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Análisis de Hogwarts Legacy, el videojuego de Harry Potter que llevábamos tantos años esperando
Avalanche y Warner se alían para traer Hogwarts Legacy, una divertidísima aventura de acción basada en la franquicia de Harry Potter que, aun con sus fallitos, va directa al corazón del fan.
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Pocas veces he sentido una mayor sensación de inseguridad en lo que respecta al lanzamiento de un videojuego que con Hogwarts Legacy. Es algo puramente personal, sin duda; para bien y para mal, formo parte de la generación que creció con Harry Potter y que, para ser más precisos, fue madurando al mismo tiempo que su protagonista homónimo. Ha pasado bastante tiempo, pero recuerdo con el tenue velo de la memoria que tenía unos ocho años cuando vi La piedra filosofal por primera vez, y diecisiete cuando salió Las reliquias de la muerte: Parte 2, momento en el que fui al cine como un loco para contemplar el final de una serie cinematográfica que, evidentemente, ya sabía cómo acababa, porque me había leído los libros dos veces en el transcurso de mi vida. Son dos cosas que normalmente van juntas; quizás llegues a Harry Potter por las películas, pero de un modo u otro todo termina llevándote a los libres, tarde o temprano, casi como una consecuencia inevitable de haber descubierto algo que conecta directamente con ese niño perdido que todos llevamos dentro.
Por desgracia, en la ecuación siempre faltaron los videojuegos… Bueno, casi siempre, para ser totalmente honestos, porque las dos primeras entregas de PSX eran intentos más que dignos de llevar las desventuras de Harry, Hermione y Ron al hardware de la época, con sus rostros de poliedro trasnochado y sus bosques de cartón piedra. Y, con todo, incluso con la buena voluntad del grupo de estudios que los desarrollaron, siempre faltó algo, una cura para esa extraña, inefable e ineludible pulsión por recorrer Hogwarts, por empaparnos del Mundo Mágico y de ser una parte más de sus fantasías y de su maravillosa evasión. Un mundo que, por supuesto, es infinitamente mejor que el nuestro, que la realidad grisácea, lóbrega y arrítmica a la que empiezas a enfrentarte en la adolescencia. La magia de Harry Potter reside justamente aquí, en este juego de vidas: parte del mundo real para enseñarte una existencia mucho más significativa, creativa y veleidosa que está ahí, esperándote tras una fina pared que amenaza con desmoronarse en cualquier instante.

Creo que por eso siempre tenía una sensación agridulce con cada noticia que salía sobre Hogwarts Legacy, una danza emocional peligrosa en la que la expectación se juntaba, por paradójico que sea, con un pesimismo disfrazado de distanciamiento. Esto se debía, en parte, a que soy consciente de que la tarea de representar Hogwarts tal y como el fan quiere no solo es titánica e infernal, más o menos como una interpretación digital del castigo de Sísifo, sino porque también pienso que es algo que solo puede conseguir otro fan, una coincidencia autor-destinatario que siempre le ha sido tremendamente esquivo a la franquicia. Sin embargo, los días pasaron, se tornaron meses, luego años, y finalmente llegó la fecha: el pasado 10 de febrero Hogwarts Legacy salió al mercado, y no solo resultó ser un título aceptable, sino que es un buen videojuego con todas las de la ley, aun con sus fallos, sus ausencias y su marcadísimo costumbrismo dentro del mundo abierto. De eso vamos a hablar a continuación.
La historia de Hogwarts Legacy: una vida de estudiante en las Highlands
Hogwarts Legacy nos lleva a las bellas tierras de las Highlands escocesas, los parajes gaélicos en los que se asienta la legendaria escuela de magia en la que un día Severus Snape habría de dedicarse a pegar librazos a sus estudiantes a diestro y siniestro. Para eso todavía falta mucho, no obstante, porque aquí estamos a finales del siglo XIX, es decir, en torno a un siglo antes de los acontecimientos que tienen lugar en la serie literario-cinematográfica de Harry Potter, y unas cuantas décadas antes de las movidas de Newt Scamander en las ambivalentes entregas de Animales Fantásticos. En cuanto a la trama, y sin ninguna voluntad de entrar en destripes innecesarios, en lo nuevo de Avalanche te pones en la piel de un alumno de quinto que puede ver rastros de una magia antigua que, por alguna extraña razón, había caído en el ostracismo más absoluto; poco después, te encontrarás inmerso en un conflicto racial, histórico y profundamente turbio que amenaza con sacudir los ya de por sí delicados cimientos del Mundo mágico.

