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Análisis de Dredge, una aventura de exploración marina y horror cósmico con dosis de pesca y muchísimo Lovecraft
El miedo a lo desconocido, el insondable fondo oceánico, e incontables misterios en un extraño archipiélago perdido en el mar se unen en Dredge, una aventura de pesca muy atípica con toques de terror
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Dentro de la inconmensurable nómina de temores que tiene la humanidad, hay algunos que están más interrelacionados de lo que podría pensarse en primera instancia; mejor dicho, hay ciertas fobias que no dejan de ser una representación un pelín distinta del mismo miedo. Con Dredge, al igual que con los Mitos de Cthulhu, el principal punto de presión (como diría el bueno de King) que se trabaja es el del terror a lo desconocido, generalmente inducido a través de una abrumadora inquietud por distintos órdenes de la realidad. En los relatos de fondo cósmico, como casi todos los que trabajaron Lovecraft, Bloch y compañía, la pulsión del horror viene de la inmensidad del universo, de su caos intrínseco, del origen mismo de la vida, la razón y la entropía, y claro, también de lo esquivas que nos resultan las razones mismas que explican el funcionamiento del espacio-tiempo. El temor a Nyarlathotep no es tanto que asumiera la forma de Hitler, según se cree, y que sembrara un horror histórico y genocida en el mundo humano, sino que más bien surge de su naturaleza intangible y de su capacidad de alterar la percepción y la cognición humanas. En otras palabras, juega con tu comprensión de la realidad, y con el papel que crees que tiene la humanidad en el seno del universo.
Lo mismo pasa con el resto de deidades lovecraftianas: la inquietud que nos generan es similar a la que tendría un escarabajo si nos viera en nuestra plenitud bípeda y pudiera más o menos entender qué es lo está pasando, pero solo lo justo como para saber que escapa a su control. En Dredge, en cambio, el temor que se desarrolla, aun estando bien arraigado en ese miedo a lo desconocido del que hablábamos antes, se acerca más a la llamada talasofobia, entendida como el miedo irracional al mar abierto, a las profundidades marinas y a lo que en ellas se oculta, bajo incontables mareas subacuáticas, en un mundo que no podemos terminar de comprender. Eso es lo que hace Dredge, y permíteme que te adelante que lo hace bastante bien, especialmente para ser un indie desarrollado por cuatro personas. Además, lo consigue sin renunciar a su originalidad, con esa mezcla tan especial de exploración marítima, simulador de pesca y narrativa ambiental que plantea. Te cuento por qué se habla tanto de él, y si de verdad es uno de los mejores indies de lo que llevamos de 2023.
El mundo de Dredge, un archipiélago sobrenatural e inexplicable
Antes de nada, tenemos que tocar un poco más el tema de la atmósfera: en Dredge asumes el papel de un pescador que llega a un archipiélago extraño, claramente inspirado en la Nueva Inglaterra de los mitos lovecraftianos del ciclo de Arkham, o en una Nueva Zelanda atávica, tocada también por el misticismo colonial de épocas marítimas. Tu barco se va a la verga, básicamente, y acabas de muy malas maneras en un puerto desconocido. Allí, el presidente te dice que de nada por salvarte la vida, pero que ahora tienes una deuda con ellos y tienes que pagarle el nuevo barco pescando. Esto es solo una premisa para justificar tu permanencia en unos mares ignotos, donde lo imposible se funde con lo probable, y rápidamente pasa a segundo plano. Poco después, pescas simplemente porque hay algo que te atrae en las profundidades de Dredge, hasta que encuentras una serie de tesoros misteriosos, restos olvidados de naufragios terribles, y ahí es cuando comienza de verdad la trama del título.

La narrativa, por su parte, lleva ya más de una hora rodando, principalmente a través de elementos ambientales que te mantienen pegado a la pantalla: una mutación extraña de un pez, una nota en una botella que presagia finales tétricos, unas criaturas abisales que te persiguen durante la noche y, sobre todo, la sensación de que hay algo más de lo que se ve a simple vista. Eso sí, incluso con esas dosis de incomodidad que puede llegar a generar Dredge, a excepción de casos muy agudos de talasofobia o nictofobia (oscuridad) lo cierto es que el primer trabajo de Black Salt Games no es especialmente terrorífico; juega más bien con el mal rollo, con quitarte la sensación de seguridad y soltarte ahí, en unos mares de proporciones moderadas e incontables secretos. Al final, como es lógico, todas las piezas que te suelta la trama principal van encajando, aunque no me ha terminado de convencer el enfoque de las misiones, puesto que te tienen de aquí para allá, más como un recadero marítimo que como un pescador o un investigador de lo desconocido.
