PC
El invierno del cazador
A pesar de algunas disonancias narrativas, Iceborne, la nueva expansión de Monster Hunter: World, llega a nuestros ordenadores cargada de aventuras, épicos combates y un contador de horas casi obsceno
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A estas alturas, hablar de la resurrección de Capcom como uno de los estudios más potentes de la actualidad es casi un corolario, una verdad de esas cuya obviedad ya comienza a ser incluso cargante, reiterativa; quiero decir, qué menos podemos concederles, más aún después de haber cosechado exitazos del calibre de Resident Evil 2 (Remake), una actualización a los nuevos tiempos de uno de los grandes clásicos del survival horror; Devil May Cry 5, que supuso el renacimiento por todo lo alto de la franquicia más cañera y diabólica con una entrega sobresaliente, o el último salto de calidad que protagonizó la serie Monster Hunter con World. Y de eso va la cosa: de la llegada de Iceborne, la gran expansión de Monster Hunter: World que deslumbró en consolas a finales de 2019, a nuestros ordenadores. A través de las siguientes líneas voy a tratar de contarte hasta qué punto merece la pena la última aventura de los cazadores por el Nuevo Mundo, pero vaya por delante que las sensaciones han sido muy positivas.
La edad de hielo
A nivel argumental, Iceborne se sitúa justo después de los eventos acontecidos en el juego base, de modo que surgen unas misteriosas y relevantes incógnitas que giran alrededor de las rápidas alteraciones en los ecosistemas de aquellas lejanas e ignotas tierras. Y es que, a pesar de que estamos ante una expansión, esta funciona prácticamente como una secuela inmediata que recoge el testigo donde lo dejó la aventura original, y lo lleva hacia nuevas y emocionantes cacerías por el mundo; es, también, un producto dedicado a los fans y a los amantes de World, algo que se refleja en su carácter continuativo, por lo que es necesario haber terminado la campaña y obtenido, como mínimo, el Rango 16 de cazador para poder acceder a sus múltiples virtudes.
La historia, en cualquier caso, se sigue con cierto interés, si bien no es el plato fuerte de la fórmula; no obstante, es cierto que hay marcadas disonancias en su tratamiento narrativo, pues la inclusión de cuestiones más complejas, de preguntas relevantes para el contexto que plantea, de por sí, Monster Hunter, no terminan de resolverse de manera satisfactoria. Esto se debe, en parte, a que nuestro paso por los hábitats sigue siendo eminentemente destructivo, pero también al hecho de que el título parece ignorar estos aspectos de manera muy oportuna. No creo que sea imprescindible profundizar en estos temas tampoco, al menos no si tenemos en cuenta la perspectiva de franquicia, pero ya que lo hace por voluntad propia es innegable que los cimientos que se plantean, a pesar de ser novedosos, acaban por resolverse un poco como siempre: vamos a asesinar criaturas extrañas en sus propios hogares y ya está. No es que esa resolución sea especialmente problemática o un tabú moderno, a fin de cuentas es un videojuego, pero decepciona un poco cuando piensas que podría haber dado mucho más de sí.
Quizás es mejor no ser excesivamente quisquilloso con estas cuestiones, ya que, como decía anteriormente, el núcleo de Iceborne sigue siendo su jugabilidad, y está claro que a este respecto supone la sublimación de las mecánicas que había planteado Monster Hunter: World en su momento. La nueva región, Arroyo de Escarcha, un reino helado, vibrante y detallado hasta la extenuación, constituye un escenario excepcional, y brilla con luz propia como la zona más emocionante y viva de la franquicia; está repleta de interacciones, de nuevos monstruos que se disputan hermosos y níveos parajes, y, por supuesto, también está abarrotada de pequeñas búsquedas secundarias que aportan ese magnífico toque de aventura, de libertad y de perderse por la naturaleza, elementos que tan bien han sentado al título en esta última entrega. Evidentemente también es muy destacable el regreso de monstruos tan emblemáticos como el Zinogre, el Tigrex o el Nargacuga, así como la cantidad de equipamiento añadido; eso sí, donde resplandece realmente Iceborne es en sus combates, en aquellos magistrales duelos contra criaturas mitad sobrenaturales, mitad deíficas, que supondrán un auténtico reto en los rangos más elevados, incluso para los veteranos de la franquicia. Una delicia ribeteada con un enfrentamiento final tan espectacular como intenso.