Eso sí, lejos de plantear una historia con un protagonista predefinido, Hogwarts Legacy pasa primero por la creación de un personaje, una suerte de avatar del jugador en el Mundo mágico, en la que podremos decidir aspectos que van desde la apariencia física a la voz, con algunas opciones muy interesantes que posibilitan protagonistas no binarios, de género no definido, de distinto fenotipo, etc., una decisión que aplaudo y que, en mi opinión, también es una declaración de intenciones de un proyecto que busca alejarse lo máximo posible de todas las polémicas que rodean a la figura de Rowling. Cómo no, también puedes elegir tu casa y tu varita (e incluso puedes importarlas desde tu perfil de Pottermore, si eres de esos que han hecho el test al menos una vez) y, a pesar de que buena parte de la correlación jugador-historia acaba ahí, en el sentido de que tu capacidad para incidir en el devenir de los acontecimientos es un tanto limitado, sí que tienes un poco de margen de maniobra para decidir ciertas cosas.
Sea como fuere, tardas poquito en darte cuenta de que el hilo argumental de Hogwarts Legacy está ahí, sin hacer daño a nadie, pero tampoco sin intentar nada fuera de lo convencional; a grandes rasgos, es una excusa temática, un mero recurso narrativo cuya principal función es situar al jugador en Hogwarts y hacerle partícipe de algunos de sus elementos fundamentales e irreductibles: las clases de hechicería y pociones, el vuelo en escoba (¡Por las barbas de Merlín, falta el Quidditch!), la búsqueda de tesoros escondidos en la piedra primordial del castillo, y el combate, con varita en mano y Expelliarmus en los labios (Avada Kedavra si eres de Slytherin), son solo algunas de las actividades que te esperan en una aventura que tardarás unas 25-40 horas en completar, dependiendo de tu ritmo de juego y de cuán exhaustivo seas con las búsquedas secundarias, que son tan abundantes como variables en calidad. Las relativas a personajes secundarios o acompañantes son geniales, pero hay por ahí alguna de recadero extremo que me recuerda a los oscuros tiempos de los mundos abiertos de 2014.

Esa misma sensación de ambigüedad las tuve con el elenco de personajes, muy flojito en general, con unas líneas de diálogo que tienen sus más y sus menos, y que no destacan precisamente por su buen hacer literario. Sin embargo, de algún modo Hogwarts Legacy se las ingenia para dedicar incontables referencias al increíble trasfondo que posee la franquicia, especialmente en su ámbito cinematográfico, y conecta con el jugador a través de la nostalgia, del cariño y de la inocencia. Es una de esas historias que no revolucionan nada, que no redescubren la pólvora, y que aún así son efectivas simplemente porque tienen muy claro lo que deben hacer. Sí que me ha dejado un poquito con ganas de más, con el deseo acezante de formar parte de una historia de Harry Potter verdaderamente oscura y madura, o de ver una trama que verdaderamente se bifurque con nuestras decisiones, más allá de la apariencia de mutabilidad argumental, algo con la libertad como bandera.
Por ahí van los tiros también con algunos de los temas más polémicos del Mundo mágico, como la casi eterna esclavitud de los elfos domésticos, el clasismo y supremacismo de los sangre limpia, la aristocracia inamovible y, cómo no, la delgada línea que separa lo fantasioso de lo verosímil en temas de la contraposición realidad muggle - realidad mágica. Hogwarts Legacy pasa de puntillas por casi todas estas cuestiones (aunque alguna se toca de manera esporádica) y también sigue cerrándose un poco al público no británico con unas cuantas decisiones de representación racial y cultural que no me han terminado de convencer, por mucho que Natsai Onai sea de origen ugandés. Harry Potter siempre ha tenido una especie de aura de levedad y aquí, muy a mi pesar, no ha saltado la sorpresa… Lo que no quita que al mismo tiempo me parezca que triunfa en lo más importante: Hogwarts Legacy te hace sentir parte de su mundo, aunque solo sea por un rato, por unas veladas de evasión y maravillosos descubrimientos en ese mágico castillo que todos conocemos como si fuera la palma de nuestra mano.