Una aventura de exploración, pesca y horror a lo Lovecraft
No obstante, en Dredge hay mucha pesca; es más, tienes cañas, redes y artilugios pesqueros para rato. ¿Cómo funciona? Bueno, en Dredge controlas a un barquito y dispones de un mundo abierto marítimo, no demasiado grande pero tampoco escaso de contenido, con sus islotes perdidos, sus poblaciones aisladas y, por supuesto, también sus reductos de cordura. Entre medias, es decir, entre civilización y civilización, hay diversos tipos de enclaves marítimos, desde aguas costeras a manglares, pasando por el mar abierto e incluso algunas zonas de difícil descripción, como fosas insondables escondidas en atolones y demás delirios oceánicos. Es justamente en el mundo donde aparecen zonas de pesca, con una población variable de multitud de especies marinas (atunes, diferentes tipos de tiburones, rayas, anguilas, congrios, movidas del abismo de los mares…), y también lugares de dragado, donde podrás recuperar materiales de construcción (para mejorar el barco), coleccionables, objetos para vender… Y también objetos esenciales para las misiones principales.

En general, las mecánicas de Dredge funcionan muy correctamente por separado: pescar es divertido, ya que plantea distintos minijuegos de pulsación para distintas especies de peces, dragar también tiene su punto, explorar los confines acuáticos del archipiélago es algo bastante especial, en parte porque el apartado artístico cumple con creces, y también porque siempre vas con un ojo puesto en el medidor de "cordura", una idea que recuerda al genial Darkest Dungeon. Estar demasiadas horas en alta mar de noche, contemplar sucesos inexplicables, ser atacado por criaturas marítimas, así como un sinfín de fatalidades, aumentan tu locura y te hacen partícipe de cosas cada vez más turbias. Sin embargo, es verdad que estos elementos jugables no están del todo bien integrados.
La excesiva gestión de inventario (bodega, realmente, pero nos entendemos) choca de frente con la exploración, en el sentido de que no puedes explorar y pescar con mucha libertad, lo que te obliga a hacer demasiados viajes cortos con una frecuencia que te rompe el ritmo y te aleja de largos viajes nocturnos, que son los que de verdad le dan chicha a la fórmula. En cualquier caso, la gestión del inventario es entendible y cumple una función muy interesante que acerca a Dredge a los dominios del survival horror clásico; al final es simplemente una cuestión de “excesos”. Con un poco menos de mecánicas reiterativas, y con una capacidad de inventario algo más permisiva, Black Salt Games podría haber incentivado más la exploración y la investigación, y me atrevería a decir que el resultado no solo habría sido más inmersivo, sino también más cautivador.

Audiovisualmente, Dredge es un título sencillito: los modelos tienen poca carga poligonal, las texturas son un tanto planas, y las animaciones son prácticamente inexistentes… E incluso así el título se las ingenia para ser muy, muy bonito. Ello se debe a una paleta de colores muy interesante, con tonalidades que van desde la luminosidad blanquecina de Rime a una oscuridad que evoca un poco a la de Sunless Sea, que quizás es el título que más se le parece desde un punto de vista temático (jugablemente, eso sí, son bien distintos). En el plano sonoro y musical, Dredge también destaca por su eclecticismo y su buen gusto en general, y evidencia que con elegancia y una buena gestión de recursos se puede conseguir un videojuego sensorialmente atractivo sin tener que gastar una millonada en gráficos.
