
Nintendo Switch
Análisis de Pokémon Escarlata y Púrpura, la generación más revolucionaria y polémica de la saga en años
GameFreak busca revivir la fórmula de Pokémon con Escarlata y Púrpura en Nintendo Switch: mundo abierto, más funciones en línea, una trama bastante currada... Aunque con claroscuros y polémicas.
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Una de las características más curiosas que comparten algunas de las grandes propiedades intelectuales del mundo del entretenimiento es su factor inmersivo, su capacidad de atraparte en una realidad muy diferente de la tuya. Piénsalo por un momento: Harry Potter, Pokémon, Star Wars, El Señor de los Anillos… ¿Qué tienen en común? Que, de una manera o de otra, quieres formar parte de su universo, sensación inexplicable si tenemos en cuenta que, además, ninguna de las tres desarrolla su trasfondo de la misma manera. En Harry Potter, valga la redundancia, hay un fondo mágico; los años incrédulos de tu tierna infancia se van desvaneciendo en el tiempo y, de pronto, descubres el hechizo de una película (o de los libros) que te dice que hay algo más, algo que es intangible, que está escondido a la mirada del común de los mortales. Lo esencial es invisible a los ojos, como decían en El Principito.
Con Star Wars o El Señor de los Anillos sucede algo similar, aunque por motivos bien diferentes; es más, creo que cada persona encuentra los suyos en un momento dado, generalmente cuando descubre que su pasión por la franquicia va más allá de un interés transitorio. ¿Son los sables láser, la Fuerza, las naves, la posibilidad de explorar el espacio, el contacto entre especies intergalácticas, o una mezcla de todos estos factores? Quién sabe, pero lo mismo pasa con El Señor de los Anillos: simplemente hay una fuerza de atracción ineludible que, si te coge cuando eres pequeño, normalmente ya no te suelta. Evidentemente, el mejor ejemplo de esto es Pokémon, el título que lleva marcando a generaciones de chavales desde 1996 con sus criaturas de bolsillo, su evasión de la anodina crueldad de la vida adulta y sus combates por turnos. Ahora, veintiséis años después, la licencia vuelve al presente con Pokémon Escarlata y Púrpura, la novena generación de la fantasía de Satoshi Tajiri, cuya ambientación es nada más y menos que España. Te cuento qué tal ha salido.
La vida en Paldea, la nueva región de Pokémon
La fórmula de Pokémon ha tenido sus vaivenes con el paso de los años. Después de las tres primeras generaciones, que fueron gloria bendita, una sucesión magnífica de JRPG por turnos muy bien medidos y con un importantísimo componente social, llegó una cuarta que implementó importantes mejoras en la jugabilidad… Pero ya con un cierto regustillo añejo, como dirían algunos memes internos de esta web. A partir de ahí, entramos en el limbo, con una quinta generación que sí, intentaba algo moderadamente distinto a nivel de trama, aun sin tocar ni un ápice una fórmula jugable que ya se sentía como encallada en el pasado. De la sexta generación ni hablemos, porque otro tanto de lo mismo, y la séptima intentó un cambio, aunque solo en apariencia. Ya en la octava, es decir, en Espada y Escudo, vimos detallitos que invitaban al optimismo: la estructura más abierta del área salvaje, expansiones en lugar de una tercera edición definitiva, el trasvase definitivo a las tres dimensiones, lo que trajo un apartado gráfico más llamativo…

Y luego, Leyendas Pokémon: Arceus, un spin-off repleto de claroscuros que, incluso con sus múltiples fallos, parecía marcar el sendero a seguir con una claridad palmaria. Así ha resultado ser, al menos a medias, porque Escarlata y Púrpura cogen precisamente la idea fundamental de Arceus, que viene a ser abrir el mapa y ofrecer una estructura mucho más libre, más dada a la experimentación del jugador, decisión que tampoco pilla por sorpresa a nadie debido a la inmensa proliferación de mundos abiertos que hay hoy en día. En cualquier caso, recorrer Paldea a tu aire deja sensaciones más que positivas; es posible, además, hacer los gimnasios, los enfrentamientos con pokémon dominantes (idea que rescata de Alola y del propio Arceus) y casi todo el contenido de la historia principal en el orden que consideres oportuno. Eso sí, el nivel de los enfrentamientos no escala en función del tuyo, algo que entiendo pero no comparto. Creo que no se ha terminado de explorar del todo el planteamiento, en el sentido de que todavía es demasiado obvio que hay una ruta, un orden preestablecido que simplemente optimiza la aventura.