Del RPG a la aventura de acción: cuáles son los límites
Hasta cierto punto, el poco margen de decisión que tiene el jugador sobre la historia tiene muchísimo que ver con el género al que realmente se adscribe Hogwarts Legacy: más que de un RPG de acción a la antigua usanza, hablamos de una aventura de acción con elementos RPG, una de las denominaciones más comunes de la industria moderna del videojuego… Y también una de las que más variaciones presenta. Para que nos entendamos, el título funciona con una perspectiva en tercera persona e integra aspectos de diversa índole, como mecánicas de combate con apuntado y cámara en la espalda, exploración más o menos libre, y un montón de actividades secundarias que habrán de mantenerte bien ocupado en tu estancia en Hogwarts. Dentro de estas últimas, hay carreras contrarreloj de escobas voladoras, crianza de animales mágicos, herbología y elaboración de pociones y tónicos variados, y también algún que otro escarceo con la decoración y la habilitación de un espacio personal, que prefiero dejar que descubras por tu cuenta para no chafarte la sorpresa. También presenta un mundo abierto bastante conservador, que se puede recorrer tanto a pie como en monturas, y un montón de rompecabezas ambientales cuya solución pasa por el correcto uso de tus hechizos.
El equipamiento, con sus estadísticas y sus posibles beneficios pasivos, también está presente, aunque no invita ni mucho menos al “farmeo” de piezas ni llega a hacerse abrumador, como sí que puede suceder con algunos A-RPG recientes del estilo de Nioh. Es algo que está ahí, un pelín de fondo, a modo de apoyo para el combate, que muchas veces es la estrella de la función. Sin contar Revelio, cuya función se reduce únicamente a resaltar en pantalla los objetos de interés cercanos, hay 26 hechizos disponibles; entre ellos se cuentan los archiconocidos Wingardium Leviosa, Expelliarmus y Lumos, sí, pero también cosas más perturbadoras, como las tres maldiciones imperdonables (Imperio, Crucio y Avada Kedavra) y otros ataques especiales devastadores, véase Bombarda o Diffindo. Es una maravilla comprobar todas las sinergias, potenciar los hechizos a través del árbol de talento y, en suma, sacarle el máximo partido a un sistema que se nutre tanto de las esquivas y de los parrys perfectos como del ingenio del jugador, sobre todo en la dificultad más alta.

En líneas generales, los hechizos se dividen en una serie de categorías según su función (daño, utilidad, movimiento, control…) y se asignan a hasta cuatro esquemas cuatripartitos que se pueden ir cambiando en mitad del combate. No te voy a mentir, la idea funciona y recuerda muchísimo a lo que vimos en Dragon Age: Inquisition, pero también se siente un tanto ortopédico y poco natural cuando te apetece probar combos largos e imaginativos, que no solo son posibles sino que además presentan sinergias sorprendentes. Si a eso le añades la posibilidad de utilizar plantas con muy mala leche, rollo coles masticadoras chinas o tentáculas venenosas, para que te ayuden en el fragor de la batalla, se te queda un conjunto tan loco como divertido que aguanta francamente bien el paso de las horas. Las clases, en cambio, sí que se han quedado un poco descolgadas y sirven más como una herramienta de acceso rápido a hechizos que como un motivo de inmersión.
Ahora, la pregunta del millón: ¿Puedes matar gente y ser un mago chungo? Respuesta corta, sí, respuesta larga, no. ¿Por qué? Me explico: las situaciones en las que puedes interactuar con hechizos y otros personajes están muy limitadas a encuentros con enemigos, que van desde furtivos y gnomos malignos a malhechores malignos y criaturas inequívocamente malignas, lo que implica que no puedes pillar a Pepito, alumno de segundo de Hogwarts, y tirarle Avada Kedavra por el pasillo. A esos bichos malignos, por otro lado, los puedes destrozar como prefieras. ¿Es entendible? Totalmente; en el Mundo mágico, el uso de cualquiera de estos hechizos está penado con el ingreso inmediato en Azkaban y sería imposible justificar que el jugador se saliese con la suya si la escuela fuera un delirio de brutalidad juvenil a lo Bully. ¿Es decepcionante? A ratos, claro, especialmente cuando un personaje reprocha a otro el uso de una maldición imperdonable y a ti, que probablemente hayas tirado quince en los últimos tres minutos, nadie te dice nada.