CONCLUSIONES
Dredge es un videojuego atípico, una de esas joyitas extrañas que salen todos los años y que no podrían tener lugar fuera del panorama indie. La ópera prima de Black Salt Games mezcla elementos de simulación de pesca, exploración marítima y survival horror (muy sutiles estos últimos) con una narrativa de clara herencia lovecraftiana, donde el terror cósmico se funde con la talasofobia y la nictofobia, a fin de provocar una sensación de incomodidad y de fatal atracción en el jugador. ¿Lo consigue? Sí, especialmente en las primeras horas, donde todo es descubrimiento y novedad. De no ser por algunos problemitas de ritmo y una relativa falta de cohesión jugable, debido a una exploración que se siente un tanto asfixiada por la implacable gestión del inventario, Dredge podría haber sido, sin lugar a dudas, sobresaliente. De todas formas, y a pesar de sus imprecisiones, sigue siendo uno de los videojuegos más originales, interesantes y absorbentes de lo que llevamos de año… Y un debut sensacional en el mundillo.
Lo mismo pasa con el resto de deidades lovecraftianas: la inquietud que nos generan es similar a la que tendría un escarabajo si nos viera en nuestra plenitud bípeda y pudiera más o menos entender qué es lo está pasando, pero solo lo justo como para saber que escapa a su control. En Dredge, en cambio, el temor que se desarrolla, aun estando bien arraigado en ese miedo a lo desconocido del que hablábamos antes, se acerca más a la llamada talasofobia, entendida como el miedo irracional al mar abierto, a las profundidades marinas y a lo que en ellas se oculta, bajo incontables mareas subacuáticas, en un mundo que no podemos terminar de comprender. Eso es lo que hace Dredge, y permíteme que te adelante que lo hace bastante bien, especialmente para ser un indie desarrollado por cuatro personas. Además, lo consigue sin renunciar a su originalidad, con esa mezcla tan especial de exploración marítima, simulador de pesca y narrativa ambiental que plantea. Te cuento por qué se habla tanto de él, y si de verdad es uno de los mejores indies de lo que llevamos de 2023.
El mundo de Dredge, un archipiélago sobrenatural e inexplicable
Antes de nada, tenemos que tocar un poco más el tema de la atmósfera: en Dredge asumes el papel de un pescador que llega a un archipiélago extraño, claramente inspirado en la Nueva Inglaterra de los mitos lovecraftianos del ciclo de Arkham, o en una Nueva Zelanda atávica, tocada también por el misticismo colonial de épocas marítimas. Tu barco se va a la verga, básicamente, y acabas de muy malas maneras en un puerto desconocido. Allí, el presidente te dice que de nada por salvarte la vida, pero que ahora tienes una deuda con ellos y tienes que pagarle el nuevo barco pescando. Esto es solo una premisa para justificar tu permanencia en unos mares ignotos, donde lo imposible se funde con lo probable, y rápidamente pasa a segundo plano. Poco después, pescas simplemente porque hay algo que te atrae en las profundidades de Dredge, hasta que encuentras una serie de tesoros misteriosos, restos olvidados de naufragios terribles, y ahí es cuando comienza de verdad la trama del título.

La narrativa, por su parte, lleva ya más de una hora rodando, principalmente a través de elementos ambientales que te mantienen pegado a la pantalla: una mutación extraña de un pez, una nota en una botella que presagia finales tétricos, unas criaturas abisales que te persiguen durante la noche y, sobre todo, la sensación de que hay algo más de lo que se ve a simple vista. Eso sí, incluso con esas dosis de incomodidad que puede llegar a generar Dredge, a excepción de casos muy agudos de talasofobia o nictofobia (oscuridad) lo cierto es que el primer trabajo de Black Salt Games no es especialmente terrorífico; juega más bien con el mal rollo, con quitarte la sensación de seguridad y soltarte ahí, en unos mares de proporciones moderadas e incontables secretos. Al final, como es lógico, todas las piezas que te suelta la trama principal van encajando, aunque no me ha terminado de convencer el enfoque de las misiones, puesto que te tienen de aquí para allá, más como un recadero marítimo que como un pescador o un investigador de lo desconocido.
Una aventura de exploración, pesca y horror a lo Lovecraft
No obstante, en Dredge hay mucha pesca; es más, tienes cañas, redes y artilugios pesqueros para rato. ¿Cómo funciona? Bueno, en Dredge controlas a un barquito y dispones de un mundo abierto marítimo, no demasiado grande pero tampoco escaso de contenido, con sus islotes perdidos, sus poblaciones aisladas y, por supuesto, también sus reductos de cordura. Entre medias, es decir, entre civilización y civilización, hay diversos tipos de enclaves marítimos, desde aguas costeras a manglares, pasando por el mar abierto e incluso algunas zonas de difícil descripción, como fosas insondables escondidas en atolones y demás delirios oceánicos. Es justamente en el mundo donde aparecen zonas de pesca, con una población variable de multitud de especies marinas (atunes, diferentes tipos de tiburones, rayas, anguilas, congrios, movidas del abismo de los mares…), y también lugares de dragado, donde podrás recuperar materiales de construcción (para mejorar el barco), coleccionables, objetos para vender… Y también objetos esenciales para las misiones principales.