No me malinterpretes, te lo puedes saltar si te apetece, ya que nada te impide darle palos a un gimnasio de nivel 25 con tus pokémon a nivel 58… Lo que quiero decir es que muchas veces lo que hay es una falsa sensación de libertad, marcada por una estructura que en teoría le queda mejor a la franquicia pero que en la práctica se ha quedado un pelín a medias. Eso sí, Paldea es bastante grande, está repleta de ecosistemas muy variados, y tiene un encanto especial, te cautiva de una manera que te invita a explorar y a recorrer sus grutas perdidas, sus lagos y sus bosques místicos, incluso si no hay más recompensa que una MT tirada en el suelo. Quizás ese es otro de los problemas, uno del que ya adolecía también el archiconocido Breath of the Wild: en ocasiones, toda actividad de descubrimiento que hagas se ve “mancillada” por mecánicas un tanto vacías, como la recolección indiscriminada de Kologs o pillar una pokéball aleatoria en la cima de un ventisquero que mira a la vastedad del océano. En mi opinión, en estos casos es casi mejor que no haya nada, es decir, que el juego haga apología del camino y no tanto del destino.

De todas maneras, sé que lo estoy llevando demasiado lejos, dado que ambos títulos son súper disfrutables y eso es lo que de verdad importa. En Pokémon Escarlata y Púrpura se da el caso, además, de que su estructura abierta viene acompañada de uno de los mejores hilos argumentales de la historia de la franquicia, ahí, ahí con la quinta generación y, en mi humilde opinión, incluso por encima. ¿Los motivos? Son unos cuantos: Mencía es, probablemente, el mejor rival desde el pesado de Gary, el equipo de villanos es con diferencia el más original y socialmente comprometido de todos, y los eventos que tienen lugar en el post-game destacan por incorporar ideas que creo que nadie se esperaba en Pokémon. No quiero arruinarte la sorpresa, así que vamos a dejarlo en que por fin GameFreak se esfuerza en contarnos algo más allá de la historia del chaval de diez años que deja tirada a su madre para irse a desafiar a desconocidos a cambio de dinero (pensándolo bien, la idea tiene un potencial dramático interesante).
En temas de interacción, ya te digo que no te esperes grandes derroches. A pesar de la libertad de acción, la incorporación de la toma de decisiones en la fórmula y demás, el título te deja experimentar muy, muy poquito con su mundo. Lo único que vas a encontrar son mecánicas de movimiento ligadas a tu pokemontura, idea que tampoco es propia. No hay casi motor de físicas, ni los pokémon salvajes no interactúan entre sí de ningún modo (hay dos en concreto que sí, pero hay 400 en la PokéDex), lo que termina tirando por tierra la inmersión de la que te venía hablando antes. Dicho de otro modo, se ha desaprovechado otra oportunidad de recrear auténticos ecosistemas pokémon, que es algo que muchos venimos pidiendo desde hace una década. Tampoco tiene que ser algo muy complejo, me vale con una cierta interconexión que haga que el mundo sea medianamente verosímil, que se sienta vivo y en evolución, un poquito más allá del ciclo día-noche. Sea como fuere, aun con estas asperezas, hay un montón de contenido y de buenos momentos aguardándote en Paldea, tanto en su historia como en la propia exploración, por mucho que al final sea ineludible la impresión de que todavía queda un enorme camino por recorrer en la franquicia.

Reviviendo el “¡Hazte con todos!”