Me habría encantado ver algo más del estilo de The Elder Scrolls, donde puedes cargarte prácticamente a cualquiera, pero entiendo que no es el momento ni el lugar. Harry Potter simplemente no va de eso y no sé hasta qué punto es lógico criticar a Hogwarts Legacy por respetar los mimbres de su IP. Volvemos, eso sí, con la gran ausencia: el Quidditch, un golpe bastante grande si tenías especial ilusión por intentar ganar la copa con tu casa favorita. Desde los tiempos del extraño Harry Potter: Quidditch Copa del Mundo no se ha producido ningún intento de llevar el deporte rey de los magos a nuestro medio, circunstancia lamentable porque tiene muchísimo potencial. A este respecto, no es descartable que Avalanche lo añada en el futuro, pero si tenemos en cuenta que de momento ni siquiera están trabajando en una expansión para Hogwarts Legacy, parece que en el mejor de los casos sería algo a largo plazo.
La belleza de Hogwarts Legacy y de su Mundo mágico
En temas audiovisuales, Hogwarts Legacy destaca por una banda sonora sensacional que captura perfectamente la esencia de las adaptaciones cinematográficas. Hay un sinfín de composiciones orquestadas, casi todas son tremendamente pegadizas y fácilmente reconocibles, y acompañan de manera excelente a la aventura en todo momento. Lo mismo te diría de un diseño artístico que cumple con creces en líneas generales, y que brilla con luz propia en todo lo relativo a Hogwarts. Recorrer los pasillos de la escuela, con sus vidrieras de luces imposibles, sus techos encantados, y sus torres infinitas, es una sensación muy especial que va directa al corazón del fan de Harry Potter. Hay más localizaciones, por supuesto, como Hogsmeade, El Bosque Prohibido, Feldcroft, y unas cuantas más, todas ellas muy bien representadas, lo que refleja un increíble trabajo creativo a la hora de llevar las descripciones de Rowling al mundo del videojuego. Casi perfecto aquí.

Adentrándonos en cuestiones más técnicas, lo nuevo de Avalanche tiene algún que otro bug incómodo, rasca imágenes por segundo más de la cuenta, especialmente en ordenador y con el Ray Tracing activado, pero cumple de sobra en materia de modelos, animaciones, texturas y efectos lumínicos. Solo los rostros y el sombreado se han quedado un pelín descolgados… Bueno, el doblaje al español también se las trae: cambian las voces de los personajes de frase a frase (con uno es especialmente evidente), los tonos son casi siempre los mismos, y en general el resultado exhibe muy, muy poquito trabajo. La localización a distintos idiomas siempre es algo de agradecer, pero tiene que hacerse bien, especialmente cuando lo haces en una de las lenguas más relevantes del mundo. Por cierto, si tu intención es jugar a Hogwarts Legacy en PlayStation 4 o Xbox One, recuerda que tendrás que esperar al próximo cuatro de abril, mientras que la versión de Switch llegará el 25 de julio.
CONCLUSIONES
Hogwarts Legacy no las tenía todas consigo: las expectativas eran inmensas, durante más de una época pareció una quimera, un proyecto cancelado o con riesgo de cancelarse a las primeras de cambio, y cuando por fin lo vimos en movimiento sembró tanto asombros como dudas. Al final, el tiempo pone todas las cosas en su lugar y Hogwarts Legacy, a pesar de ser un RPG occidental muy leve, muy básico y excesivamente conservador, prácticamente un eco de tiempos pasados, es también una genial aventura de acción que transmite de maravilla las bondades de su franquicia literario-cinematográfica: los combates son divertidos y potencian la imaginación del jugador a partir de combos basados en la sinergia entre ellos, hay un montón de actividades secundarias de calidad, y la inmersión en Hogwarts, en parte gracias a su excelente diseño artístico y su especial banda sonora, es de muy alto calibre. Se queda fuera del sobresaliente porque la historia no termina de convencer, al sufrir exactamente de los mismos problemas que de costumbre (y por la ausencia del Quidditch) pero sí, es 2023 y por fin tenemos un juego de Harry Potter que puedes recomendar efusivamente sin remordimientos. Un auténtico regalo hecho por y para fans. ¿Qué deparará el futuro? No sé, pero la base es increíble, sin duda.
