi obsesionado con Silent Hill; lo que había hecho Toyama (que después pasó por Japan Studio, de Sony, con Gravity Rush, y ahora está en Bokeh, un estudio independiente…) con su obra no era simplemente realzar el terror japonés en el plano de los videojuegos, sino combinar los motivos de su país con las tendencias occidentales. Según las malas lenguas, más o menos esa era la idea de Shibata, aunque en su caso la revalorización del folclore japonés era el punto central de la propuesta… Y de ahí sale Fatal Frame, una franquicia mítica del survival horror japonés que se centra en eventos sobrenaturales, el uso de cámaras fotográficas como defensa contra lo extraterrenal, y en las pesadillas esotéricas niponas para generar mucho mal rollo. Con el remaster de Fatal Frame: Mask of the Lunar Eclipse, analizamos si la franquicia ha resistido bien el paso del tiempo y si ha sabido actualizarse correctamente al presente, sobre todo ahora que esta cuarta entrega ha conseguido salir de Japón por primera vez.
Fatal Frame: Mask of the Lunar Eclipse, un viaje al pasado del survival horror
Al igual que pasa con Silent Hill, la narrativa siempre ha sido un pilar fundamental de Fatal Frame, aunque su profundización ambiental no llegue a las cotas de excelencia de las tres primeras obras de Team Silent. En esta cuarta entrega, Mask of the Lunar Eclipse, cuyo lanzamiento se fechó en 2008 en exclusiva para Wii, la trama gira en torno a Ruka Minazuki y a un grupo de jóvenes que fueron retenidas contra su voluntad y por razones desconocidas en la ficcional isla de Rougetsu, una pequeña extensión de tierra que refleja sus cimas escarpadas en el cielo nocturno, y sus páramos azotados por el viento y la sal en los recuerdos de nuestra protagonista. Años después de varios escabrosos sucesos, que involucran tanto asesinatos como secuestros, pasando, cómo no, por apariciones espectrales y muertes incomprensibles, varias de estas chicas retornan a Rougetsu para descubrir la verdad sobre su pasado.

El hilo argumental, por supuesto, te tiene un poco de aquí para allá, intentando encajar las piezas que la trama te va soltando, e involucra un montón de elementos que podríamos incluso relacionar con algunas de las grandes cintas del terror japonés, como Ringu (la original The Ring), Ju-On (La maldición: The Grudge, es decir, la del niño pálido malrollero que parodia Scary Movie), y ya más sutilmente presenta ciertas similitudes con clásicos de la talla de Onibaba (1964, tremendo peliculón) o Kuroneko (1968), especialmente en los temas que trata. Todo lo que tiene que ver con la atmósfera cumple y transmite esa sensación tan característica del terror del país del sol naciente, con sus pasillos estrechos e infinitos, sus objetos que cambian de sitio, sus sonidos de pasos casi imperceptibles o su ambiente lóbrego e inconexo, a medio camino entre la realidad y el sueño. Tu único resquicio de cordura y de esperanza es la Camera Obscura, una cámara fotográfica que te permite derrotar a los espíritus malignos sacándoles una foto en el momento preciso. De eso va el combate... Y en esencia todo lo que no tiene que ver con una exploración y unos puzles un tanto básicos.
Eso sí, a Mask of the Lunar Eclipse se le presentan algunos problemillas cuando tiene que trasladar sus intenciones narrativas al plano de la jugabilidad, en parte porque, seamos francos, no todos los survival horror clásicos han tenido la mejor relación posible con el paso de los años. En aquel entonces, los estudios se acercaban a nuevas perspectivas y géneros, muchas veces con el uso de cámaras fijas y su dificultad añadida en temas de concepción espacial por parte del jugador, y todo lo que fuera un “control de tanque” (es decir, un sistema en el que los usuarios mueven al personaje en función de su posición en la escena, y no de la cámara) era un caramelito para los desarrolladores. La técnica permitía entregarse por completo al arte en fondos prerrenderizados de más calidad y con mayores comodidades, al tiempo que situaba la acción correctamente en pantalla y daba pie a menos errores desafortunados… Y claro, también complicaba un poco las cosillas en materia de interacción y de velocidad de reacción.