Creo que a estas alturas sería redundante decir que Pokémon es un JRPG en el que criaturas de fantasía se enfrentan en estratégicos combates por turnos, así que en este apartado me voy a centrar en aspectos más tangibles. El primero es que no hay captura libre, como sí que había en Arceus, esto es, no puedes apuntar con la pokéball mientras estás en el mundo para ver si capturas a un bicho que esté desprevenido, haciendo sus movidas de IA de 1934. Debo decir que comprendo la ausencia de esta mecánica, primero porque es distintiva de un spin-off que a buen seguro será el primero de muchos, y segundo porque no tengo claro cómo habría encajado con el resto de mecánicas del título. Sin embargo, me parece que es justamente uno de esos añadidos que no deberían de dejar la fórmula, porque ayudan a cohesionarla desde dentro, al tiempo que palia lo limitado de su interacción jugable. En cualquier caso, ya hay cierta automatización de tareas, en el sentido de que puedes mandar a uno de tus pokémon a recoger objetos, o a liarse a palos con todo lo que se encuentre. ¿Funciona? A medias. Está ahí, pero no es central nunca.

En cambio, las teraincursiones sí que dejan mejores momentos, por mucho que no dejen de ser una especie de fusión entre las raids de Pokémon Go y las guaridas de Pokémon Espada y Escudo. En esencia, consisten en instancias separadas en las que te espera un Pokémon cristalizado de un tipo en concreto, de modo que se altera su tipo, con todo lo que ello implica tanto para el juego casual como para el competitivo; de hecho, ya hay combinaciones loquísimas que permiten jugar con el sistema y con la mente de sus oponentes. Viene con una condición, eso sí: no se pueden activar cuando quieras, idea que suma enteros a la ya de por sí gran vertiente táctica de la franquicia. En esencia, no son tan impresionantes a nivel estético como las formas Gigantamax de la pasada generación (impagable la referencia de Grimmsnarl a Evangelion), pero añaden una nueva dimensión al post-game del juego y una mecánica nueva a la escena profesional. Ya veremos qué sale de todo esto. También puedes hacer bocadillos en la aventura, y la crianza ha sido simplificada hasta sus mismas raíces, decisión que puede que no contente todo el mundo pero que ya era necesaria.
En tema de números, hay 400 Pokémon en la región de Paldea, de los cuales 107 son nuevos. Unos cuantos son formas regionales, otros son divergentes, unos pocos se corresponden con las formas paradox, que vienen a ser versiones antediluvianas o futuristas de ciertas especies, y en general casi todos están plagados de referencias. De ellas, me quedo con las que apuntan hacia nuestra querida Españita: Lechonk, un pokémon que es básicamente un cerdo de pata negra, Smoliv, una aceituna de tipo planta… Lo mismo pasa con Paldea en sí misma, cuya ambientación apunta a nuestro país con muchísima frecuencia. La ciudad principal, mismamente, es una mezcla de Madrid y de Barcelona, con una academia que recuerda claramente a la Sagrada Familia, de la misma manera que el campo con molinos establece puentes temáticos con El Quijote, probablemente la novela más importante de la historia y sin duda la pieza central de nuestras artes literarias. También están los Pirineos, una ciudad al estilo de Mérida, e incluso hay espacio para el evocador Bosque de Oma, una bella alegoría de la extraña simbiosis que se da entre arte y paisaje.

Por otro lado, en lo relativo a los combates, puedes esperar más o menos lo mismo de siempre: las ya legendarias estadísticas de cada criatura, sus tipos, con su consiguiente tabla de fortalezas y debilidades, incontables movimientos de diversa índole, y un larguísimo etcétera. En realidad, este lleva siendo muchos años uno de los puntos centrales de Pokémon y me alegro de que no lo hayan cambiado, en parte porque la excesiva levedad combativa de Arceus no parecía el mejor de los presagios. Sí que hay novedades en la vertiente en línea, por suerte, ya que ahora puedes hacer grupos de hasta cuatro jugadores para recorrer el mundo abierto de Paldea a tu antojo, con persistencia de objetos y pokémon, y sin límites de distancia. No funciona tan bien como me gustaría, en tanto en cuanto no hay mucha flexibilidad a la hora de invitar, ni destaca en cuestiones de actividades en línea (el sistema de teraincursiones es especialmente malo en lo que a estabilidad, lag y salas disponibles se refiere), pero entiendo que se están dando pasos en la dirección correcta. De momento, Pokémon Escarlata y Púrpura es la entrega con mejores funciones online. Todo sea dicho, tampoco era muy difícil.