Por desgracia, en la ecuación siempre faltaron los videojuegos… Bueno, casi siempre, para ser totalmente honestos, porque las dos primeras entregas de PSX eran intentos más que dignos de llevar las desventuras de Harry, Hermione y Ron al hardware de la época, con sus rostros de poliedro trasnochado y sus bosques de cartón piedra. Y, con todo, incluso con la buena voluntad del grupo de estudios que los desarrollaron, siempre faltó algo, una cura para esa extraña, inefable e ineludible pulsión por recorrer Hogwarts, por empaparnos del Mundo Mágico y de ser una parte más de sus fantasías y de su maravillosa evasión. Un mundo que, por supuesto, es infinitamente mejor que el nuestro, que la realidad grisácea, lóbrega y arrítmica a la que empiezas a enfrentarte en la adolescencia. La magia de Harry Potter reside justamente aquí, en este juego de vidas: parte del mundo real para enseñarte una existencia mucho más significativa, creativa y veleidosa que está ahí, esperándote tras una fina pared que amenaza con desmoronarse en cualquier instante.

Creo que por eso siempre tenía una sensación agridulce con cada noticia que salía sobre Hogwarts Legacy, una danza emocional peligrosa en la que la expectación se juntaba, por paradójico que sea, con un pesimismo disfrazado de distanciamiento. Esto se debía, en parte, a que soy consciente de que la tarea de representar Hogwarts tal y como el fan quiere no solo es titánica e infernal, más o menos como una interpretación digital del castigo de Sísifo, sino porque también pienso que es algo que solo puede conseguir otro fan, una coincidencia autor-destinatario que siempre le ha sido tremendamente esquivo a la franquicia. Sin embargo, los días pasaron, se tornaron meses, luego años, y finalmente llegó la fecha: el pasado 10 de febrero Hogwarts Legacy salió al mercado, y no solo resultó ser un título aceptable, sino que es un buen videojuego con todas las de la ley, aun con sus fallos, sus ausencias y su marcadísimo costumbrismo dentro del mundo abierto. De eso vamos a hablar a continuación.
La historia de Hogwarts Legacy: una vida de estudiante en las Highlands
Hogwarts Legacy nos lleva a las bellas tierras de las Highlands escocesas, los parajes gaélicos en los que se asienta la legendaria escuela de magia en la que un día Severus Snape habría de dedicarse a pegar librazos a sus estudiantes a diestro y siniestro. Para eso todavía falta mucho, no obstante, porque aquí estamos a finales del siglo XIX, es decir, en torno a un siglo antes de los acontecimientos que tienen lugar en la serie literario-cinematográfica de Harry Potter, y unas cuantas décadas antes de las movidas de Newt Scamander en las ambivalentes entregas de Animales Fantásticos. En cuanto a la trama, y sin ninguna voluntad de entrar en destripes innecesarios, en lo nuevo de Avalanche te pones en la piel de un alumno de quinto que puede ver rastros de una magia antigua que, por alguna extraña razón, había caído en el ostracismo más absoluto; poco después, te encontrarás inmerso en un conflicto racial, histórico y profundamente turbio que amenaza con sacudir los ya de por sí delicados cimientos del Mundo mágico.

Eso sí, lejos de plantear una historia con un protagonista predefinido, Hogwarts Legacy pasa primero por la creación de un personaje, una suerte de avatar del jugador en el Mundo mágico, en la que podremos decidir aspectos que van desde la apariencia física a la voz, con algunas opciones muy interesantes que posibilitan protagonistas no binarios, de género no definido, de distinto fenotipo, etc., una decisión que aplaudo y que, en mi opinión, también es una declaración de intenciones de un proyecto que busca alejarse lo máximo posible de todas las polémicas que rodean a la figura de Rowling. Cómo no, también puedes elegir tu casa y tu varita (e incluso puedes importarlas desde tu perfil de Pottermore, si eres de esos que han hecho el test al menos una vez) y, a pesar de que buena parte de la correlación jugador-historia acaba ahí, en el sentido de que tu capacidad para incidir en el devenir de los acontecimientos es un tanto limitado, sí que tienes un poco de margen de maniobra para decidir ciertas cosas.