No obstante, esta falta de comodidad en el control muchas veces era intencionada y llevaba una intención detrás: crear una sensación de indefensión más certera en el jugador. Pongámonos en situación: un machango abigarrado con sierras mecánicas o un fantasma de expresión doliente, casi como si le hubieran arrancado un pelo de la nariz mientras le golpean efusivamente el dedo meñique del pie con la esquina de una mesa, vienen a por ti. ¿Qué haces? Correr, obviamente, no vas a dejar que te maten ahí, impunemente y sin haber terminado la declaración de la renta. Pues no, en muchos survival horror clásicos la cosa no es tan simple: tú quieres correr, darte la vuelta, huir por tu vida, moverte, en resumen, tener una agilidad y unas capacidades psicomotrices propias de un adulto funcional, pero el juego no te deja. Repito, es entendible: el control venía dado tanto por las limitaciones de la época como por una intencionalidad jugable o artística, pero es un tema que no podemos obviar.
El lector con experiencia en el género sabrá que esto no es solo cierto, sino que también era bastante común y potencialmente positivo. Surge, por tanto, la siguiente cuestión: ¿Por qué lo ortopédico de los controles es más doloroso en Mask of the Lunar Eclipse que en otros exponentes de su misma época y planteamiento? Por varias razones. La primera es que, en esta cuarta entrega, se abusa de la claustrofobia, de las estancias súper cerradas y opresivas en el plano horizontal, de manera que la perspectiva se complica y los combates contra espíritus malignos se vuelven un tanto caóticos, cuando no frustrantes. Los fantasmas atraviesan paredes, cambian de dirección, te vuelven loco, como Ronaldinho en sus buenos tiempos, hasta que te ves envuelto en una especie de danza macabra por encontrarlos, hacerles una foto y vuelta a repetir el proceso hasta que el bicho se digne a descansar en paz. Este sistema, que también atesora un montón de momentazos y te mete en tensión constantemente, a veces muestra sus costuras más de lo que debería. Creo que se ha desperdiciado una oportunidad de oro para readaptar un pelín los controles y solucionar esa plétora de asperezas jugables que suscitan y que restan puntos a una fórmula que siempre ha sido más que notable.

Una remasterización justita
Vamos, que podrían haber hecho un poco como Capcom con el excepcional Resident Evil 4 Remake, salvando las distancias de presupuesto y de mecánicas jugables, que entendemos que están prácticamente en las antípodas. Sea como fuere, la segunda razón que explica todo este fenómeno es que Mask of the Lunar Eclipse fue originalmente un exclusivo de Wii, y como tal presenta algunas decisiones de diseño que iban dirigidas al Wiimote, y no a un mando tradicional. La adaptación, todo sea dicho, no las tiene todas consigo, y a pesar de que PS5, PS4 y Switch tienen compatibilidad con el giroscopio, en general cualquier opción de controles termina redundando en una cierta pérdida de la inmersión; en otras palabras, los defectos de control te echan de la escena, ya que no te permiten que pienses todo el rato en la atmósfera ochentera de j-horror tétrico, extraterrenal y profundamente ambiental que supone Fatal Frame, que al final es a lo que veníamos todos.
Por otro lado, en el plano audiovisual, Mask of the Lunar Eclipse tampoco sorprende en exceso con mucho brilli-brilli, como dirían nuestros queridos foreros, ni tampoco en tema de animaciones o mejoras de calidad de vida relevantes para el usuario. Ante todo, Mask of the Lunar Eclipse es una remasterización de un videojuego de Wii, y aunque le han pegado un buen lavado de cara a los rostros, a la resolución y al framerate, hay muchísimas cosas que todavía huelen a 2008. La música, por su parte, repite con melodías muy acertadas y con voces de Tsuki Amano, una cantante japonesa de rock que tiene una larga tradición de colaboraciones con Fatal Frame, siempre con esa voz tan característica suya.
CONCLUSIONES
La remasterización de Fatal Frame: Mask of the Lunar Eclipse es la ocasión perfecta para que los seguidores del survival horror clásico se acerquen a una obra que, contra todo pronóstico, nunca había salido de su Japón de origen, por mucho que las otras cuatro partes sí que hubieran llegado a Occidente. No obstante, no está exenta de problemas: los controles han envejecido particularmente mal y no han sido bien adaptados en su paso de Wii a un mando tradicional, hasta el punto de que la experiencia a veces se hace incómoda o incluso frustrante (especialmente en los combates con cámara de fotos), y el trabajo de actualización a los tiempos que corren es muy, muy superficial en todos los ámbitos. Eso sí, a la hora de la verdad, lo cierto es que Mask of the Lunar Eclipse consigue conservar buena parte de las sensaciones del videojuego original intactas, por lo que sigue ofreciendo una más que interesante experiencia de terror japonés digital.