La polémica: ¿Qué pasa con los gráficos de Pokémon Escarlata y Púrpura?
Que el framerate es un desastre, para que nos entendamos rápidamente. El apartado gráfico del título no sorprende a nivel técnico tampoco; no es infrecuente encontrar texturas propias de generaciones pasadas, animaciones que chocan con los estándares dentro incluso del catálogo de Nintendo Switch, y en general el diseño artístico no da a basto para tapar todas las carencias visuales del título. El popping es exagerado, con pokémon que literalmente aparecen a cinco metros de distancia, hay zonas donde el juego cae a los 10-15 fps, y los tirones, en líneas generales, son constantes. Todo esto no pasaría de incómodo si no fuera porque venimos de Xenoblade 3, una auténtica virguería visual que funciona en el Tegra X1 de la consola de Nintendo. Si a eso le añades los bugs y una increíble cantidad de errores… Bueno, ya tienes una crónica de un lío anunciado.

¿Impide esto disfrutar del juego? Me temo que cada uno debe encontrar su propia respuesta. En mi caso, no, en parte porque Pokémon Escarlata y Púrpura transmite tan bien la esencia de una aventura minimalista y desenfadada que no me estaba fijando permanentemente en sus desajustes técnicos. Sin embargo, el resultado da que pensar varias cosas; en primer lugar, si no estamos llegando demasiado lejos con el calendario inhumano de publicaciones que lleva marcando a la franquicia desde hace unos cuantos años, y en segundo si de verdad es permisible que la IP más bestia de toda la industria del entretenimiento vaya totalmente a remolque en múltiples cuestiones. Lo de los modelos de cuerpo y de rostro ya es mejor dejarlo para otro momento.
En cualquier caso, acabamos con una buena nota: la banda sonora es genial, sobre todo en las melodías del Team Star, los “malos” de la generación. Abundantes riffs de guitarras, fusiones entre la música rock y el metal ochentero con la electrónica, y una gran variedad de melodías para cada ocasión completan una de las mejores composiciones de la franquicia, cuyos temas ya sorprendieron en el pasado en más de una ocasión. Con todo, sigue sin haber actuación de voz de ningún tipo (ni se la espera ya, honestamente), ni una especial prolijidad en lo que a efectos sonoros se refiere. Como de costumbre, una de cal y otra de arena.
CONCLUSIONES
Pokémon Escarlata y Violeta son las dos entregas más revolucionarias de la franquicia en los últimos tiempos, de eso no cabe duda: Paldea y su ambientación española pueden ser disfrutadas de manera libre, al ritmo de cada uno en su mundo abierto, el hilo argumental sorprende por primera vez en muchos años, y las funciones en línea están avanzando lenta pero inexorablemente hasta un punto que refuerza el brillante componente social que siempre ha tenido la obra maestra de Satoshi Tajiri. No obstante, como en España, no es oro todo lo que reluce: el título está plagado de errores que ensombrecen sus virtudes y la experiencia del jugador, el post-game va muy justito de contenido y la nueva región, aunque es bonita desde un punto de vista estético, está casi vacía y no permite interacción de ningún tipo. A Pokémon le seguimos pidiendo ecosistemas, inmersión, un apartado gráfico a la altura de su enorme cuota de mercado y, sobre todo, la voluntad de crear algo nuevo, de avanzar en una dirección que nadie se esperaba, tal y como hicieron las obras originales hace ya más de dos décadas. En esencia, Escarlata y Violeta no van tan lejos como deberían; es una entrega polémica que evidencia que todavía queda mucho camino por recorrer. Con todo, si no fuera por su terrible rendimiento, sería con diferencia la mejor de las últimas cuatro o cinco generaciones, y eso ya invita a un optimismo inocente, muy sincero, que trae unos bellos recuerdos de la infancia consigo.