Sea como fuere, tardas poquito en darte cuenta de que el hilo argumental de Hogwarts Legacy está ahí, sin hacer daño a nadie, pero tampoco sin intentar nada fuera de lo convencional; a grandes rasgos, es una excusa temática, un mero recurso narrativo cuya principal función es situar al jugador en Hogwarts y hacerle partícipe de algunos de sus elementos fundamentales e irreductibles: las clases de hechicería y pociones, el vuelo en escoba (¡Por las barbas de Merlín, falta el Quidditch!), la búsqueda de tesoros escondidos en la piedra primordial del castillo, y el combate, con varita en mano y Expelliarmus en los labios (Avada Kedavra si eres de Slytherin), son solo algunas de las actividades que te esperan en una aventura que tardarás unas 25-40 horas en completar, dependiendo de tu ritmo de juego y de cuán exhaustivo seas con las búsquedas secundarias, que son tan abundantes como variables en calidad. Las relativas a personajes secundarios o acompañantes son geniales, pero hay por ahí alguna de recadero extremo que me recuerda a los oscuros tiempos de los mundos abiertos de 2014.

Esa misma sensación de ambigüedad las tuve con el elenco de personajes, muy flojito en general, con unas líneas de diálogo que tienen sus más y sus menos, y que no destacan precisamente por su buen hacer literario. Sin embargo, de algún modo Hogwarts Legacy se las ingenia para dedicar incontables referencias al increíble trasfondo que posee la franquicia, especialmente en su ámbito cinematográfico, y conecta con el jugador a través de la nostalgia, del cariño y de la inocencia. Es una de esas historias que no revolucionan nada, que no redescubren la pólvora, y que aún así son efectivas simplemente porque tienen muy claro lo que deben hacer. Sí que me ha dejado un poquito con ganas de más, con el deseo acezante de formar parte de una historia de Harry Potter verdaderamente oscura y madura, o de ver una trama que verdaderamente se bifurque con nuestras decisiones, más allá de la apariencia de mutabilidad argumental, algo con la libertad como bandera.
"Hogwarts Legacy te hace sentir parte de su mundo, aunque solo sea por un rato, por unas veladas de evasión y maravillosos descubrimientos en ese mágico castillo que todos conocemos como si fuera la palma de nuestra mano"
Por ahí van los tiros también con algunos de los temas más polémicos del Mundo mágico, como la casi eterna esclavitud de los elfos domésticos, el clasismo y supremacismo de los sangre limpia, la aristocracia inamovible y, cómo no, la delgada línea que separa lo fantasioso de lo verosímil en temas de la contraposición realidad muggle - realidad mágica. Hogwarts Legacy pasa de puntillas por casi todas estas cuestiones (aunque alguna se toca de manera esporádica) y también sigue cerrándose un poco al público no británico con unas cuantas decisiones de representación racial y cultural que no me han terminado de convencer, por mucho que Natsai Onai sea de origen ugandés. Harry Potter siempre ha tenido una especie de aura de levedad y aquí, muy a mi pesar, no ha saltado la sorpresa… Lo que no quita que al mismo tiempo me parezca que triunfa en lo más importante: Hogwarts Legacy te hace sentir parte de su mundo, aunque solo sea por un rato, por unas veladas de evasión y maravillosos descubrimientos en ese mágico castillo que todos conocemos como si fuera la palma de nuestra mano.

Del RPG a la aventura de acción: cuáles son los límites
Hasta cierto punto, el poco margen de decisión que tiene el jugador sobre la historia tiene muchísimo que ver con el género al que realmente se adscribe Hogwarts Legacy: más que de un RPG de acción a la antigua usanza, hablamos de una aventura de acción con elementos RPG, una de las denominaciones más comunes de la industria moderna del videojuego… Y también una de las que más variaciones presenta. Para que nos entendamos, el título funciona con una perspectiva en tercera persona e integra aspectos de diversa índole, como mecánicas de combate con apuntado y cámara en la espalda, exploración más o menos libre, y un montón de actividades secundarias que habrán de mantenerte bien ocupado en tu estancia en Hogwarts. Dentro de estas últimas, hay carreras contrarreloj de escobas voladoras, crianza de animales mágicos, herbología y elaboración de pociones y tónicos variados, y también algún que otro escarceo con la decoración y la habilitación de un espacio personal, que prefiero dejar que descubras por tu cuenta para no chafarte la sorpresa. También presenta un mundo abierto bastante conservador, que se puede recorrer tanto a pie como en monturas, y un montón de rompecabezas ambientales cuya solución pasa por el correcto uso de tus hechizos.