Pero esas no son las únicas novedades, ya que también se pone a disposición del jugador un nuevo enclave, Seliana, que no está exento de nuevos minijuegos y de actividades sociales. La ciudad, además, encaja muy bien con un renovado postgame que apuesta por una mayor libertad y variante, con unas áreas de caza más vivas, más emocionantes, que elevan ostensiblemente las cotas de rejugabilidad de la serie, una de sus eternas señas de identidad, hasta nuevos límites. No quiero adelantar ninguna de las sorpresas, pero a modo de pista basta con señalar que hay contenido para más de 100 horas de juego, por lo que el título se perfila como una propuesta más completa y absorbente que nunca. Un auténtico pozo de horas. Todo ello con unos bellos y detallados modelos y escenarios, y, cómo no, con nuevas composiciones musicales para la ocasión, algunas de ellas más inspiradas que otras, pero en general de buena factura. A ello se une a una gran optimización para configurar un apartado artístico y visual que está a la altura de las altas pretensiones jugables del título.
Conclusiones
Iceborne es una expansión que parece hecha por y para fans de la franquicia; a los nuevos niveles de desafío y el retorno de criaturas icónicas que nos curtieron, años atrás, a más de uno, se le suman uno de los mejores y más vibrantes ecosistemas que recordamos, mejoras en el modo multijugador, y, por supuesto, contenido a raudales. Es casi indiscutible que a nivel argumental puede dejar un regusto amargo, incómodo, esencia de aquello que pudo haber sido y no fue, pero en el plano jugable lleva la propuesta del título original a una categoría aún más distinguida. Sin duda habrá de marcar las pautas para el futuro de la serie, y si te encanta Monster Hunter, Iceborne te cautivará y sumergirá en la emoción de la caza durante incontables veladas, eso por descontado.
La edad de hielo
A nivel argumental, Iceborne se sitúa justo después de los eventos acontecidos en el juego base, de modo que surgen unas misteriosas y relevantes incógnitas que giran alrededor de las rápidas alteraciones en los ecosistemas de aquellas lejanas e ignotas tierras. Y es que, a pesar de que estamos ante una expansión, esta funciona prácticamente como una secuela inmediata que recoge el testigo donde lo dejó la aventura original, y lo lleva hacia nuevas y emocionantes cacerías por el mundo; es, también, un producto dedicado a los fans y a los amantes de World, algo que se refleja en su carácter continuativo, por lo que es necesario haber terminado la campaña y obtenido, como mínimo, el Rango 16 de cazador para poder acceder a sus múltiples virtudes.
Después de la exuberancia, el desierto, las profundidades y los páramos deletéreos, estaba claro que era hora de un clima de nieve perpetua.
La historia, en cualquier caso, se sigue con cierto interés, si bien no es el plato fuerte de la fórmula; no obstante, es cierto que hay marcadas disonancias en su tratamiento narrativo, pues la inclusión de cuestiones más complejas, de preguntas relevantes para el contexto que plantea, de por sí, Monster Hunter, no terminan de resolverse de manera satisfactoria. Esto se debe, en parte, a que nuestro paso por los hábitats sigue siendo eminentemente destructivo, pero también al hecho de que el título parece ignorar estos aspectos de manera muy oportuna. No creo que sea imprescindible profundizar en estos temas tampoco, al menos no si tenemos en cuenta la perspectiva de franquicia, pero ya que lo hace por voluntad propia es innegable que los cimientos que se plantean, a pesar de ser novedosos, acaban por resolverse un poco como siempre: vamos a asesinar criaturas extrañas en sus propios hogares y ya está. No es que esa resolución sea especialmente problemática o un tabú moderno, a fin de cuentas es un videojuego, pero decepciona un poco cuando piensas que podría haber dado mucho más de sí.