Con Star Wars o El Señor de los Anillos sucede algo similar, aunque por motivos bien diferentes; es más, creo que cada persona encuentra los suyos en un momento dado, generalmente cuando descubre que su pasión por la franquicia va más allá de un interés transitorio. ¿Son los sables láser, la Fuerza, las naves, la posibilidad de explorar el espacio, el contacto entre especies intergalácticas, o una mezcla de todos estos factores? Quién sabe, pero lo mismo pasa con El Señor de los Anillos: simplemente hay una fuerza de atracción ineludible que, si te coge cuando eres pequeño, normalmente ya no te suelta. Evidentemente, el mejor ejemplo de esto es Pokémon, el título que lleva marcando a generaciones de chavales desde 1996 con sus criaturas de bolsillo, su evasión de la anodina crueldad de la vida adulta y sus combates por turnos. Ahora, veintiséis años después, la licencia vuelve al presente con Pokémon Escarlata y Púrpura, la novena generación de la fantasía de Satoshi Tajiri, cuya ambientación es nada más y menos que España. Te cuento qué tal ha salido.
La vida en Paldea, la nueva región de Pokémon
La fórmula de Pokémon ha tenido sus vaivenes con el paso de los años. Después de las tres primeras generaciones, que fueron gloria bendita, una sucesión magnífica de JRPG por turnos muy bien medidos y con un importantísimo componente social, llegó una cuarta que implementó importantes mejoras en la jugabilidad… Pero ya con un cierto regustillo añejo, como dirían algunos memes internos de esta web. A partir de ahí, entramos en el limbo, con una quinta generación que sí, intentaba algo moderadamente distinto a nivel de trama, aun sin tocar ni un ápice una fórmula jugable que ya se sentía como encallada en el pasado. De la sexta generación ni hablemos, porque otro tanto de lo mismo, y la séptima intentó un cambio, aunque solo en apariencia. Ya en la octava, es decir, en Espada y Escudo, vimos detallitos que invitaban al optimismo: la estructura más abierta del área salvaje, expansiones en lugar de una tercera edición definitiva, el trasvase definitivo a las tres dimensiones, lo que trajo un apartado gráfico más llamativo…

Y luego, Leyendas Pokémon: Arceus, un spin-off repleto de claroscuros que, incluso con sus múltiples fallos, parecía marcar el sendero a seguir con una claridad palmaria. Así ha resultado ser, al menos a medias, porque Escarlata y Púrpura cogen precisamente la idea fundamental de Arceus, que viene a ser abrir el mapa y ofrecer una estructura mucho más libre, más dada a la experimentación del jugador, decisión que tampoco pilla por sorpresa a nadie debido a la inmensa proliferación de mundos abiertos que hay hoy en día. En cualquier caso, recorrer Paldea a tu aire deja sensaciones más que positivas; es posible, además, hacer los gimnasios, los enfrentamientos con pokémon dominantes (idea que rescata de Alola y del propio Arceus) y casi todo el contenido de la historia principal en el orden que consideres oportuno. Eso sí, el nivel de los enfrentamientos no escala en función del tuyo, algo que entiendo pero no comparto. Creo que no se ha terminado de explorar del todo el planteamiento, en el sentido de que todavía es demasiado obvio que hay una ruta, un orden preestablecido que simplemente optimiza la aventura.
