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Análisis de Bomb Rush Cyberfunk, un viaje surrealista a través del mundo del graffiti
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Análisis de Bomb Rush Cyberfunk, un viaje surrealista a través del mundo del graffiti

Team Reptile sigue trabajando en continuar su propio estilo, inspirado en Jet Set Radio, con una continuación espiritual de la serie de Sega

Por Andrés JC,
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Team Reptile, estudio de desarrollo basado en Países Bajos, había demostrado ya su pasión por la época de Dreamcast, y más en concreto por Jet Set Radio. Lethal League, su primer gran juego, combinaba estética y música similares a los que conocemos de la serie Jet Set Radio, e incluso contaba con la colaboración de Hideki Naganuma, principal compositor de la franquicia de Sega. Este año dieron un paso más allá con Bomb Rush Cyberfunk, un sucesor de Jet Set Radio en toda regla, un juego que parece sacado de Dreamcast pero tiene el acabado que podemos esperar de un juego en 2023. Lanzado durante el verano en formato digital, en diciembre tuvo su correspondiente versión física para todas las plataformas.

La ley de la calle

Nueva Ámsterdam es un lugar colorido y excéntrico. Enormes avenidas rodean edificios ridículamente altos, las plazas están copadas de barandillas y carteles perfectos para los patinadores, en el callejón menos esperado te encontrarás una estatua de un pingüino gigante vigilando tus pasos. Esta ciudad es un parque de atracciones para las bandas callejeras aficionadas al crimen: el de pintar las paredes, por supuesto. Todos quieren ser los reyes de la ciudad, convertirse en All City siendo el más hábil dejando la firma en todas las paredes de la urbe al mismo tiempo que escapa de la policía sobre patines. Pero la policía se lo toma muy en serio, tan pronto persiguen con la porra en la mano como despliegan un grupo de francotiradores preparados para noquear a cualquier grafitero. La identidad de Bomb Rush Cyberfunk es muy especial. Es muy Jet Set Radio, y al mismo tiempo, es muy suya. Los gráficos low-poly no le impiden demostrar un gusto excepcional por el arte callejero, la moda futurista imposible y un repertorio musical que se acerca a la electrónica japonesa de los 90 pero también encuentra un toque europeo actual.



En esta megalópolis del futuro empieza la historia, en concreto, tras las barras de un calabozo. El protagonista, un joven más bien callado, es rescatado por Tryce, un miembro de la Bomb Rush Cyberfunk, banda callejera que inmediatamente le invita a unirse a su aventura grafitera. Tras pintarrajear el cuartel de la policía y escapar del edificio a la fuerza, derribando a una legión de maderos en el proceso, ocurre lo inesperado. Un misterioso patinador enmascarado, con deslumbrantes ropas blancas, lanza un vinilo por los aires y rebana la cabeza del protagonista. Por supuesto, aquí no acaba todo, porque en Nueva Ámsterdam es posible conseguir una cabeza nueva. ¿Cómo? En efecto, el protagonista recibe una cabeza robótica y puede volver a levantarse, con su nuevo apodo: Red.

«Un misterioso patinador enmascarado, con deslumbrantes ropas blancas, lanza un vinilo por los aires y rebana la cabeza del protagonista»


Controlamos a este extraño ser de cuerpo humano y cabeza cibernética, que no es del todo humano ni del todo robot. ¿Qué es exactamente? Él tampoco lo sabe, pero necesita encontrar su cabeza, perdida en el incidente, para recordar quién era. Y para ello resulta necesario hablar con el extraño individuo de blanco que le cortó la cabeza en primer lugar, que resulta ser el grafitero más importante de Nueva Ámsterdam. Para conseguirlo, se ve obligado a doblegar a cada una de las bandas de la ciudad para alzarse con el título de All City, y así poder pedirle explicaciones a su verdugo.



Pese a su naturaleza rebelde y caótica, las bandas de grafiteros tienen un código de conducta muy bien establecido por los Oldheads, si acaso la banda más veterana de la ciudad. Estos ancianos patinadores son respetados y su palabra es ley, por eso han creado una serie de reglas para decidir quién es el que manda sobre el barrio. Arrasa el territorio de los demás grafiteros y podrás desafiarlos a un combate de trucos, grinds y acrobacias por el barrio. El que gane será el nuevo señor del barrio, y estará un paso más cerca de All City. La travesía por la ciudad es una escalada de dificultad lenta pero sostenida, donde al principio hay calles sencillas con varias rampas y half pipes para hacer trucos, con el graffiti más escondido encima de algún tejado. Más adelante, en los barrios más complicados, hay que sobrevolar las alturas de los rascacielos y deslizarse por los cables que conectan los distintos edificios de alguna fábrica colosal. Encuentro que el diseño de niveles es muy original en términos generales, con muchas opciones para viajar por el escenario sobre el patín y muchos escondites donde encontrar secretos; sin embargo, un par de fases cerca del final del juego se pasan de frenada en tamaño y complejidad, y se hacen un tanto pesados de completar.