Quizás es mejor no ser excesivamente quisquilloso con estas cuestiones, ya que, como decía anteriormente, el núcleo de Iceborne sigue siendo su jugabilidad, y está claro que a este respecto supone la sublimación de las mecánicas que había planteado Monster Hunter: World en su momento. La nueva región, Arroyo de Escarcha, un reino helado, vibrante y detallado hasta la extenuación, constituye un escenario excepcional, y brilla con luz propia como la zona más emocionante y viva de la franquicia; está repleta de interacciones, de nuevos monstruos que se disputan hermosos y níveos parajes, y, por supuesto, también está abarrotada de pequeñas búsquedas secundarias que aportan ese magnífico toque de aventura, de libertad y de perderse por la naturaleza, elementos que tan bien han sentado al título en esta última entrega. Evidentemente también es muy destacable el regreso de monstruos tan emblemáticos como el Zinogre, el Tigrex o el Nargacuga, así como la cantidad de equipamiento añadido; eso sí, donde resplandece realmente Iceborne es en sus combates, en aquellos magistrales duelos contra criaturas mitad sobrenaturales, mitad deíficas, que supondrán un auténtico reto en los rangos más elevados, incluso para los veteranos de la franquicia. Una delicia ribeteada con un enfrentamiento final tan espectacular como intenso.
La integración de los monstruos en el entorno es prácticamente total, de manera que la acción se siente parte de un "todo"; de adentrarse de veras en los dominios de poderosas criaturas.
Pero esas no son las únicas novedades, ya que también se pone a disposición del jugador un nuevo enclave, Seliana, que no está exento de nuevos minijuegos y de actividades sociales. La ciudad, además, encaja muy bien con un renovado postgame que apuesta por una mayor libertad y variante, con unas áreas de caza más vivas, más emocionantes, que elevan ostensiblemente las cotas de rejugabilidad de la serie, una de sus eternas señas de identidad, hasta nuevos límites. No quiero adelantar ninguna de las sorpresas, pero a modo de pista basta con señalar que hay contenido para más de 100 horas de juego, por lo que el título se perfila como una propuesta más completa y absorbente que nunca. Un auténtico pozo de horas. Todo ello con unos bellos y detallados modelos y escenarios, y, cómo no, con nuevas composiciones musicales para la ocasión, algunas de ellas más inspiradas que otras, pero en general de buena factura. A ello se une a una gran optimización para configurar un apartado artístico y visual que está a la altura de las altas pretensiones jugables del título.
El postgame y el multijugador son algunas de las características que mejores actualizaciones han recibido, en parte porque ahora las estadísticas de los jefes escalan según el número total de jugadores.
Conclusiones
Iceborne es una expansión que parece hecha por y para fans de la franquicia; a los nuevos niveles de desafío y el retorno de criaturas icónicas que nos curtieron, años atrás, a más de uno, se le suman uno de los mejores y más vibrantes ecosistemas que recordamos, mejoras en el modo multijugador, y, por supuesto, contenido a raudales. Es casi indiscutible que a nivel argumental puede dejar un regusto amargo, incómodo, esencia de aquello que pudo haber sido y no fue, pero en el plano jugable lleva la propuesta del título original a una categoría aún más distinguida. Sin duda habrá de marcar las pautas para el futuro de la serie, y si te encanta Monster Hunter, Iceborne te cautivará y sumergirá en la emoción de la caza durante incontables veladas, eso por descontado.
Redactado por Sergi Bosch (Elite) |
El regreso de monstruos icónicos. Gran postgame, con un montón de contenido. Artísticamente precioso
La trama patina un poco en determinados aspectos. Siguen faltando actividades no genocidas.
A nivel argumental todavía hay margen de mejora, pero jugablemente Iceborne supone la sublimación de la fórmula Monster Hunter. No te defraudará.