No me malinterpretes, te lo puedes saltar si te apetece, ya que nada te impide darle palos a un gimnasio de nivel 25 con tus pokémon a nivel 58… Lo que quiero decir es que muchas veces lo que hay es una falsa sensación de libertad, marcada por una estructura que en teoría le queda mejor a la franquicia pero que en la práctica se ha quedado un pelín a medias. Eso sí, Paldea es bastante grande, está repleta de ecosistemas muy variados, y tiene un encanto especial, te cautiva de una manera que te invita a explorar y a recorrer sus grutas perdidas, sus lagos y sus bosques místicos, incluso si no hay más recompensa que una MT tirada en el suelo. Quizás ese es otro de los problemas, uno del que ya adolecía también el archiconocido Breath of the Wild: en ocasiones, toda actividad de descubrimiento que hagas se ve “mancillada” por mecánicas un tanto vacías, como la recolección indiscriminada de Kologs o pillar una pokéball aleatoria en la cima de un ventisquero que mira a la vastedad del océano. En mi opinión, en estos casos es casi mejor que no haya nada, es decir, que el juego haga apología del camino y no tanto del destino.

De todas maneras, sé que lo estoy llevando demasiado lejos, dado que ambos títulos son súper disfrutables y eso es lo que de verdad importa. En Pokémon Escarlata y Púrpura se da el caso, además, de que su estructura abierta viene acompañada de uno de los mejores hilos argumentales de la historia de la franquicia, ahí, ahí con la quinta generación y, en mi humilde opinión, incluso por encima. ¿Los motivos? Son unos cuantos: Mencía es, probablemente, el mejor rival desde el pesado de Gary, el equipo de villanos es con diferencia el más original y socialmente comprometido de todos, y los eventos que tienen lugar en el post-game destacan por incorporar ideas que creo que nadie se esperaba en Pokémon. No quiero arruinarte la sorpresa, así que vamos a dejarlo en que por fin GameFreak se esfuerza en contarnos algo más allá de la historia del chaval de diez años que deja tirada a su madre para irse a desafiar a desconocidos a cambio de dinero (pensándolo bien, la idea tiene un potencial dramático interesante).
"La estructura abierta de Pokémon Escarlata y Púrpura viene acompañada de uno de los mejores hilos argumentales de la historia de la franquicia"
En temas de interacción, ya te digo que no te esperes grandes derroches. A pesar de la libertad de acción, la incorporación de la toma de decisiones en la fórmula y demás, el título te deja experimentar muy, muy poquito con su mundo. Lo único que vas a encontrar son mecánicas de movimiento ligadas a tu pokemontura, idea que tampoco es propia. No hay casi motor de físicas, ni los pokémon salvajes no interactúan entre sí de ningún modo (hay dos en concreto que sí, pero hay 400 en la PokéDex), lo que termina tirando por tierra la inmersión de la que te venía hablando antes. Dicho de otro modo, se ha desaprovechado otra oportunidad de recrear auténticos ecosistemas pokémon, que es algo que muchos venimos pidiendo desde hace una década. Tampoco tiene que ser algo muy complejo, me vale con una cierta interconexión que haga que el mundo sea medianamente verosímil, que se sienta vivo y en evolución, un poquito más allá del ciclo día-noche. Sea como fuere, aun con estas asperezas, hay un montón de contenido y de buenos momentos aguardándote en Paldea, tanto en su historia como en la propia exploración, por mucho que al final sea ineludible la impresión de que todavía queda un enorme camino por recorrer en la franquicia.


Reviviendo el “¡Hazte con todos!”
Creo que a estas alturas sería redundante decir que Pokémon es un JRPG en el que criaturas de fantasía se enfrentan en estratégicos combates por turnos, así que en este apartado me voy a centrar en aspectos más tangibles. El primero es que no hay captura libre, como sí que había en Arceus, esto es, no puedes apuntar con la pokéball mientras estás en el mundo para ver si capturas a un bicho que esté desprevenido, haciendo sus movidas de IA de 1934. Debo decir que comprendo la ausencia de esta mecánica, primero porque es distintiva de un spin-off que a buen seguro será el primero de muchos, y segundo porque no tengo claro cómo habría encajado con el resto de mecánicas del título. Sin embargo, me parece que es justamente uno de esos añadidos que no deberían de dejar la fórmula, porque ayudan a cohesionarla desde dentro, al tiempo que palia lo limitado de su interacción jugable. En cualquier caso, ya hay cierta automatización de tareas, en el sentido de que puedes mandar a uno de tus pokémon a recoger objetos, o a liarse a palos con todo lo que se encuentre. ¿Funciona? A medias. Está ahí, pero no es central nunca.