En general, las mecánicas de Dredge funcionan muy correctamente por separado: pescar es divertido, ya que plantea distintos minijuegos de pulsación para distintas especies de peces, dragar también tiene su punto, explorar los confines acuáticos del archipiélago es algo bastante especial, en parte porque el apartado artístico cumple con creces, y también porque siempre vas con un ojo puesto en el medidor de "cordura", una idea que recuerda al genial Darkest Dungeon. Estar demasiadas horas en alta mar de noche, contemplar sucesos inexplicables, ser atacado por criaturas marítimas, así como un sinfín de fatalidades, aumentan tu locura y te hacen partícipe de cosas cada vez más turbias. Sin embargo, es verdad que estos elementos jugables no están del todo bien integrados.
La excesiva gestión de inventario (bodega, realmente, pero nos entendemos) choca de frente con la exploración, en el sentido de que no puedes explorar y pescar con mucha libertad, lo que te obliga a hacer demasiados viajes cortos con una frecuencia que te rompe el ritmo y te aleja de largos viajes nocturnos, que son los que de verdad le dan chicha a la fórmula. En cualquier caso, la gestión del inventario es entendible y cumple una función muy interesante que acerca a Dredge a los dominios del survival horror clásico; al final es simplemente una cuestión de “excesos”. Con un poco menos de mecánicas reiterativas, y con una capacidad de inventario algo más permisiva, Black Salt Games podría haber incentivado más la exploración y la investigación, y me atrevería a decir que el resultado no solo habría sido más inmersivo, sino también más cautivador.

Audiovisualmente, Dredge es un título sencillito: los modelos tienen poca carga poligonal, las texturas son un tanto planas, y las animaciones son prácticamente inexistentes… E incluso así el título se las ingenia para ser muy, muy bonito. Ello se debe a una paleta de colores muy interesante, con tonalidades que van desde la luminosidad blanquecina de Rime a una oscuridad que evoca un poco a la de Sunless Sea, que quizás es el título que más se le parece desde un punto de vista temático (jugablemente, eso sí, son bien distintos). En el plano sonoro y musical, Dredge también destaca por su eclecticismo y su buen gusto en general, y evidencia que con elegancia y una buena gestión de recursos se puede conseguir un videojuego sensorialmente atractivo sin tener que gastar una millonada en gráficos.
CONCLUSIONES
Dredge es un videojuego atípico, una de esas joyitas extrañas que salen todos los años y que no podrían tener lugar fuera del panorama indie. La ópera prima de Black Salt Games mezcla elementos de simulación de pesca, exploración marítima y survival horror (muy sutiles estos últimos) con una narrativa de clara herencia lovecraftiana, donde el terror cósmico se funde con la talasofobia y la nictofobia, a fin de provocar una sensación de incomodidad y de fatal atracción en el jugador. ¿Lo consigue? Sí, especialmente en las primeras horas, donde todo es descubrimiento y novedad. De no ser por algunos problemitas de ritmo y una relativa falta de cohesión jugable, debido a una exploración que se siente un tanto asfixiada por la implacable gestión del inventario, Dredge podría haber sido, sin lugar a dudas, sobresaliente. De todas formas, y a pesar de sus imprecisiones, sigue siendo uno de los videojuegos más originales, interesantes y absorbentes de lo que llevamos de año… Y un debut sensacional en el mundillo.
Copia digital proporcionada por Press Engine
La atmósfera. Pescar criaturas extrañas e inexplicables. Perderse por los mares. El arte.
La exploración se nota restringida por la gestión del inventario. Puede hacerse un poco repetitivo.
Le falta un pelín de cohesión jugable en temas de exploración, pero Dredge tiene una ambientación brutal, es súper original y te atrapa enseguida.