Es entendible, por tanto, que Shibata estuviera casi obsesionado con Silent Hill; lo que había hecho Toyama (que después pasó por Japan Studio, de Sony, con Gravity Rush, y ahora está en Bokeh, un estudio independiente…) con su obra no era simplemente realzar el terror japonés en el plano de los videojuegos, sino combinar los motivos de su país con las tendencias occidentales. Según las malas lenguas, más o menos esa era la idea de Shibata, aunque en su caso la revalorización del folclore japonés era el punto central de la propuesta… Y de ahí sale Fatal Frame, una franquicia mítica del survival horror japonés que se centra en eventos sobrenaturales, el uso de cámaras fotográficas como defensa contra lo extraterrenal, y en las pesadillas esotéricas niponas para generar mucho mal rollo. Con el remaster de Fatal Frame: Mask of the Lunar Eclipse, analizamos si la franquicia ha resistido bien el paso del tiempo y si ha sabido actualizarse correctamente al presente, sobre todo ahora que esta cuarta entrega ha conseguido salir de Japón por primera vez.
Fatal Frame: Mask of the Lunar Eclipse, un viaje al pasado del survival horror
Al igual que pasa con Silent Hill, la narrativa siempre ha sido un pilar fundamental de Fatal Frame, aunque su profundización ambiental no llegue a las cotas de excelencia de las tres primeras obras de Team Silent. En esta cuarta entrega, Mask of the Lunar Eclipse, cuyo lanzamiento se fechó en 2008 en exclusiva para Wii, la trama gira en torno a Ruka Minazuki y a un grupo de jóvenes que fueron retenidas contra su voluntad y por razones desconocidas en la ficcional isla de Rougetsu, una pequeña extensión de tierra que refleja sus cimas escarpadas en el cielo nocturno, y sus páramos azotados por el viento y la sal en los recuerdos de nuestra protagonista. Años después de varios escabrosos sucesos, que involucran tanto asesinatos como secuestros, pasando, cómo no, por apariciones espectrales y muertes incomprensibles, varias de estas chicas retornan a Rougetsu para descubrir la verdad sobre su pasado.

El hilo argumental, por supuesto, te tiene un poco de aquí para allá, intentando encajar las piezas que la trama te va soltando, e involucra un montón de elementos que podríamos incluso relacionar con algunas de las grandes cintas del terror japonés, como Ringu (la original The Ring), Ju-On (La maldición: The Grudge, es decir, la del niño pálido malrollero que parodia Scary Movie), y ya más sutilmente presenta ciertas similitudes con clásicos de la talla de Onibaba (1964, tremendo peliculón) o Kuroneko (1968), especialmente en los temas que trata. Todo lo que tiene que ver con la atmósfera cumple y transmite esa sensación tan característica del terror del país del sol naciente, con sus pasillos estrechos e infinitos, sus objetos que cambian de sitio, sus sonidos de pasos casi imperceptibles o su ambiente lóbrego e inconexo, a medio camino entre la realidad y el sueño. Tu único resquicio de cordura y de esperanza es la Camera Obscura, una cámara fotográfica que te permite derrotar a los espíritus malignos sacándoles una foto en el momento preciso. De eso va el combate... Y en esencia todo lo que no tiene que ver con una exploración y unos puzles un tanto básicos.
Eso sí, a Mask of the Lunar Eclipse se le presentan algunos problemillas cuando tiene que trasladar sus intenciones narrativas al plano de la jugabilidad, en parte porque, seamos francos, no todos los survival horror clásicos han tenido la mejor relación posible con el paso de los años. En aquel entonces, los estudios se acercaban a nuevas perspectivas y géneros, muchas veces con el uso de cámaras fijas y su dificultad añadida en temas de concepción espacial por parte del jugador, y todo lo que fuera un “control de tanque” (es decir, un sistema en el que los usuarios mueven al personaje en función de su posición en la escena, y no de la cámara) era un caramelito para los desarrolladores. La técnica permitía entregarse por completo al arte en fondos prerrenderizados de más calidad y con mayores comodidades, al tiempo que situaba la acción correctamente en pantalla y daba pie a menos errores desafortunados… Y claro, también complicaba un poco las cosillas en materia de interacción y de velocidad de reacción.

No obstante, esta falta de comodidad en el control muchas veces era intencionada y llevaba una intención detrás: crear una sensación de indefensión más certera en el jugador. Pongámonos en situación: un machango abigarrado con sierras mecánicas o un fantasma de expresión doliente, casi como si le hubieran arrancado un pelo de la nariz mientras le golpean efusivamente el dedo meñique del pie con la esquina de una mesa, vienen a por ti. ¿Qué haces? Correr, obviamente, no vas a dejar que te maten ahí, impunemente y sin haber terminado la declaración de la renta. Pues no, en muchos survival horror clásicos la cosa no es tan simple: tú quieres correr, darte la vuelta, huir por tu vida, moverte, en resumen, tener una agilidad y unas capacidades psicomotrices propias de un adulto funcional, pero el juego no te deja. Repito, es entendible: el control venía dado tanto por las limitaciones de la época como por una intencionalidad jugable o artística, pero es un tema que no podemos obviar.
