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Aún con sus limitaciones, Bright Memory: Infinite nos deja saborear lo que podría haber sido un gran juego.

Por Juan B.,
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Bright Memory: Infinite no sería posible en otros tiempos. Gracias a las nuevas corrientes en el mundo de los videojuegos, cualquiera puede crear su propio juego y ponerlo a la venta. Bueno, no cualquiera, pero se entiende. De esa idea nació Bright Memory hace poco más de dos años, desarrollado por FYQD-Studio, con Zeng Xiancheng como único responsable a sus 23 años. Aquel juego no duraba más de 30 minutos y servía como la típica demostración de lo que puede hacer una sola persona con Unreal Engine, pero Zeng decidió comercializarla por menos de diez euros y la jugada le salió redonda. Tanto es así que decidió expandir su obra con una continuación, pero rápidamente se olvidó de esa idea: Bright Memory: Infinite sería la revisión de su obra.

Lanzado a finales de 2021 en exclusiva para PC, poco o nada quedaba del proyecto de 2019 en Bright Memory: Infinite. Del juego original quedan algunos nombres y localizaciones; el resto pasa a ser un juego totalmente nuevo. Para el archivo de los recuerdos quedaron las alusiones a las dinámicas de Dark Souls y el sistema de calificación calcado a Devil May Cry. En cambio, Bright Memory: Infinite pasó a ser un juego con ideas propias y no tanto el proyecto de un fanático de las dos obras citadas que intentaba encajarlas como buenamente podía. Esta revisión no deja de ser una experiencia muy breve, no más de dos horas en función de la dificultad, y aunque tiene ideas muy buenas, otras acaban en saco roto. Lo que es obvio es que a nivel visual luce espectacular, y es ahí por donde entra fácilmente. Veamos qué tanto ha cambiado con su lanzamiento en PlayStation 4, PlayStation 5, Xbox One, Xbox Series X|S y Nintendo Switch, que llega también de manera nativa y no mediante la nube.



¿Cuál es nuestra misión? Buena pregunta, tras dos pasadas no logramos descifrar este argumento, aunque llamarlo así sería una exageración. De hecho, Bright Memory: Infinite podría pasar perfectamente por una producción de Netflix que se cuela en lo más profundo de su catálogo. El caso es que nos ponemos en la piel de Sheila, una soldado con habilidades sobrehumanas que pertenece a la organización SRO (Science Research Organization). El tema es que ha aparecido una anomalía (un agujero negro, vamos) y esto parece ser la antesala a un cataclismo global. La realidad es que a la historia no se le dedican más de diez minutos, y cuando todo apunta a que vamos a ver algo con cierto sentido por primera vez, aparecen los créditos. Básicamente, se trata de una campaña muy breve que no destaca en absolutamente nada.

Bright Memory: Infinite es, en esencia, un título de disparos y hack & slash en primera persona que enfatiza en la espectacularidad y que premia la ejecución de virguerías y ejecuciones de lo más peculiares. Es digno de una producción de la era de PlayStation 2, un título muy breve y divertidísimo que dura lo que dura y que no aspira a quedar en el recuerdo de nadie. O si lo preferís, algo similar al DOOM de 2016, aunque unos cuantos escalones por debajo. Es un título lineal que no se anda con rodeos y cuya historia no es más que una excusa para justificar que estemos aniquilando a todo lo que se ponga por delante mientras el mundo es testigo de cómo un agujero negro está acabando con la ciudad.



En Bright Memory: Infinite se dispara primero y se pregunta después, y esta parte la puedes obviar. Nuestro arsenal no es nada del otro mundo, pero suficiente para satisfacer a los amantes de la adrenalina. En este caso tenemos una pistola, una escopeta, un rifle de asalto y otro de francotirador, una katana y un guantelete mágico al que podemos engarzar habilidades con las que llevar el caos al campo de batalla. La acción es constante, no hay un sólo segundo de descanso -salvo una sección de sigilo que fulmina el tempo de la aventura- y el sistema de combate tiene una cierta profundidad que lo hace adictivo. Nosotros lo hemos jugado en difícil, y hay que aprender a combinar todas nuestras posibilidades para salir con vida de cada enfrentamiento. La experiencia está destinada a ser disfrutada así, al fin y al cabo es un juego de mecha corta e invita a explorar nuestras capacidades para salir victoriosos.