El equipamiento, con sus estadísticas y sus posibles beneficios pasivos, también está presente, aunque no invita ni mucho menos al “farmeo” de piezas ni llega a hacerse abrumador, como sí que puede suceder con algunos A-RPG recientes del estilo de Nioh. Es algo que está ahí, un pelín de fondo, a modo de apoyo para el combate, que muchas veces es la estrella de la función. Sin contar Revelio, cuya función se reduce únicamente a resaltar en pantalla los objetos de interés cercanos, hay 26 hechizos disponibles; entre ellos se cuentan los archiconocidos Wingardium Leviosa, Expelliarmus y Lumos, sí, pero también cosas más perturbadoras, como las tres maldiciones imperdonables (Imperio, Crucio y Avada Kedavra) y otros ataques especiales devastadores, véase Bombarda o Diffindo. Es una maravilla comprobar todas las sinergias, potenciar los hechizos a través del árbol de talento y, en suma, sacarle el máximo partido a un sistema que se nutre tanto de las esquivas y de los parrys perfectos como del ingenio del jugador, sobre todo en la dificultad más alta.

En líneas generales, los hechizos se dividen en una serie de categorías según su función (daño, utilidad, movimiento, control…) y se asignan a hasta cuatro esquemas cuatripartitos que se pueden ir cambiando en mitad del combate. No te voy a mentir, la idea funciona y recuerda muchísimo a lo que vimos en Dragon Age: Inquisition, pero también se siente un tanto ortopédico y poco natural cuando te apetece probar combos largos e imaginativos, que no solo son posibles sino que además presentan sinergias sorprendentes. Si a eso le añades la posibilidad de utilizar plantas con muy mala leche, rollo coles masticadoras chinas o tentáculas venenosas, para que te ayuden en el fragor de la batalla, se te queda un conjunto tan loco como divertido que aguanta francamente bien el paso de las horas. Las clases, en cambio, sí que se han quedado un poco descolgadas y sirven más como una herramienta de acceso rápido a hechizos que como un motivo de inmersión.
"Más que de un RPG de acción a la antigua usanza, hablamos de una aventura de acción con elementos RPG [...] el título integra mecánicas de combate, exploración y un montón de contenido secundario"
Ahora, la pregunta del millón: ¿Puedes matar gente y ser un mago chungo? Respuesta corta, sí, respuesta larga, no. ¿Por qué? Me explico: las situaciones en las que puedes interactuar con hechizos y otros personajes están muy limitadas a encuentros con enemigos, que van desde furtivos y gnomos malignos a malhechores malignos y criaturas inequívocamente malignas, lo que implica que no puedes pillar a Pepito, alumno de segundo de Hogwarts, y tirarle Avada Kedavra por el pasillo. A esos bichos malignos, por otro lado, los puedes destrozar como prefieras. ¿Es entendible? Totalmente; en el Mundo mágico, el uso de cualquiera de estos hechizos está penado con el ingreso inmediato en Azkaban y sería imposible justificar que el jugador se saliese con la suya si la escuela fuera un delirio de brutalidad juvenil a lo Bully. ¿Es decepcionante? A ratos, claro, especialmente cuando un personaje reprocha a otro el uso de una maldición imperdonable y a ti, que probablemente hayas tirado quince en los últimos tres minutos, nadie te dice nada.