El lector con experiencia en el género sabrá que esto no es solo cierto, sino que también era bastante común y potencialmente positivo. Surge, por tanto, la siguiente cuestión: ¿Por qué lo ortopédico de los controles es más doloroso en Mask of the Lunar Eclipse que en otros exponentes de su misma época y planteamiento? Por varias razones. La primera es que, en esta cuarta entrega, se abusa de la claustrofobia, de las estancias súper cerradas y opresivas en el plano horizontal, de manera que la perspectiva se complica y los combates contra espíritus malignos se vuelven un tanto caóticos, cuando no frustrantes. Los fantasmas atraviesan paredes, cambian de dirección, te vuelven loco, como Ronaldinho en sus buenos tiempos, hasta que te ves envuelto en una especie de danza macabra por encontrarlos, hacerles una foto y vuelta a repetir el proceso hasta que el bicho se digne a descansar en paz. Este sistema, que también atesora un montón de momentazos y te mete en tensión constantemente, a veces muestra sus costuras más de lo que debería. Creo que se ha desperdiciado una oportunidad de oro para readaptar un pelín los controles y solucionar esa plétora de asperezas jugables que suscitan y que restan puntos a una fórmula que siempre ha sido más que notable.

Una remasterización justita
Vamos, que podrían haber hecho un poco como Capcom con el excepcional Resident Evil 4 Remake, salvando las distancias de presupuesto y de mecánicas jugables, que entendemos que están prácticamente en las antípodas. Sea como fuere, la segunda razón que explica todo este fenómeno es que Mask of the Lunar Eclipse fue originalmente un exclusivo de Wii, y como tal presenta algunas decisiones de diseño que iban dirigidas al Wiimote, y no a un mando tradicional. La adaptación, todo sea dicho, no las tiene todas consigo, y a pesar de que PS5, PS4 y Switch tienen compatibilidad con el giroscopio, en general cualquier opción de controles termina redundando en una cierta pérdida de la inmersión; en otras palabras, los defectos de control te echan de la escena, ya que no te permiten que pienses todo el rato en la atmósfera ochentera de j-horror tétrico, extraterrenal y profundamente ambiental que supone Fatal Frame, que al final es a lo que veníamos todos.
Por otro lado, en el plano audiovisual, Mask of the Lunar Eclipse tampoco sorprende en exceso con mucho brilli-brilli, como dirían nuestros queridos foreros, ni tampoco en tema de animaciones o mejoras de calidad de vida relevantes para el usuario. Ante todo, Mask of the Lunar Eclipse es una remasterización de un videojuego de Wii, y aunque le han pegado un buen lavado de cara a los rostros, a la resolución y al framerate, hay muchísimas cosas que todavía huelen a 2008. La música, por su parte, repite con melodías muy acertadas y con voces de Tsuki Amano, una cantante japonesa de rock que tiene una larga tradición de colaboraciones con Fatal Frame, siempre con esa voz tan característica suya.
CONCLUSIONES
La remasterización de Fatal Frame: Mask of the Lunar Eclipse es la ocasión perfecta para que los seguidores del survival horror clásico se acerquen a una obra que, contra todo pronóstico, nunca había salido de su Japón de origen, por mucho que las otras cuatro partes sí que hubieran llegado a Occidente. No obstante, no está exenta de problemas: los controles han envejecido particularmente mal y no han sido bien adaptados en su paso de Wii a un mando tradicional, hasta el punto de que la experiencia a veces se hace incómoda o incluso frustrante (especialmente en los combates con cámara de fotos), y el trabajo de actualización a los tiempos que corren es muy, muy superficial en todos los ámbitos. Eso sí, a la hora de la verdad, lo cierto es que Mask of the Lunar Eclipse consigue conservar buena parte de las sensaciones del videojuego original intactas, por lo que sigue ofreciendo una más que interesante experiencia de terror japonés digital.
Copia digital proporcionada por PLAION
La música. La ambientación. La narrativa, cuando se centra. Muy tenso. Mejora en resolución.
Los controles han envejecido fatal y están mal adaptados al presente. Puede hacerse frustrante.
No es la mejor remasterización del mundo, pero Mask of the Lunar Eclipse sigue siendo un interesantísimo y malrollero survival horror clásico.