PC
Crónica de una amarga soledad
Limbo desembarca en Steam para beneplácito de los jugadores que no pudieron probarlo en consola.
Por Andrés JC,
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Terminó la espera para los jugadores de Steam: Limbo por fin llega a nuestros ordenadores meses después de su debut en el Bazar de Xbox Live. Y qué decir sobre él que no se sepa ya: Limbo es excepcional. Aunque sigue ciertas pautas, ya que se podría decir que ha venido inspirado por el fenómeno Braid, es un juego atípico, fuera de cualquier estándar plataformero existente. Carece de argumento, de introducciones y cinemáticas. También está casi vacío musicalmente, y en cuanto a lo visual no utiliza los colores. Su jugabilidad es tan simple como moverse, saltar y un botón para interactuar con el entorno. Pero entonces, ¿qué hace a Limbo tan especial?
Cúbrete las espaldas, chico oscuro
El juego nos da el control nada más comenzar, sin ningún tipo de contexto. Tomamos el papel de un niño en un lugar lúgubre y silencioso. La oscuridad del lugar no permite ver nada más que la silueta y los ojos centelleantes del chico. A partir de aquí empieza un viaje incierto hacia un destino desconocido repleto de todo tipo de dificultades... y con la muerte acechando en cada esquina. Ten cuidado con dónde pisas, por dónde saltas y qué interruptor pulsas, porque puedes terminar horriblemente mal, porque todo y todos están contra ti.
Y es que Limbo destila un carácter ciertamente sádico. Hay muchas ocasiones en las que los acontecimientos son imprevisibles y moriremos sin remedio de manera cruel, observando instantes antes cómo vamos a ser empalados en un asta gigante, aplastados por una roca, electrocutados o devorados por algún tipo de abominación. Para acompañar esto, la indiferencia con la que el propio juego trata la muerte es sutil pero efectiva, dejándonos contemplar el cadáver durante largos instantes y con silencio tétrico.
Que no se malinterprete: no hay imágenes sangrientas ni desagradables, los sensibles están a salvo. Eso sí, falta la otra mitad de la película, cuando somos nosotros, a través del protagonista, los que nos abrimos paso entre los enemigos engañándolos de las maneras más ingeniosas y violentas y utilizando de manera calculada y oportunista los elementos del escenario dado que no hay manera natural de golpear o atacar. Un paso en falso supone siempre la muerte.
Cúbrete las espaldas, chico oscuro
El juego nos da el control nada más comenzar, sin ningún tipo de contexto. Tomamos el papel de un niño en un lugar lúgubre y silencioso. La oscuridad del lugar no permite ver nada más que la silueta y los ojos centelleantes del chico. A partir de aquí empieza un viaje incierto hacia un destino desconocido repleto de todo tipo de dificultades... y con la muerte acechando en cada esquina. Ten cuidado con dónde pisas, por dónde saltas y qué interruptor pulsas, porque puedes terminar horriblemente mal, porque todo y todos están contra ti.
Y es que Limbo destila un carácter ciertamente sádico. Hay muchas ocasiones en las que los acontecimientos son imprevisibles y moriremos sin remedio de manera cruel, observando instantes antes cómo vamos a ser empalados en un asta gigante, aplastados por una roca, electrocutados o devorados por algún tipo de abominación. Para acompañar esto, la indiferencia con la que el propio juego trata la muerte es sutil pero efectiva, dejándonos contemplar el cadáver durante largos instantes y con silencio tétrico.
Que no se malinterprete: no hay imágenes sangrientas ni desagradables, los sensibles están a salvo. Eso sí, falta la otra mitad de la película, cuando somos nosotros, a través del protagonista, los que nos abrimos paso entre los enemigos engañándolos de las maneras más ingeniosas y violentas y utilizando de manera calculada y oportunista los elementos del escenario dado que no hay manera natural de golpear o atacar. Un paso en falso supone siempre la muerte.