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El caballero del dragón
PlayStation 3 Xbox 360

El caballero del dragón

Capcom estrena serie y con ella intenta recuperar toda la épica medieval de algunas recreativas clásicas.

Por Juan Emilio Palomino González,
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Como juego de rol, en los primeros compases de la aventura tendremos que definir a nuestro personaje. Las posibilidades estéticas son muy diversas y sólo podemos quejarnos de la ausencia de razas y de que las apariencias no afectan a las habilidades. O lo que es lo mismo, podremos hacernos un avatar igualito a un hobbit o a un elfo, pero no hay la posibilidad de elegirlos como tal y que esta elección resulte determinante a la hora de jugar. Lo que sí incide es la categoría del personaje. De entrada deberemos elegir entre el caballero que encara a sus enemigos cuerpo a cuerpo con su espada y su escudo, el especializado en el combate a distancia con dagas y flechas y el mago que fundamenta todo su caudal ofensivo al repertorio de sortilegios. Al subir de nivel y al progresar la partida podremos cambiar de clase y acceder a otras nuevas relacionadas con éstas.

Ser los elegidos por el destino para que nuestro pecho no palpite tiene sus ventajas. La más llamativa es que una legión de soldados de diversa índole nos podrá acompañar en nuestras aventuras. Podremos definir a uno de ellos según las características y el comportamiento que queremos que desempeñe, mientras que dos más podrán servirnos previo pago de sus servicios. Saber combinarlos, darles las órdenes oportunas y escuchar sus consejos serán el pan nuestro de cada día. Además, el peón que creemos desde cero podrá ser requerido por otros jugadores de manera que cuando vuelva para contarnos sus hazañas seremos recompensados de diversas formas por sus acciones.

Durante la exploración podremos interactuar con multitud de objetos, hablar con los secundarios que encontremos para conseguir nuevas misiones o saltar por las casas como si fuésemos un Hashshashin que busca rebanar un templario. Los objetivos que nos propongan serán los típicos del género como buscar algo extraviado, acabar con un bicho determinado o llevar algo a un lugar. Los combates se rigen por las clásicas barras de vida y por la barra de resistencia. Correr, saltar y agarrarse a un mastodonte para subir por su chepa consumirá esta barra, por lo que deberemos descansar tras los periodos de esfuerzo continuado. Trepar para asestar los golpes en los puntos críticos es fundamental, aunque también lo es tener un grupo compenetrado de peones que puedan atacar a las debilidades de cada criatura. Las habilidades de cada categoría suelen ser movimientos especiales de diversa índole como golpear nuestro escudo contra la espada para llamar su atención o zarandearla por encima de nuestra cabeza para quitarnos de encima molestas aves de rapiña.

Una cosa que deberán tener en cuenta los jugadores es que el título no se ajusta al nivel que tenga el personaje que manejamos, como ocurre en títulos como Skyrim u Oblivion. Aquí si nos aventuramos por zonas que no se ajustan a nuestro actual estado podremos recibir un duro correctivo. Esta cura de humildad no llega al nivel de Dark Souls, pero sí que alcanza para que nos lo replanteemos ir por ese lugar más adelante.
Análisis de Dragon's Dogma para X360: El caballero del dragón
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