
PC
Cyber samurai tecno turbo explosion!
Platinum Games ha hecho un ejercicio de oficio con Rising, ahora también disponible en PC

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Los hack 'n' slash de nuestra era tienen entre sus clarísimos estandartes a Platinum Games. Sin llegar a ser pioneros en nada, bajo una visión de monóculo, sí que han sabido dar un toque personal a sus juegos. Sus juegos desprenden intensidad y carácter; y precisamente por eso se han ganado una gran legión de seguidores en relativamente poco tiempo. MadWorld, Bayonetta y Vanquish tienen muchos feligreses, aunque también muchos detractores; son las consecuencias de triunfar a base de los extremos: extremos en violencia, extremos en acción, y en estética blockbuster, por decirlo de algún modo, que sirven de división entre los jugadores.
El caso de Metal Gear Rising no es precisamente canónico. Tras MGS4, la clásica serie de Hideo Kojima parecía falta de rumbo. El cambio de aires vino de la mano de Platinum Games, que transformó el agua en vino de la noche a la mañana para traernos un frenético hack 'n' slash situado después de los sucesos de Guns of the Patriots, con Raiden como protagonista, y convirtiendo los (Dios me perdone) delirios de Kojima en un argumento a favor. Porque partir un Metal Gear Rex en dos puede ser altamente satisfactorio, y mantener al mismo tiempo el respeto a los clásicos MGS.
La premisa argumental de Rising es un mero preámbulo para justificar samurais, androides y explosiones. Los Patriots han desaparecido, con todo lo que ello significa para la seguridad gubernamental. La biotecnología más agresiva se ha hecho con el poder militar con soldados ciborgs, y nuestro protagonista forma parte de dicho comando. Raiden es el protector de un gobierno africano, que para su desgracia se ve dentro de una espiral de conflictos militares que... en fin, que tiene que matar a todo el mundo.
Que no se malinterprete a Rising, por si acaso; no tiene un argumento a la historia de sus predecesores, pero presume de marca con sus característicos personajes y sus frenéticas escenas de vídeo. Y es que todo en Rising es un exceso palomitero que acompaña y redondea la inmediata jugabilidad. Es sencillo, no hacen falta grandes combos y complejas combinaciones de botones para destrozar un mech en mil pedazos. Y es que lo de desmembrar no es sólo una curiosidad para hacer el mono, sino que forma una parte esencial del combate. Mediante un botón activamos el modo ninja, que mediante un bullet time nos permite atacar con mil y un cortes con la katana con el fin de dar el golpe de gracia al enemigo, y trocearlo en pedacitos si es necesario.
Pero en general el juego no se maneja en bullet time, todo lo contario. Reina la velocidad endiablada, al igual que en Vanquish; con el botón de sprint podemos saltar todos los obstáculos que se crucen en nuestro camino, desde pequeños obstáculos hasta muros de 3 metros, pasando por misiles y cabezas de enemigos. Durante la carrera es muy fácil cortar los obstáculos o enemigos en nuestro camino, así como esquivar los disparos; y una vez cara a cara con el enemigo, la combinación de estocadas y mandobles de Raiden lo destrozarán. Hay varias armas, algunas de fuego, pero la mayoría de enemigos serán sentenciados con la katana.
El caso de Metal Gear Rising no es precisamente canónico. Tras MGS4, la clásica serie de Hideo Kojima parecía falta de rumbo. El cambio de aires vino de la mano de Platinum Games, que transformó el agua en vino de la noche a la mañana para traernos un frenético hack 'n' slash situado después de los sucesos de Guns of the Patriots, con Raiden como protagonista, y convirtiendo los (Dios me perdone) delirios de Kojima en un argumento a favor. Porque partir un Metal Gear Rex en dos puede ser altamente satisfactorio, y mantener al mismo tiempo el respeto a los clásicos MGS.
La premisa argumental de Rising es un mero preámbulo para justificar samurais, androides y explosiones. Los Patriots han desaparecido, con todo lo que ello significa para la seguridad gubernamental. La biotecnología más agresiva se ha hecho con el poder militar con soldados ciborgs, y nuestro protagonista forma parte de dicho comando. Raiden es el protector de un gobierno africano, que para su desgracia se ve dentro de una espiral de conflictos militares que... en fin, que tiene que matar a todo el mundo.
Que no se malinterprete a Rising, por si acaso; no tiene un argumento a la historia de sus predecesores, pero presume de marca con sus característicos personajes y sus frenéticas escenas de vídeo. Y es que todo en Rising es un exceso palomitero que acompaña y redondea la inmediata jugabilidad. Es sencillo, no hacen falta grandes combos y complejas combinaciones de botones para destrozar un mech en mil pedazos. Y es que lo de desmembrar no es sólo una curiosidad para hacer el mono, sino que forma una parte esencial del combate. Mediante un botón activamos el modo ninja, que mediante un bullet time nos permite atacar con mil y un cortes con la katana con el fin de dar el golpe de gracia al enemigo, y trocearlo en pedacitos si es necesario.
Pero en general el juego no se maneja en bullet time, todo lo contario. Reina la velocidad endiablada, al igual que en Vanquish; con el botón de sprint podemos saltar todos los obstáculos que se crucen en nuestro camino, desde pequeños obstáculos hasta muros de 3 metros, pasando por misiles y cabezas de enemigos. Durante la carrera es muy fácil cortar los obstáculos o enemigos en nuestro camino, así como esquivar los disparos; y una vez cara a cara con el enemigo, la combinación de estocadas y mandobles de Raiden lo destrozarán. Hay varias armas, algunas de fuego, pero la mayoría de enemigos serán sentenciados con la katana.