El "problema", si es que se le puede llamar así, es que el juego no invita a aprovechar al máximo todas estas características. El juego no termina de encajar las piezas de este complejo sistema de combate, y jugarlo como un shooter al uso lo resuelve todo fácilmente, de ahí a que recomendemos jugarlo en difícil, ya no tanto por alargar las horas como sí por disfrutar de un combate un pelín más variado. Por ejemplo, podemos usar nuestro brazo para lanzar a los enemigos por los aires, mantenerlos ahí con un escopetazo y ascender a los cielos para rebanarlos en pedazos con nuestra katana. Cuando Bright Memory: Infinite ofrece esto, lo hace realmente bien, pero por norma general cualquier enemigo cae de pocas balas, de ahí a que la experiencia shooter le haga perder totalmente la gracia. Y aún con todo, hay algunas secciones de tiroteo que no tienen nada que envidiar a algunas de las súperproducciones como Call of Duty o Battlefield.



Pero eso es este juego, un quiero y no puedo. Hay ideas muy buenas, sí, pero se ven lastradas por otras muy malas. Por ejemplo, la IA de los enemigos es facilona, se ha quedado a medio camino. No hay ningún enemigo programado para forzarnos a utilizar nuestras habilidades, todos caen por la vía fácil. Hay enemigos con escudo, pero que no les protegen de nada; hay arqueros, pero nuestro francotirador los fulmina de un disparo; también unos perros guardianes, pero caen fácilmente a escopetazo limpio. ¿El juego es divertido? Por supuesto, pero sólo cuando uno mismo recuerda que hay muchas habilidades que puede utilizar, pero que no son para nada necesarias para avanzar. Por si fuera poco, las habilidades y sus mejoras consiguen que el juego sea aún más fácil de lo que ya es.

El sistema de mejoras funciona a través de un coleccionable conocido como Relicario, que no son otra cosa que estatuillas de jade repartidas por los distintos niveles. Cada estatua equivale a un punto de mejora, y podemos conseguir algunos puntos extra si nos encargamos de los guerreros antiguos que aparecen ocasionalmente. Todas estas mejoras influyen en el daño de nuestras armas, de la katana o de nuestro guantelete, pero se traduce en más año. Sólo eso. Es un sistema poco satisfactorio que no aporta mucho más.



En el apartado técnico, Bright Memory: Infinite es espectacular. No está a la altura de lo que hemos visto recientemente con algunos exclusivos de PlayStation como Horizon: Forbidden West, pero se merece su punto y aparte. Hay secuencias hechas con el motor gráfico que parecen una CG. Esto es posible gracias a la opción para jugar a una resolución 4K y 60 fotogramas por segundo, con opción de subir hasta los 120 fps en caso de que tengamos un monitor adaptado a esta característica.

No obstante, el juego adolece de una plaga de bugs que ahora mismo no tienen solución. Nosotros hemos visto cosas de todo tipo, y aunque algunas de ellas no sean molestas y resulten anecdóticas, otras han afectado enormemente a nuestro progreso. Por ejemplo, hasta en dos ocasiones la aplicación se ha cerrado de manera forzosa y ha corrompido nuestros datos guardados. Y en el momento de escribir estas líneas tampoco podemos acceder a nuestra partida porque nuestro personaje se "cae" del escenario, lo que nos impide hacer nada. A fecha de la publicación de este artículo se han lanzado hasta dos actualizaciones, que de poco o nada han servido para nuestro problema. Muchos de estos bugs estaban en PC desde noviembre del año pasado, por lo que no entendemos que todavía no se haya puesto solución a estos errores tan molestos.



CONCLUSIÓN

Bright Memory: Infinite nos ha dejado un sabor agridulce, no tanto por sus malas decisiones o sus bugs como sí por todo lo que podría haber sido. Hay que ensalzar el trabajo de Zen Xiancheng, porque es realmente complicado para una sola persona ofrecer este despliegue visual y haber creado un sistema de combate muy divertido. Es una pena que tengamos que forzar esas situaciones en las que el combate despliega todo su potencial. En definitiva, es un juego que, aún con sus carencias, merece la pena echarle un ojo a ese precio reducido (19,99 €). Sobre todo si os apetece una aventura de acción cortita, que va al grano y que no se anda con rodeos.

Jugado en PlayStation 5. Copia digital proporcionada por Stride PR.


Análisis de Bright Memory: Infinite para PS5: Infinitesimal
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Visualmente es una delicia. El combate está bien planteado...
... aunque el juego no lo aprovecha. Demasiados bugs. La historia es muy floja.
El juego es divertido y ofrece grandes dosis de espectacularidad, pero no sabe aprovechar lo bien diseñadas que están sus mecánicas.
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