En cambio, las teraincursiones sí que dejan mejores momentos, por mucho que no dejen de ser una especie de fusión entre las raids de Pokémon Go y las guaridas de Pokémon Espada y Escudo. En esencia, consisten en instancias separadas en las que te espera un Pokémon cristalizado de un tipo en concreto, de modo que se altera su tipo, con todo lo que ello implica tanto para el juego casual como para el competitivo; de hecho, ya hay combinaciones loquísimas que permiten jugar con el sistema y con la mente de sus oponentes. Viene con una condición, eso sí: no se pueden activar cuando quieras, idea que suma enteros a la ya de por sí gran vertiente táctica de la franquicia. En esencia, no son tan impresionantes a nivel estético como las formas Gigantamax de la pasada generación (impagable la referencia de Grimmsnarl a Evangelion), pero añaden una nueva dimensión al post-game del juego y una mecánica nueva a la escena profesional. Ya veremos qué sale de todo esto. También puedes hacer bocadillos en la aventura, y la crianza ha sido simplificada hasta sus mismas raíces, decisión que puede que no contente todo el mundo pero que ya era necesaria.
En tema de números, hay 400 Pokémon en la región de Paldea, de los cuales 107 son nuevos. Unos cuantos son formas regionales, otros son divergentes, unos pocos se corresponden con las formas paradox, que vienen a ser versiones antediluvianas o futuristas de ciertas especies, y en general casi todos están plagados de referencias. De ellas, me quedo con las que apuntan hacia nuestra querida Españita: Lechonk, un pokémon que es básicamente un cerdo de pata negra, Smoliv, una aceituna de tipo planta… Lo mismo pasa con Paldea en sí misma, cuya ambientación apunta a nuestro país con muchísima frecuencia. La ciudad principal, mismamente, es una mezcla de Madrid y de Barcelona, con una academia que recuerda claramente a la Sagrada Familia, de la misma manera que el campo con molinos establece puentes temáticos con El Quijote, probablemente la novela más importante de la historia y sin duda la pieza central de nuestras artes literarias. También están los Pirineos, una ciudad al estilo de Mérida, e incluso hay espacio para el evocador Bosque de Oma, una bella alegoría de la extraña simbiosis que se da entre arte y paisaje.

Por otro lado, en lo relativo a los combates, puedes esperar más o menos lo mismo de siempre: las ya legendarias estadísticas de cada criatura, sus tipos, con su consiguiente tabla de fortalezas y debilidades, incontables movimientos de diversa índole, y un larguísimo etcétera. En realidad, este lleva siendo muchos años uno de los puntos centrales de Pokémon y me alegro de que no lo hayan cambiado, en parte porque la excesiva levedad combativa de Arceus no parecía el mejor de los presagios. Sí que hay novedades en la vertiente en línea, por suerte, ya que ahora puedes hacer grupos de hasta cuatro jugadores para recorrer el mundo abierto de Paldea a tu antojo, con persistencia de objetos y pokémon, y sin límites de distancia. No funciona tan bien como me gustaría, en tanto en cuanto no hay mucha flexibilidad a la hora de invitar, ni destaca en cuestiones de actividades en línea (el sistema de teraincursiones es especialmente malo en lo que a estabilidad, lag y salas disponibles se refiere), pero entiendo que se están dando pasos en la dirección correcta. De momento, Pokémon Escarlata y Púrpura es la entrega con mejores funciones online. Todo sea dicho, tampoco era muy difícil.
La polémica: ¿Qué pasa con los gráficos de Pokémon Escarlata y Púrpura?
