
PlayStation 3
Bienvenido a la nueva Orzea
FFXIV vuelve en una reedición cuyo objetivo es paliar las notorias deficiencias y errores de concepto del anterior.

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Lo que Final Fantasy XIV: A Realm Reborn supone es tanto un tirón de orejas como una felicitación. Rectificar es de sabios, y Square-Enix parece que, al menos en esta ocasión, lo ha aplicado. El FFXIV original fue un fracaso estrepitoso, un MMORPG totalmente anclado al pasado, en su mayor parte, con intentos fallidos que arruinaron un juego de manera ciertamente inexplicable; su antecesor más próximo (FFXI) fue más que correcto.
Por suerte, y pese al escepticismo que uno pueda albergar respecto a esta reedición (pues es prácticamente una decisión inédita), hay muchos motivos para mirar a A Realm Reborn con buenos ojos. No nos engañemos; en su esencia sigue siendo el mismo juego y su intención se orquesta hacia un MMORPG clásico, pero con ciertas ideas muy bien pensadas. Pero en lo básico, ten por seguro que no vas a encontrar nada nuevo, sino una estructura plenamente WoWera, con sus quests, su farming y leveling. No me malinterpreten los lectores más puristas de la lengua española, pero hay ciertos fenómenos en los MMORPG que, por suerte o por desgracia, se explican de manera totalmente universal con palabras en inglés.
Lo dicho: elige una de las razas y clases que te propone el juego, que son básicamente las mismas que antes, y tras una escena inicial (muy dada a los FF modernos), te esperan unas cuantas horas de mero trámite, en la ciudad relacionada con tu raza, en las que subir los primeros niveles de manera repetitiva y anodina hasta que empiezas a construir tu personaje a tu gusto. Bueno, es la algo implícito en los MMORPG, supongo, qué le vamos a hacer. Lo que sí es cierto es que, ya en las primeras horas, podemos empezar a degustar Orzea, un mundo realmente interesante y delicioso, cualitativamente mejorado respecto al original. El combate es tan básico como te puedes imaginar en un MMORPG al uso: selecciona al enemigo que quieres atacar y después lanza tus hechizos y utiliza tus habilidades para acabar con él.
Después llegan las misiones y las mazmorras. Lo cierto es que acudir a mazmorras es algo que harás a menudo, pues son mucho más entretenidas para levear y visualmente impresionantes. De hecho, hay un mecanismo al entrar en la mazmorra mediante el cual nos agruparemos con otros personajes, formando un equipo lo más equilibrado posible. Dropear es obviamente otro de los reclamos de las mazmorras. Lo interesante es que las mazmorras, además, nos proponen que combatamos inteligentemente contra los enemigos para prosperar con nuestro grupo. Presenciamos un auténtico baile visual entre varios personajes, proyectiles de magia, explosiones, hechizos y miles de efectos más. Lo mismo ocurre en las quests en grupo, tal y como ocurre en Guild Wars 2. Son misiones improvisadas que nos permiten aliarnos con cualesquiera jugadores para batir un grupo de enemigos y ganar un buen puñado de experiencia y objetos de manera rápida y entretenida. Lástima que, jugando solo la cosa sea bastante más simple y aburrida. Las quests individuales no son precisamente lo más entretenido (como es habitual), aunque son impepinables para progresar.
Por suerte, y pese al escepticismo que uno pueda albergar respecto a esta reedición (pues es prácticamente una decisión inédita), hay muchos motivos para mirar a A Realm Reborn con buenos ojos. No nos engañemos; en su esencia sigue siendo el mismo juego y su intención se orquesta hacia un MMORPG clásico, pero con ciertas ideas muy bien pensadas. Pero en lo básico, ten por seguro que no vas a encontrar nada nuevo, sino una estructura plenamente WoWera, con sus quests, su farming y leveling. No me malinterpreten los lectores más puristas de la lengua española, pero hay ciertos fenómenos en los MMORPG que, por suerte o por desgracia, se explican de manera totalmente universal con palabras en inglés.
Lo dicho: elige una de las razas y clases que te propone el juego, que son básicamente las mismas que antes, y tras una escena inicial (muy dada a los FF modernos), te esperan unas cuantas horas de mero trámite, en la ciudad relacionada con tu raza, en las que subir los primeros niveles de manera repetitiva y anodina hasta que empiezas a construir tu personaje a tu gusto. Bueno, es la algo implícito en los MMORPG, supongo, qué le vamos a hacer. Lo que sí es cierto es que, ya en las primeras horas, podemos empezar a degustar Orzea, un mundo realmente interesante y delicioso, cualitativamente mejorado respecto al original. El combate es tan básico como te puedes imaginar en un MMORPG al uso: selecciona al enemigo que quieres atacar y después lanza tus hechizos y utiliza tus habilidades para acabar con él.
Después llegan las misiones y las mazmorras. Lo cierto es que acudir a mazmorras es algo que harás a menudo, pues son mucho más entretenidas para levear y visualmente impresionantes. De hecho, hay un mecanismo al entrar en la mazmorra mediante el cual nos agruparemos con otros personajes, formando un equipo lo más equilibrado posible. Dropear es obviamente otro de los reclamos de las mazmorras. Lo interesante es que las mazmorras, además, nos proponen que combatamos inteligentemente contra los enemigos para prosperar con nuestro grupo. Presenciamos un auténtico baile visual entre varios personajes, proyectiles de magia, explosiones, hechizos y miles de efectos más. Lo mismo ocurre en las quests en grupo, tal y como ocurre en Guild Wars 2. Son misiones improvisadas que nos permiten aliarnos con cualesquiera jugadores para batir un grupo de enemigos y ganar un buen puñado de experiencia y objetos de manera rápida y entretenida. Lástima que, jugando solo la cosa sea bastante más simple y aburrida. Las quests individuales no son precisamente lo más entretenido (como es habitual), aunque son impepinables para progresar.