Me habría encantado ver algo más del estilo de The Elder Scrolls, donde puedes cargarte prácticamente a cualquiera, pero entiendo que no es el momento ni el lugar. Harry Potter simplemente no va de eso y no sé hasta qué punto es lógico criticar a Hogwarts Legacy por respetar los mimbres de su IP. Volvemos, eso sí, con la gran ausencia: el Quidditch, un golpe bastante grande si tenías especial ilusión por intentar ganar la copa con tu casa favorita. Desde los tiempos del extraño Harry Potter: Quidditch Copa del Mundo no se ha producido ningún intento de llevar el deporte rey de los magos a nuestro medio, circunstancia lamentable porque tiene muchísimo potencial. A este respecto, no es descartable que Avalanche lo añada en el futuro, pero si tenemos en cuenta que de momento ni siquiera están trabajando en una expansión para Hogwarts Legacy, parece que en el mejor de los casos sería algo a largo plazo.
La belleza de Hogwarts Legacy y de su Mundo mágico
En temas audiovisuales, Hogwarts Legacy destaca por una banda sonora sensacional que captura perfectamente la esencia de las adaptaciones cinematográficas. Hay un sinfín de composiciones orquestadas, casi todas son tremendamente pegadizas y fácilmente reconocibles, y acompañan de manera excelente a la aventura en todo momento. Lo mismo te diría de un diseño artístico que cumple con creces en líneas generales, y que brilla con luz propia en todo lo relativo a Hogwarts. Recorrer los pasillos de la escuela, con sus vidrieras de luces imposibles, sus techos encantados, y sus torres infinitas, es una sensación muy especial que va directa al corazón del fan de Harry Potter. Hay más localizaciones, por supuesto, como Hogsmeade, El Bosque Prohibido, Feldcroft, y unas cuantas más, todas ellas muy bien representadas, lo que refleja un increíble trabajo creativo a la hora de llevar las descripciones de Rowling al mundo del videojuego. Casi perfecto aquí.

Adentrándonos en cuestiones más técnicas, lo nuevo de Avalanche tiene algún que otro bug incómodo, rasca imágenes por segundo más de la cuenta, especialmente en ordenador y con el Ray Tracing activado, pero cumple de sobra en materia de modelos, animaciones, texturas y efectos lumínicos. Solo los rostros y el sombreado se han quedado un pelín descolgados… Bueno, el doblaje al español también se las trae: cambian las voces de los personajes de frase a frase (con uno es especialmente evidente), los tonos son casi siempre los mismos, y en general el resultado exhibe muy, muy poquito trabajo. La localización a distintos idiomas siempre es algo de agradecer, pero tiene que hacerse bien, especialmente cuando lo haces en una de las lenguas más relevantes del mundo. Por cierto, si tu intención es jugar a Hogwarts Legacy en PlayStation 4 o Xbox One, recuerda que tendrás que esperar al próximo cuatro de abril, mientras que la versión de Switch llegará el 25 de julio.
CONCLUSIONES
Hogwarts Legacy no las tenía todas consigo: las expectativas eran inmensas, durante más de una época pareció una quimera, un proyecto cancelado o con riesgo de cancelarse a las primeras de cambio, y cuando por fin lo vimos en movimiento sembró tanto asombros como dudas. Al final, el tiempo pone todas las cosas en su lugar y Hogwarts Legacy, a pesar de ser un RPG occidental muy leve, muy básico y excesivamente conservador, prácticamente un eco de tiempos pasados, es también una genial aventura de acción que transmite de maravilla las bondades de su franquicia literario-cinematográfica: los combates son divertidos y potencian la imaginación del jugador a partir de combos basados en la sinergia entre ellos, hay un montón de actividades secundarias de calidad, y la inmersión en Hogwarts, en parte gracias a su excelente diseño artístico y su especial banda sonora, es de muy alto calibre. Se queda fuera del sobresaliente porque la historia no termina de convencer, al sufrir exactamente de los mismos problemas que de costumbre (y por la ausencia del Quidditch) pero sí, es 2023 y por fin tenemos un juego de Harry Potter que puedes recomendar efusivamente sin remordimientos. Un auténtico regalo hecho por y para fans. ¿Qué deparará el futuro? No sé, pero la base es increíble, sin duda.
Copia digital proporcionada por Ziran
Diseño artístico. Banda sonora. La inmersión en Hogwarts. El combate. Un montón de contenido.
Poca libertad y escaso impacto del jugador a nivel narrativo. Sin Quidditch. Algún que otro bug.
Hogwarts Legacy es divertidísimo, tiene un diseño artístico precioso y te hace sentir parte de Hogwarts en todo momento. Muy recomendable.