Que el framerate es un desastre, para que nos entendamos rápidamente. El apartado gráfico del título no sorprende a nivel técnico tampoco; no es infrecuente encontrar texturas propias de generaciones pasadas, animaciones que chocan con los estándares dentro incluso del catálogo de Nintendo Switch, y en general el diseño artístico no da a basto para tapar todas las carencias visuales del título. El popping es exagerado, con pokémon que literalmente aparecen a cinco metros de distancia, hay zonas donde el juego cae a los 10-15 fps, y los tirones, en líneas generales, son constantes. Todo esto no pasaría de incómodo si no fuera porque venimos de Xenoblade 3, una auténtica virguería visual que funciona en el Tegra X1 de la consola de Nintendo. Si a eso le añades los bugs y una increíble cantidad de errores… Bueno, ya tienes una crónica de un lío anunciado.

¿Impide esto disfrutar del juego? Me temo que cada uno debe encontrar su propia respuesta. En mi caso, no, en parte porque Pokémon Escarlata y Púrpura transmite tan bien la esencia de una aventura minimalista y desenfadada que no me estaba fijando permanentemente en sus desajustes técnicos. Sin embargo, el resultado da que pensar varias cosas; en primer lugar, si no estamos llegando demasiado lejos con el calendario inhumano de publicaciones que lleva marcando a la franquicia desde hace unos cuantos años, y en segundo si de verdad es permisible que la IP más bestia de toda la industria del entretenimiento vaya totalmente a remolque en múltiples cuestiones. Lo de los modelos de cuerpo y de rostro ya es mejor dejarlo para otro momento.
"La estabilidad es un desastre y el apartado gráfico del título no sorprende a nivel técnico; no es infrecuente encontrar texturas propias de generaciones pasadas"
En cualquier caso, acabamos con una buena nota: la banda sonora es genial, sobre todo en las melodías del Team Star, los “malos” de la generación. Abundantes riffs de guitarras, fusiones entre la música rock y el metal ochentero con la electrónica, y una gran variedad de melodías para cada ocasión completan una de las mejores composiciones de la franquicia, cuyos temas ya sorprendieron en el pasado en más de una ocasión. Con todo, sigue sin haber actuación de voz de ningún tipo (ni se la espera ya, honestamente), ni una especial prolijidad en lo que a efectos sonoros se refiere. Como de costumbre, una de cal y otra de arena.
CONCLUSIONES
Pokémon Escarlata y Violeta son las dos entregas más revolucionarias de la franquicia en los últimos tiempos, de eso no cabe duda: Paldea y su ambientación española pueden ser disfrutadas de manera libre, al ritmo de cada uno en su mundo abierto, el hilo argumental sorprende por primera vez en muchos años, y las funciones en línea están avanzando lenta pero inexorablemente hasta un punto que refuerza el brillante componente social que siempre ha tenido la obra maestra de Satoshi Tajiri. No obstante, como en España, no es oro todo lo que reluce: el título está plagado de errores que ensombrecen sus virtudes y la experiencia del jugador, el post-game va muy justito de contenido y la nueva región, aunque es bonita desde un punto de vista estético, está casi vacía y no permite interacción de ningún tipo. A Pokémon le seguimos pidiendo ecosistemas, inmersión, un apartado gráfico a la altura de su enorme cuota de mercado y, sobre todo, la voluntad de crear algo nuevo, de avanzar en una dirección que nadie se esperaba, tal y como hicieron las obras originales hace ya más de dos décadas. En esencia, Escarlata y Violeta no van tan lejos como deberían; es una entrega polémica que evidencia que todavía queda mucho camino por recorrer. Con todo, si no fuera por su terrible rendimiento, sería con diferencia la mejor de las últimas cuatro o cinco generaciones, y eso ya invita a un optimismo inocente, muy sincero, que trae unos bellos recuerdos de la infancia consigo.
Copia digital proporcionada por Nintendo
La trama es bastante buena. El Team Star. La BSO. Funciones en línea. Mundo abierto. Muy adictivo.
Muy poca interacción en su mundo. El rendimiento es terrorífico. La IA es un desastre. Los bugs.
A Pokémon todavía le falta ponerse al día, pero Escarlata y Púrpura, aun con sus problemas de rendimiento, tienen un don especial: son muy divertidos.