El skate más gratificante

Si algo caracteriza a la mayoría de juegos de patinaje es que el riesgo de caerse siempre está presente, y Jet Set Radio fue de los pocos juegos que se atrevió a suprimir esa característica. Además, Jet Set Radio Future añadió la opción de realizar maniobras imposibles, como grindar por una farola hacia arriba o activar el turbo en los patines para alcanzar lugares más alejados. Bomb Rush Cyberfunk continúa con esta filosofía, y además añade otras mecánicas que introdujo la serie Tony Hawk, como la opción de bajarse del patín e ir caminando o realizar un manual. También añade algo de su propia cosecha, como poder elegir entre tres tipos de vehículo: monopatín, patines en línea y bicicleta. Las diferencias entre cada vehículo son pequeñas, pero añaden variedad.



La mayor seña de identidad jugable de Bomb Rush Cyberfunk es la mecánica para multiplicar la puntuación con trucos. Tradicionalmente, en estos juegos la puntuación aumenta más cuanto más trucos diferentes ejecutamos y mayor número de trucos somos capaces de encadenar. Mientras que estos parámetros siguen presentes, ahora también existe un multiplicador que dispara la puntuación del combo de dos formas distintas: ejecutando wallrides en los carteles de publicidad y tumbando al personaje en los giros mientras se efectúa un grind. Las nuevas ideas exigen una forma de jugar radicalmente distinta, ya que si queremos hacer puntuaciones estratosféricas (y necesitaremos hacerlo), tendremos que aprendernos el escenario y las ubicaciones de los carteles y barandillas o cables que nos permitan multiplicar los puntos.

«Las nuevas ideas exigen una forma de jugar radicalmente distinta, ya que si queremos hacer puntuaciones estratosféricas (y necesitaremos hacerlo), tendremos que aprendernos el escenario»


A la hora de pintar paredes las cosas no han cambiado mucho respecto al juego de Sega. Pulsa el botón de pintar y, en función del tamaño del graffiti, aparecerá un minijuego de conectar puntos. Cada combinación imprime un graffiti diferente, y podemos encontrar decenas de diseños coleccionables por todo el juego para ampliar el repertorio. Como es natural, pintar las zonas públicas no gusta a la policía, así que pronto aparecerán para quitarnos la tontería. Si en Jet Set Radio la policía era una molestia, aquí es una molestia especial, porque estos policías son capaces de perseguirnos de forma incansable, su agresividad aumenta conforme pintamos más graffitis como en la serie Gran Theft Auto y llegan a atacarnos con el ejército si hace falta, convirtiendo nuestra travesía de patinaje y pintura en un infierno a veces. Gracias a un parche que Team Reptile publicó hace unos meses, resulta fácil quitarnos a la pasma de encima: entra en un baño público para cambiar de ropa y ya no te reconocerán.



En ocasiones, tendremos que enfrentar a la policía directamente, pero no con armas como en los juegos de Rockstar, sino con patadas y patinazos. Incluso hay algunos bosses que nos pondrán las cosas bien difíciles, como por ejemplo una agente de policía especial equipada con un jetpack que tendremos que derribar. Mientras que el control del juego en la sección de skate es muy preciso y divertido, en estas fases de combate contra la policía es mucho peor, y estaremos deseando que acaben lo antes posible para seguir nuestra aventura artística en la calle.

Lo esencial que ha intentado transmitir Team Reptile con este juego es el rollo suburbano y la libertad para realizar acrobacias sin preocuparse por meter la pata. En ese aspecto, Bomb Rush Cyberfunk es una auténtica delicia. Además, el argumento del juego avanza por unos derroteros bien distintos a Jet Set Radio, y ofrece unos giros de guión oníricos y surrealistas absolutamente maravillosos. Se nota una personalidad propia de Team Reptile que, combinada con el homenaje evidente al juego se Sega, dan como resultado un juego realmente eficaz y memorable. Es divertido de jugar, sorprendente en muchos aspectos, y ante todo un alarde artístico en todos los sentidos. Me he encontrado muchas veces jugando solo para volver a escuchar ese tema de la banda sonora que me fascina, o volver a recorrer los tejados de Nueva Ámsterdam como si fuera el rey de la ciudad.

Conclusiones

Bomb Rush Cyberfunk continúa el legado de Jet Set Radio y le imprime el sello de identidad de Team Reptile, una marca que incluye nuevas mecánicas jugables, más profundidad argumental y un toque onírico irresistible. Este juego es más que un juego de skate, es un ejercicio de arte urbano excepcional, que nos permite apreciar con pocos recursos la magia del graffiti y la escena artística underground. Ahora sabemos que Sega va a continuar Jet Set Radio con una entrega nueva, pero eso no resta la más mínima importancia a Bomb Rush Cyberfunk.

Jugado en PS5. Clave digital proporcionada por Meridiem Games.


Análisis de Bomb Rush Cyberfunk para PS5: Análisis de Bomb Rush Cyberfunk, un viaje surrealista a través del mundo del graffiti
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Alternativas
Hover, Rollerdrome
El skate es sencillo y muy gratificate. Banda sonora excepcional. Un toque onírico brillante
Los enfrentamientos con la policía son frustrantes. Algunos escenarios son tediosos de completar
Fantástica aventura de rebeldía callejera, con un estilo audiovisual muy llamativo donde brilla el patinaje acrobático
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